Artes

Edgar Plans, arte para el mundo real y virtual

El pintor español es uno de los creadores emergentes más cotizados, con un pie en el mercado digital. “Soy un clásico en mi trabajo”, dice.

Detalle de una de las pinturas del artista español Edgar Plans. CORTESÍA

Pongamos la mirada en la trastienda del arte, que es, como ya imaginarás, el dinero.

Cuando al artista le falta dinero, no siempre hay marchantes a mano, ni coleccionistas, ni lugares donde exhibir un cuadro. Pero al artista le falta dinero. ¿De dónde sacará la pasta? Sin dinero, no hay materiales. Y sin materiales, no hay obra que crear para luego ser vendida, por marchantes, a coleccionistas con más o menos sensibilidad, interés, conocimiento, con más o menos dinero.

Este círculo vicioso viene siendo el motor engrasado del mundo del arte desde hace siglos. Desde el último lustro, las redes sociales se han convertido en otra herramienta fundamental, diría imprescindible, para un sinfín de artistas —o sus representantes— cuando han de mostrar el resultado de su trabajo más allá del taller, ahí fuera, en todo el mundo. Real o virtual.

Algo de ese cuento le ha pasado a Edgar Plans, pintor y escultor nacido en Madrid en 1973, aunque criado en Gijón, ciudad costera del norte de España. Como cualquier artista con vocación, Plans ha pasado la mayor parte de su vida dedicado en cuerpo y alma a su trabajo: pintar. Encerrado en su estudio desde primera hora, con su música y su café, buscando color a sus ideas, trasladando bocetos al lienzo o al papel, hallando salida para sus creaciones, esperando una llamada, de su galerista, una venta, una nueva exposición, otra feria. Londres, Barcelona, Lisboa, Corea... A base de rutina y esfuerzo fue desarrollando su carrera. Como cualquier profesional.

En la actualidad, el artista sigue ofuscado con lo que mejor sabe hacer. Pintar. La diferencia con respecto a sus últimos años es que, en 2022, Edgar Plans cuenta con un equipo de al menos 11 personas, quienes, lejos de su estudio de Gijón, trabajan para introducir su trabajo en espacios donde el arte es solo una pieza más del complejo engranaje de los negocios (reales y virtuales) que hoy mueven el mundo. Plans aparece en la revista Forbes, y es apreciado como estrella del arte pop —atendiendo sus redes sociales se pueden ver los últimos trabajos, como un encargo de la NBA para celebrar sus 75 años de vida y, al mismo tiempo, limar asperezas en el mercado chino—. Un mundo que él ya no puede controlar, donde — según el portal Artsy— desde 2019 es uno de los artistas emergentes más cotizados y demandados en ferias de arte de todo el planeta. Real o virtual.

Y debido a este despegue triunfador, en buena parte impulsado desde la red tejida en internet, lo que en otras circunstancias habría sido una entrevista cara a cara en su estudio de Gijón, reposada y cercana, hubo de convertirse en una entrevista/cuestionario enviado por correo electrónico. Lo recibió su asistente de medios, quien se lo reenvió a Plans para que él contestase ese correo electrónico, sacando ratos libres de su apretada agenda en Nueva York. Le pedí respuestas sobre su vida de pintor del siglo XXI.

Edgar Plans, con uno de sus característicos personajes. CORTESÍA

¿Quién es Edgar Plans, realmente?

La respuesta detallada probablemente no quepa en este artículo. Pero, buceando en la web del artista, cualquiera podrá conocer su taller, sus pinceles, sus trabajos y logros. Incluso aparece él mismo retratado en plena faena. Dibujando con la mano izquierda. Al pinchar en su biografía y tras un par de párrafos, el carácter de Edgar se intuye cordial, sincero, cercano.  

En el cuestionario que recibo desde Nueva York, Plans responde de manera sucinta y apresurada a determinadas preguntas. No a la cuestión sobre su afición al arte urbano, que disfrutó en persona siendo adolescente: “Mis intervenciones en la calle eran a modo de textos, pequeños dibujos... En las paredes me gustaba expresar mis opiniones y pequeñas ilustraciones más que grandes piezas. Pero recuerdo mi primera obra en la pared de un patio donde representé en un edificio a todos mis amigos. Una pieza que ya no existe y tampoco teníamos móviles con cámara para poder documentarla”. En sus palabras se pueden distinguir los múltiples planos de un artista que ha vivido el cambio de siglo como si se tratara de un rito de paso: el arte en la calle es pasado, amistad, inocencia, combinadas hoy con presente tecnológico, posteridad, momento registrado.

La libertad del niño y la técnica adquirida y ejercitada del adulto son claves en cualquier proceso creativo. Lo sabe John Zorn cuando destroza composiciones de jazz con su saxofón, precisamente porque sabe tocar de maravilla el instrumento. Lo supo Picasso, quien también improvisó magistralmente con sus pinceles… Plans parece haber retenido a conciencia ese estado básico del sentir, del actuar y el pensar, el de los impulsos y las fantasías infantiles: “Es muy importante ser tú mismo delante de un lienzo. No tener miedo a expresar tus sentimientos. Yo soy como un niño grande que le gusta divertirse creando, y trato de dar un sentido optimista y colorista a los temas actuales que son bastante graves y dramáticos”.

'My little artist', de Edgar Plans. CORTESÍA

Respecto a sus primeros años de carrera artística, Plans explica: “Mis inicios fueron como los de la mayoría de jóvenes artistas. Buscaba exponer mi trabajo en cualquier lugar. Hice exposiciones en un espacio como una capilla, cafetería, tienda..., y al final llegó mi primera exposición colectiva en una galería de arte de mi ciudad, en 1998. A nivel institucional apenas he participado o recibido ayudas. Mantengo buena relación con los artistas con los que he crecido exponiendo y compartiendo espacios. Siempre intento ayudar en lo que puedo al arte emergente. Soy coleccionista de obras centrado en esta generación y es una manera de apoyarlos. También les presento a galerías que conozco a nivel internacional”.

Su actual estatus ayuda a que Plans tenga presente ese momento en el que su trayectoria llegó a un punto clave, un hito en el que todo empezó a cambiar para él: “Un cambio a nivel de mercado fue en 2018, en mi primera aparición en una feria en Seúl, gracias a la idea de Ferrán Llosa, director de Pigment Gallery. Fue un rotundo éxito. La gente en Asia empezó a conocer mi trabajo. Un trabajo que les impactó y gustó. A partir de ahí, la demanda en el marcado asiático es enorme”.

Dibujo a lápiz de Edgar Plans. CORTESÍA

Edgar Plans en el mundo virtual

Su nombre es fácil de pronunciar en cualquier ciudad del mundo. Y de escribir. Eso juega a su favor. Haz la prueba. Si pronuncias o tecleas “Edgar Plans” en un buscador de internet, acudirán a su vera los términos NFT, Lil’ Heroes, Animal Hero, subasta, etc… Si lo buscas en su cuenta de Instagram, lo verás dibujando sus célebres y cotizados muñecos con orejas de ratón, o hablando ante la cámara sobre las diferencias entre villanos y héroes, reales y ficticios. ¿Le ha ayudado internet a ampliar su campo de trabajo creativo? “La verdad que no”, responde el artista por correo. “Soy un clásico en mi trabajo. Pintura y dibujo. No tengo siquiera internet en mi taller”.

Plans juega a separar ambos mundos, real o virtual, aunque lo cierto es que su transición de uno a otro viene manifestándose progresivamente en hechos y noticias googleables. Y también a través de sus propias respuestas: “En mi trabajo como artista me es imposible delegar. A mí me gusta hacer todo el proceso de mi trabajo. Desde la tela y su montaje en el bastidor hasta finalizarla. He tenido que aprender a delegar cosas en este campo de NFT. Tener un equipo de confianza es indispensable y lleva tiempo crearlo”.

El mundo virtual venía sirviendo de escaparate global, de ventana promocional hasta que, un día cualquiera de 2017, se comenzó a hablar de los NFT. Sin meternos en berenjenales, pensemos en berenjenas.jpg, en monos pixelados, en vídeos hechos cromos, o incluso en tuits especiales, y pongámosles precio en el mundo virtual. Esos son los tokens no fungibles (NFT), activos digitales que han revolucionado el mercado artístico, pues permiten revalorizar productos o bienes culturales que hace cinco años poblaban la red de forma gratuita y baladí.

Un dibujo de un Animal Hero de Edgar Plans se encuentra en internet sin mayor problema. Cualquiera que sepa buscarlo en alta resolución podrá imprimirlo, enmarcarlo y colgarlo en su sala de estar al lado de la reproducción que ya tiene de El grito de Edvard Munch. Sin embargo, un coleccionista interesado en Edgar Plans puede comprar obra original virtual, que no sea lienzo, dibujo o escultura. Puede comprar una obra digital suya y hacerla datos, NFT, a través de Blockchain, un espacio encriptado para ejecutar transacciones con moneda virtual como el Bitcoin. Siguiendo la lógica del mercado del arte tradicional, un NFT será más caro cuanto más deseado y codiciado sea por sus fans. Edgar Plans anunció a finales de 2019 su aventura en el mundo NFT. De la mano de las empresas Exile y Curatible se lanzó al metaverso o, como dicen en el mundillo, entró en la madriguera (como hiciera Alicia en su país de las maravillas) con muy buen pie. Esto ocurría hace apenas unos meses. Le pregunto si le resulta muy distinto el mundo tradicional de las galerías al de los nuevos marketplaces y el mercado NFT, y Plans responde rotundo, pero escueto: “Totalmente. Desde el espacio expositivo al tipo de coleccionista”.

En febrero de este año, el artista y las empresas anunciaron al mundo el nacimiento de Lil’ Heroes, una colección virtual de 7.777 NFT únicos, más de 150 atributos y 50 obras de arte inéditas. Ya están agotados. Le pregunto por la cifra, por su extravagancia. Me responde que es el número que se usa para realizar series con más frecuencia en NFT. Yo busco en internet, y en numerología simboliza el renacimiento del espíritu; es un número lleno de energía. Un despertar. Necesito volver a lo mundano...

Personajes de 'Lil' Heroes', la colección de NFT creada por Edgar Plans. CORTESÍA

Le pido por escrito que reflexione de qué manera ha extendido la pintura a otros campos artísticos. Le pido que piense en todo lo que conlleva ese trabajo de diseño, en el cine, en el entretenimiento…, pues también se ha anunciado recientemente que Exile Content Studio lanzará una serie de animación de Lil’ Heroes, dibujos animados de las criaturas de Edgar Plans, en la que está colaborando nada menos que la estrella de la NBA Carmelo Anthony (Edgar Plans es un confeso aficionado a la canasta). Le pregunto por su participación creativa en toda esta cadena de producción. “Yo estoy en la base, desarrollando y creando los diseños. Elaboro y creo los bocetos y dibujos de los personajes para todos los proyectos”. En realidad, Plans me está demostrando con palabras que él es un artista, y que la claridad y la fascinación con la que sus dibujos, cuadros, esculturas sean presentados en Instagram o en una plataforma digital de contenidos son tan valiosas como la pericia que el propio artista deposite en su tarea de pintar y dibujar. Pero eso ya no es cosa suya. “Sigo con mi estuche de lápices y pinceles como compañeros de trabajo. He intentado pintar en la tablet, pero no me acostumbro, lo veo muy artificial y frío. No se aprecia la presión en el papel, ni el sonido de los pinceles sobre el lienzo, o las vibraciones que producen dichos pelos de cerda o el grafito al pasar por distintas superficies y texturas”.

Bill Gates y unos monos

“Obviamente, las costosas imágenes digitales de monos mejorarán enormemente el mundo”. Son palabras pronunciadas en un evento en Berkeley, California, organizado por TechCrunch. Salieron de la boca de Bill Gates, el fundador de Microsoft, el gigante que transformó el mundo a la vuelta de siglo. Aparecieron en mi ordenador por mediación de un algoritmo mientras me documentaba para la elaboración del cuestionario que estaba a punto de enviar al correo de Plans. ¡Qué palabras! ¿Es cinismo, es ironía lo que les mete dentro Bill Gates? ¿Acaso es importante averiguarlo? ¿Es Bill Gates alguien autorizado para hablar bien o mal del rumbo del mundo? La opinión que le merecen no ya el gurú de la informática o sus palabras, ni el arte, sino el mundo digital, el metaverso, la vida virtual, cierra el dichoso cuestionario con el que Edgar Plans, su asistente y yo bosquejamos este amago de entrevista, este encuentro indirecto y virtual encargado por esta revista digital que ahora tú estás leyendo en una pantalla de plasma.

Plans responde tal que así:

“Es algo que será parte de nosotros. Yo veo un mundo totalmente digital, con tu avatar para moverte por él. Tanto para entretenimiento, socializar e incluso para el trabajo o el día a día”.

En Gijón nos conocemos todos, bueno, casi todos. Es una ciudad pequeña y poco poblada, salvo en verano. Ojalá me encuentre a Plans por la calle antes de que mi avatar entreviste al suyo en una sidrería virtual repleta de monos digitales vestidos de camareros. Si el encuentro ocurre en vida real, le chocaré esas cinco con la mano izquierda y muchas ganas. Yo también amo el baloncesto.

Periodista y cineasta. Ha dirigido los documentales AsturianUS (2006) y Corsino, por Cole Kivlin (2010). En 2020 comisarió junto con James D. Fernández la exposición Emigrantes invisibles: españoles en EE UU (1868-1945), organizada por la Fundación Consejo España-EE UU. Autor de la novela La Plaza. Confesiones de un bar musical (2022).