Artes

Entre montañas sagradas y diablos danzantes

El fotógrafo venezolano Leo Álvarez documenta las tradiciones de su país a través de imágenes que son puro realismo mágico.

Bautizo de un fiel del culto a María Lionza en la montaña sagrada de Sorte, Venezuela. LEO ÁLVAREZ

Leo Álvarez (Caracas, 1963) acompaña a un grupo de practicantes del culto a María Lionza en una caravana hasta Chivacoa, en el noroeste de Venezuela. Ingresarán en la montaña de Sorte, centro espiritual de este movimiento que mezcla creencias católicas, indígenas y africanas. Antes visitarán el cementerio local. Uno de los fieles le encomienda a Leo encontrar la tumba de Lino Valles, profesor al que se le rinde tributo en el espiritismo marialioncero. Si la encuentra fácilmente, podrá entrar.

Leo encuentra la tumba. Después, va con el grupo hasta el Portal del Indio, una parada llena de altares donde los creyentes se paran a rezar. Leo realiza fotografías con su cámara analógica. Y en ese momento se le acerca un chamán.

—Leo, acabo de hacer una lectura del tabaco. Los espíritus dicen que puedes subir con tu cámara a la montaña de Sorte.

Así nació uno de los proyectos más complejos de este fotógrafo documentalista, interesado por temas sociales y antropológicos. Un amante del efecto “impuro” que se consigue con el grano de plata, y que ha encontrado la inspiración en el realismo mágico de las letras latinoamericanas. Bajo su lente, no son necesarios los toques fantásticos para las historias: basta con engrandecer la realidad, darle un punto épico a lo cotidiano.

Los orígenes fotográficos

Leo es nieto de un pintor e hijo de un abogado amante del arte, por ende, de niño conoció a artistas renombrados del panorama venezolano. Eso le permitió desarrollar una cultura visual. Y gracias a sus viajes familiares, desde edad temprana pudo conocer gran parte de Venezuela. A los 18 años, adquirió una cámara para hacer fotos en sus excursiones.

Licenciado en Derecho en 1985, Leo siguió los pasos laborales de su padre, pero con los años la práctica de la abogacía se le tornó insoportable. En 1999, acompañó a su esposa a un curso de fotografía en la Escuela Roberto Mata de Caracas, donde se formó con el método analógico, entonces imperante. Un año después, participó en un concurso de la asociación Avecofa. Obtuvo el segundo puesto. Un miembro del jurado se le acercó para felicitarlo y decirle que merecía el primer premio. Ese hombre era Luis Brito, uno de los fotógrafos más importantes de Venezuela. Se convirtió en su mentor.

Leo comenzó a trabajar como fotógrafo de sociales, moda y publicidad. Se terminó quedando con el periodismo gráfico. Él considera que todos esos oficios han sido fundamentales para el desarrollo de su trabajo artístico. “Todo lo que has vivido y sentido lo resumes en cada disparo que haces. Te da una cantidad de herramientas que puedes usar en tu discurso. El entrenamiento de prensa fue fundamental”.

El fotógrafo venezolano Leo Álvarez. DIEGO TORRES PANTIN

La llegada a Sorte

Una parte de la obra de Leo documenta los rituales y ceremonias que conforman el culto a María Lionza. El origen de este mito cuenta con diferentes versiones, casi siempre variando su origen étnico. La leyenda establece que una gran serpiente se enamoró de María Lionza y la raptó. Los dioses acabaron con el captor haciéndolo hincharse hasta explotar. Entonces, la joven se convirtió en la diosa de la naturaleza. Cada 12 de octubre, los creyentes van a rendirle homenaje en la montaña de Sorte.

Leo visitó Sorte por primera vez en 2015, buscando hacer fotos para un proyecto sobre manifestaciones religiosas. Ahí se encontró con una realidad complejísima, regida por normas muy particulares en el contexto nacional, por lo que decidió emprender un trabajo centrado en el culto marialioncero.

En Venezuela se tejen varios mitos en torno a este movimiento espiritista: que es de inspiración satánica, que en Sorte se realizan sacrificios humanos... Todos los años se publican fotorreportajes sobre lo que ocurre el 12 de octubre, casi siempre, destacando el ritual más conocido: el Baile en Candela, donde médiums procedentes de todo el país caminan sobre brasas ardientes. Si bien es cierto que los marialionceros saltan sobre fogatas, se suelen ignorar actos previos y posteriores a esa ceremonia, que empiezan el 10 de octubre. Leo entendió que era necesario trascender ese enfoque amarillista.

Leo fotografió bautizos, bailes, toques de tambor y demás ceremonias. Además, le permitieron ingresar a la Escalera de María Lionza, una zona a la que solo acceden los creyentes. Así pudo capturar instantes en los que los practicantes se acostaban en el suelo para ofrecer sus cuerpos como receptáculos para los espíritus.

Practicantes del culto a María Lionza, caminando sobre las brasas en Sorte. LEO ÁLVAREZ
Bautizos de fieles marialionceros en Sorte. LEO ÁLVAREZ
Ritual marialioncero en Sorte. LEO ÁLVAREZ

Leo prometió enviar algunas de sus imágenes a los marialionceros. Lo hizo al llegar a Caracas. El proyecto culminó en 2020, después de más visitas que se dieron en octubre y en Semana Santa (otra fecha sagrada para el culto). Dos años antes, Leo expuso parte del trabajo en la galería Carmen Araujo Arte de la capital venezolana, dando a conocer al público general los aspectos de una religión que no ha sido bien representada. Y el año pasado, el proyecto llegó al Museo de América de Madrid.

- Algunas de tus fotos muestran a personas en posición de quietud. ¿Qué función tienen dentro de tu línea documental?

- Ninguna de mis fotos es armada. Me siento a conversar con la persona y soy una roca más. Soy incapaz de dirigir una foto. En el documental no hay intervención sino interpretación. Eso es un retrato contextualizado: una foto de alguien en su silencio interior. Para conseguir ese silencio interior, tú tienes que pasar mucho tiempo junto a la persona. Tú fotografías su máscara y la persona que hay detrás.

- Otras fotos se guían más por el movimiento, e inclusive, sacrifican la nitidez. ¿Buscas hacer una poética de la acción?

- Es incorporar el movimiento en tu discurso. Los fotógrafos tienen que dominar la técnica y pensar en el resultado. El movimiento es parte del discurso porque es real. Si tú haces movimiento congelado, con toda la nitidez, es posible que no sientas el ajetreo qué hay. De ahí el manejo del caos. Yo creo en el surrealismo, que se supone que es el trabajo con el inconsciente. Parte del surrealismo es la escritura automática, ir escribiendo sin pensar. En fotografía documental tienes una fracción de segundo para saber lo que vas a retratar, es igual a la escritura automática. Tú tomas la decisión documental en fracción de segundo. Es surrealismo en acción.

Joven bajo una cascada en la montaña de Sorte. LEO ÁLVAREZ

El viaje a Chuao

En junio de 2006, Leo visitó el pueblo de Chuao, en la costa de Venezuela, para fotografiar a los Diablos Danzantes del Corpus Christi. Es una tradición que practican varias cofradías del país. Sus practicantes portan elaboradas máscaras diabólicas y salen a bailar para después arrodillarse ante el altar.

Tal y como le ocurrió con la montaña de Sorte, en un inicio, Leo quería tomar imágenes para un proyecto sobre la religiosidad venezolana, pero la complejidad del lugar lo sedujo. Por eso, 10 años después inició un trabajo de largo alcance sobre el poblado.

Enclavado entre el Caribe y el Parque Nacional Henry Pittier, una zona selvática, Chuao carece de acceso terrestre. Todo el que llega, lo hace en peñero. Fue en el año 2022 cuando sus habitantes pudieron empezar a disfrutar del internet. Aunque sea una localidad pequeña, su cacao es de relevancia mundial desde tiempos coloniales. Además, dos de sus tradiciones más importantes, los Diablos Danzantes y las fiestas de San Juan Bautista, han sido reconocidas como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.

Diablos Danzantes en Chuao. LEO ÁLVAREZ

Leo conversó con muchos de los Diablos Danzantes. Es parte de su proceso. Ha asistido también a las fiestas de San Juan. Cada visita, involucraba nuevos contactos. Parte de su proyecto implica conocer la cotidianidad, por lo cual es necesario sentar relaciones. Desde 2016, ha realizado cuatro o cinco viajes anuales.

 “Yo no trabajo para una foto, trabajo para series”, explica el fotógrafo. “Y cuando tú extraes una foto en solitario, te tienes que enterar que forma parte de un trabajo. Tienes que contextualizar dónde ocurren las cosas para que la gente que no conoce estas realidades, o estas historias, pueda ubicarse en el tiempo”.

En una ocasión, Leo retrató en Chuao a una mujer que cortaba las hojas de una planta de plátano, las cuales se utilizan para cubrir al cacao. Cuando se le agotó el rollo, ella se empezó a reír de él y paró la actividad. Mientras ambos se carcajeaban, oyeron un grito: “¡No se muevan!”. En la planta había una culebra mapanare, conocida por su potente veneno. Controlado el reptil, Leo fotografió a la recolectora junto a la serpiente.

Mujeres de Chuao muestran una serpiente. LEO ÁLVAREZ
Niños juegan en las rocas en Chuao. LEO ÁLVAREZ
Pescadores faenando en la costa de Chuao. LEO ÁLVAREZ

Leo pasó a ser un habitante más del pueblo. Todos sus habitantes lo reconocen. Algunos incluso le han abierto las puertas de sus casas. Así ha podido fotografiar a una madre amamantando a su hijo, o a los pescadores artesanales en su faena. Todas esas instantáneas vienen preparándose actualmente para un libro que, con suerte, verá luz a finales de 2023.

Cierto día, en la playa de Chuao, Leo presenció la forma en la que los automóviles llegan al pueblo: varias personas disponen el vehículo entre dos lanchas, y acompañan el trayecto para asegurarse de que el coche no caiga al agua. Luego, lo cargan hasta la calle asfaltada. Para los encargados de la operación, es algo común, pese a que no ocurre a diario. El fotógrafo quedó atónito ante esa escena. Sus imágenes no buscan disimular el asombro. Entre el cielo raso y el infinito del Caribe, los sujetos se ven como aventureros de una novela. Puro realismo mágico.

Periodista y fotógrafo. Colaborador de medios como Prodavinci.