Artes

Iván Ayón-Rivas, la promesa de la ópera que vino del Perú

Es uno de los tenores más solicitados del momento, pero tiene los pies en el suelo: “Lo quiero hacer mejor, pero sin correr”.

Tokio
El tenor peruano Iván Ayón-Rivas, en la ópera 'Rigoletto' en el New National Theatre de Tokio. RIKIMARU HOTTA

Con una agenda repleta hasta 2026, Iván Ayón-Rivas (Piura, Perú, 1993) atiende a COOLT en Tokio con una amplia sonrisa y muy buen humor en las horas previas al estreno del Rigoletto de Verdi en el New National Theatre de la capital japonesa, donde interpreta al duque de Mantua.

A sus 30 años recién cumplidos, este tenor peruano, que se inició en la música cantando rancheras con su padre, ya se ha labrado una carrera llena de éxitos y reconocimientos en el mundo de la ópera.

Ingresó a edad temprana en el Conservatorio Nacional de Música, en Lima, donde estudió canto con la maestra María Eloísa Aguirre. Después, en 2013, llegó su triunfo en el prestigioso Concurso Nacional Peruano de Canto Lírico, que le abrió las puertas de la escena operística de su país y anticipó otros reconocimientos, entre los que destacan el premio Luciano Pavarotti obtenido en 2015 o el del certamen de canto Operalia de 2021, fundado por Plácido Domingo para distinguir a los nuevos talentos de la ópera.

Establecido en Italia, donde ha seguido formándose de la mano de figuras como el barítono Roberto Servile, el intérprete ha pisado escenarios de primer nivel: desde La Scala de Milán hasta la Ópera Estatal de Viena, pasando por el Liceo de Barcelona. Su habilidad técnica y profundidad emocional han hecho de él un artista muy solicitado, pero, a pesar de esta carrera meteórica, Ayón-Rivas tiene los pies en el suelo y el corazón en su Perú natal.

- En Perú se representó la primera ópera de América, La púrpura de la rosa (1701), que tuvo una gran repercusión en toda la región. ¿Cómo está el panorama ahora?

- Está mejorando muchísimo la gestión. La Municipalidad de Lima está apostando mucho más por la cultura, y para mí supone una gran felicidad llegar ahí. La última vez que estuve haciendo un concierto, vi que había prosa en el Teatro Municipal, un concierto sinfónico coral en el Teatro Nacional, un concierto de cuarteto de cuerdas en la sala más pequeña del Teatro Segura, ballet en la sala mayor... Y las cuatro salas estaban llenas.

- Otra cosa quizás no, pero al Perú no le falta cultura…

- Exacto: cultura tiene, y hasta para regalar. Y ahora se están dando cuenta de que la música académica está yendo muy fuerte, y se está recobrando esa tradición y ese poder que tenía en los años veinte y treinta del siglo pasado.

- De hecho, su país ha sido cuna de célebres tenores como Alejandro Granda Relayza. ¿Se siente heredero de esa tradición, siente una cierta responsabilidad?

- Mucha responsabilidad, porque los tenores peruanos han marcado un hito en la historia de la ópera. Alejandro Granda fue el primer gran tenor peruano en los más grandes teatros y uno de los primeros de color. No era negro, pero era muy oscuro de piel, y entonces las críticas de la época todavía decían: “El tenor peruano, muy bien acogido por el público, con una voz tan grande, etcétera, etcétera... Lamentablemente, el color de la piel…”. Después de él vinieron Luis Alba, Ernesto Palacio, Juan Diego Flores... Sentirse un poco heredero de esta tradición de tenores es una responsabilidad muy, muy fuerte.

Iván Ayón-Rivas interpretando 'Tutto parea sorridere' en el Bolshói, en 2021. YOUTUBE 

- ¿Es cierto que cuando se fue a vivir a Italia, en 2015, cantó con grupos de mariachis para poder pagarse los estudios?

- Sí, los fines de semana. Iba con un grupo de mariachis en Milán y trabajaba con ellos viernes, sábado y domingo para comer, para poder pagar el alquiler. Gracias a Dios, jamás pagué una lira en clases de canto: mi maestro siempre, desde que llegué, me tomó como un hijo, y eso fue una gran fortuna.

- Las hemerotecas recuerdan una actuación estelar suya en el Festival de Ópera de Las Palmas de 2020. 

- Creo que ese L’elisir d’amore en Las Palmas fue una catapulta a una carrera más internacional. Justamente antes de eso venía de hacer I Capuleti e i Montecchi en el Teatro de la Ópera de Roma, donde me fue muy bien, una gran producción con Daniele Gatti. Esa fue, digamos, la confirmación de que estaba haciendo las cosas bien en Italia, y a partir de L’elisir en Las Palmas me hice conocer en el extranjero. Público más bonito que el que el español no he encontrado hasta ahora, aparte del peruano. Lo mismo pasó cuando gané el concurso Tenor Viñas en Barcelona, o cuando actué en el Teatro Real de Madrid. El público español siempre ha sido muy grato para mí.

- Ahora se enfrenta al público japonés en Tokio con Rigoletto, pero ¿cuál diría que ha sido hasta la fecha su mayor desafío?

- Aparte del debut, mi mayor desafío ha sido hacer Eugene Onegin en Viena. Jamás había cantado en ruso, era una ópera completamente nueva y un teatro nuevo y muy importante. Fue un desafío que pasé con nota, con nota alta.

- ¿Cómo se prepara estos papeles?

- Son preparaciones de meses y meses. Mi agente me da el calendario prácticamente un año antes, entonces, yo ya sé lo que tengo que hacer hasta 2025-26, veo las óperas que tengo que estudiar. Lamentablemente, con Onegin no tuve tiempo de estudiar, porque venía de cosas nuevas, debuts en teatros importantes. Dispuse solo de un mes para trabajar, pasé muchos nervios, apuro y todo lo demás, pero, gracias a Dios, llegué a las funciones y estaba preparado al 100%. Lo más bonito fue sentirme decir de rusohablantes que no se me sentía un acento fuerte, que entendieron todo... Eso fue muy bonito.

- Abordar diferentes personajes en periodos de tiempo relativamente cortos debe ser complicado. ¿Como lo hace?

- Me preparo más que nada vocalmente: frase por frase. Primero me estudio todo “a oreja”, la melodía y la música, naturalmente, para acordarme de las palabras y todo lo demás. Después de eso viene un trabajo muy arduo: frase por frase, compás por compás. Vocalmente la voz tiene que estar girada... Me puedo pasar un día entero en un solo, en una sola frase, buscando la perfección de cada palabra.

El tenor peruano Iván Ayón-Rivas. CORTESÍA

- Ahora que se refiere a la voz, ¿cómo la cuida?

- Hay que seguir tres cosas: dormir bien, no comer cosas pesadas que causen reflujo gástrico y cantar con técnica, porque uno puede terminar cansado no vocalmente, sino físicamente. La técnica da esa posibilidad de que las cuerdas vocales se puedan cansar pero no malograrse. Eso se consigue con mucho estudio. Ahora tengo dos producciones seguidas, pero después de cada producción trato de descansar una semana. Descansar entre comillas, porque reposo un par de días y después comienzo a estudiar. Esa es la cosa más importante, conservar esa técnica.

- Sabiendo que usted es un gran aficionado al futbol, no puede gritar muchos durante los partidos…

- (Risas) Este es un problema, es un problema... Desde pequeño simpatizo por la Juventus, y desde mi llegada a Italia me volví mucho más fanático. Del Piero, para mí, es una eminencia del fútbol mundial. En Perú soy seguidor del Universitario, desde que estaba en la barriga.

- ¿Cómo se adapta a los diferentes directores, con sus distintos modos de trabajar y estilos?

- Normalmente eso se gana con la experiencia, aunque tuve, como se dice en Perú, la viveza de estudiar un poco de dirección de orquesta. Seguí mucho a un gran amigo, Matteo Pagliari, y aprendí de él diferentes gestos, diferentes formas de ver las cosas. Desde mi primera producción en Italia, que fue La favorita en Venecia, me encontré muy bien con casi todos los directores. Siempre aprendo algo nuevo, me gusta su trabajo, y justo ellos son con los que mejor me llevo de una producción.

- Y eso le da una ventaja con respecto a otros intérpretes…

- Sí, ver la música o la ópera desde el punto de vista de un cantante es siempre muy cerrado, muy limitado. Ver las cosas desde un punto de vista 100% musical o como un intérprete es mucho más provechoso. Yo veo al cantante como a un violinista: hace algo muy interno de la música que está escrita en la partitura, y la interpreta con un sentimiento personal al público, pero no utilizándola para su propia conveniencia, como así han hecho alguna vez los cantantes del pasado, que introducían variaciones. Hacer cambios en la partitura es una falta de respeto grande al autor, siempre y cuando no haya una conversación previa con el director de orquesta. Si hacemos algo tradicional, debe ser sin irnos muy lejos de lo que ha escrito el autor.

- ¿Cómo está siendo su experiencia con Rigoletto y qué aspectos de su interpretación espera destacar en Tokio?

- Me encuentro muy bien en esta producción porque trabajar con [el director de escena] Emilio Sagi y con el maestro [Maurizio] Benini es una experiencia muy enriquecedora. En la interpretación quiero resaltar, especialmente en el aria del segundo acto, esa falsa humanidad que tiene el duque de Mantua. Quiero aprovechar todos los colores y matices del personaje para que no sea todo muy lineal.

Iván Ayón-Rivas (izq.), como el duque de Mantua, en 'Rigoletto'. RIKIMARU HOTTA

- ¿Cómo integra la actuación en su trabajo?

- En Rigoletto digamos que es fácil pero a la vez difícil. Es fácil interpretar a alguien como el duque de Mantua, alguien muy carnal, pero que suene verdadero es más difícil. Aprovechar los sentimientos guardados y las experiencias personales puede ser algo muy provechoso, pero entonces terminas con el corazón destrozado. Creo que eso es lo más complejo, meterte en el personaje. Y la virtud vocal no se ve solo en los agudos o en las coloraturas que uno hace para enriquecer la ópera; se ve también en cómo uno da ese toque personal en la interpretación, en lo actoral. Estamos en una época donde tienes que ser creíble. Tenemos que ser actores, es algo muy complicado, pero muy, muy satisfactorio.

- ¿Cómo definiría entonces el éxito en la ópera y cómo lo ha medido en su propia carrera?

- Es muy difícil de decir, ahora mismo estoy en un nivel peligroso…

- ¿Peligroso?

- Peligroso porque estoy entre el comienzo y esos dos pasos que me faltan para llegar al star system, donde están los mejores intérpretes. El poco éxito que he podido tener hasta ahora ha sido gracias a la paciencia; y al no apasionarme por la ópera sino apasionarme por la técnica y por el canto, que es muy distinto. Lo que hago lo quiero hacer bien. Y en cada Rigoletto lo quiero hacer mejor, pero sin correr. Cada cosa a su tiempo, pero bien hecha.

- Por trabajo no será: decía antes que tiene planes hasta 2026…

- Pues ahora regreso a Las Palmas a hacer Rigoletto. Luego tengo Los cuentos de Hoffman en Sídney, Rigoletto en Chile, Otelo en Viena, Hoffmann otra vez en Venecia y termino este año con La Bohème en Bari.

- ¿Sin vacaciones?

- Sin vacaciones: tengo un mes entre Chile y Viena, pero lo voy a utilizar para estudiar.

Periodista. Corresponsal de la región Asia-Pacífico para el diario El Punt-Avui.