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Las pistas de Magdalena Reyes hacia la felicidad

La filósofa y psicóloga uruguaya publica ‘Así está bien’. Un viaje por las ideas de Platón, Aristóteles y compañía que nos pueden ayudar a vivir mejor.

La filósofa y psicóloga uruguaya Magdalena Reyes. CORTESÍA CARLOS CHINO PAZOS (@CHINOPAZOS) / WWW.ZONABARRIOS.UY

A la hora de comenzar a rastrear estas pistas hacia la felicidad, como en algunos chistes, tenemos una noticia buena y una mala.

Empezamos por esta última para que nadie se lleve a engaño: “(…) Con el bien y la verdad sucede lo mismo que con la libertad y la felicidad: jamás podremos gozarlas plenamente. Siempre va a existir alguna condición, obstáculo o límite que nos impide ser completamente felices y libres. Mas ¿es esta una razón válida o suficiente para dejar de desear ser un poco más felices y libres?”.

Si han respondido “no” entonces tenemos una muy buena noticia. Viene en forma de libro y se titula Así está bien (Aguilar, 2021). Lo ha escrito la filósofa y psicóloga uruguaya Magdalena Reyes (Montevideo, 1970) y la cita es suya. Pueden quedarse, pues, hasta los más beligerantes lectores de la sospecha que hayan sacado las garras al leer felicidad en un título, porque esto no es autoayuda ni lo pretende. Si alguna palabra pudiera definir aquello de lo que aquí se va a tratar, esta sería “autoconsciencia”, algo que tiene mucho que ver con la filosofía y con la historia de la filosofía desde que el “Conócete a ti mismo” presidiera como una condición previa el templo de Apolo en Delfos y la máxima se atribuyera a diversos filósofos de la Antigüedad, Sócrates entre ellos. Atravesando ese umbral, adentrándose en el conocimiento de uno mismo, sus carencias y deseos es como se avanza en el conocimiento y reconocimiento de la felicidad. Por ahí comienza el recorrido.

La felicidad, ¿cuarto y mitad?

A veces confundimos nuestros deseos (incluso nuestros caprichos) con la felicidad misma. Es normal y es incorrecto: “Sabemos lo que es la felicidad porque sentimos el bienestar que ella nos proporciona al experimentarla (…). Como conocemos el bienestar que la felicidad nos genera, nos interesa mucho descubrir cual es el medio más eficaz para conquistarla”, escribe Reyes. A menudo se toma el medio por el fin y, en nuestro deseo de objetivarla, mercadeamos, regateamos con la felicidad y hacemos cuentas y cálculos inútiles con ella como si se pudiera encontrar y comprar en los anaqueles de un supermercado. La filosofía viene a veces a recordar lo obvio: “La felicidad no es un objeto comercializable cualquiera: nada ni nadie puede garantizarnos que funcionará adecuadamente por una cantidad determinada de tiempos”, recuerda Magdalena Reyes. ¿Solución? La autora le da una vuelta a esa frase de Sartre que dice que “la felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace” e insta a examinar seria y sinceramente, si lo que deseamos es necesario para maximizar nuestro bienestar. Si así es, lo elegiremos conscientemente y es entonces cuando pondremos en marcha los mecanismos para satisfacerlo porque: “la felicidad no se halla en la satisfacción de cualquier deseo, sino en el cumplimento del deseo que uno elige conscientemente”.

Deseo y posesión son excluyentes

Si antes Sartre venía en nuestra ayuda, ahora es Platón quien con sus mitos sigue explicando el mundo del siglo XXI. A Magdalena Reyes, que es poeta además de filósofa y psicóloga, le interesa mucho el filósofo griego por sus deslumbrantes alegorías e imágenes. Una de ellas la relata por boca de Aristófanes en su obra El banquete. Allí se cuenta como los seres humanos, al principio, eran esféricos con cuatro brazos y piernas y dos cabezas: completos, redondos. Tan seguros de sí mismos y endiosados estaban que se atrevieron a retar al mismo Zeus, lo que acabó levantando su furia. Los partió con un rayo, los dividió y desde entonces los seres humanos vagan/vagamos eternamente insatisfechos y anhelantes, deseando esa otra mitad o cualquier cosa que vuelva a restablecer la completitud perdida. El mito se usa para explicar el amor, pero también la frustración eterna de algo externo y anhelado donde depositamos nuestra esperanza de felicidad. No va a pasar; a pocos años que tengamos ya sabemos que la posesión solo llama a la posesión, no a la felicidad.

'El banquete de Platón', Anselm Feuerbach (1874). ARCHIVO

Emoción y razón no son un asunto a cara o cruz

Es un falso dilema plantearlo en estos términos, en el que mucho tuvieron que ver los padres de la filosofía en Occidente. Platón, con sus dualismos cuerpo/alma o mundo sensible frente a mundo inteligible, unido a la lógica binaria que asentó Aristóteles tuvieron como resultado que “el razonamiento binario fue decantando y afianzándose en la cultura occidental”. En el camino hacia la felicidad hay que contar con la emoción y la razón como una pareja que juega a tenis en dobles o que baila un vals —son imágenes de Magdalena Reyes—. Las emociones señalan, indican y apuntan mientras que la razón es el filtro que pasamos para saber qué sentido tienen y cómo manejarlas. Parafraseando la frase del teólogo y humanista alemán Tomás de Kempis, se podría decir que las emociones proponen y la razón dispone. A la hora de la felicidad necesitamos el pack completo.

No tomar nunca la desgracia ni la fortuna como absolutas

Es lo que concluye Magdalena Reyes al final de un cuento que se sale de la mencionada lógica binaria occidental y sirve para ilustrar muy bien que hay una tercera vía, la del tao, la que se opone y supera a las opuestas del ying y el yang y que evita que nos quedemos paralizados ante la desgracia o extasiados huecamente por el éxito. La leyenda cuenta la historia de un campesino que vivía con su hijo en una zona rural china y un caballo que les ayudaba a labrar las tierras. Un día el caballo se escapó y los vecinos se acercaron consternados. El anciano les dijo: “¿Quién sabe qué es lo malo y lo bueno?”.  Al poco tiempo el caballo regresó en compañía de otro caballo y todos se alegraron hasta que, a los pocos días, intentando domar el caballo, el hijo se rompió una pierna. El viejo sabio hizo la misma pregunta y así continúa la historia y la vida, con sus alegrías, tristezas y terceras vías: un camino que hay que tener en mente y saber explorar a la hora de buscar la felicidad.

'Caballo y mozo', Zhao Mengfu (c.1300). ARCHIVO

Ponlo en palabras

En Así está bien, la autora cuenta los resultados de un proyecto llevado a cabo en centros penitenciarios que acercaba los grandes clásicos de la literatura a los reclusos. Una vez fuera, el nivel de reincidencia de quienes habían participado en ellos era significativamente menor. No se trata de trazar una línea recta entre la lectura o la cultura y la bonhomía —de nuevo sería una falacia cuya falsedad quedó repetidamente de manifiesto en el transcurrir del siglo XX—, pero sí de constatar que la riqueza de vocabulario y la apertura de mente que proporciona la lectura proporcionan buenas herramientas de cara a la “adaptación al entorno social y, muy especialmente, para el manejo de la tolerancia a la frustración (…)”. A veces lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa y, además, creemos que solo nos pasa a nosotros. Pero el mundo es lo suficientemente viejo y ancho como para que algún ser humano en algún momento haya sentido eso mismo y lo haya expresado. Definir el malestar es clave a la hora de erradicarlo, igual que es más sencillo encontrar algo —la felicidad no es una excepción— si se sabe expresar, poner en palabras lo que se busca.

La felicidad no es un pastel

En las últimas páginas del libro Reyes subraya un fenómeno muy interesante: el cambio en la percepción de la felicidad. En la antigua Grecia estaba ligada al bien y más concretamente al bien común, como corresponde al zoon politikon del que habló Aristóteles. Para este filósofo el ser humano es un ser social, político, “dependiente de los otros —con quienes convive y coopera dentro de su comunidad— no solo para subsistir sino también, y más importante aún, para tener una vida buena y feliz”. Con el paso de los siglos, esta concepción varió: no solo se dejó por el camino la llamada a la cooperación, haciéndose de la felicidad un asunto privado, sino que “el bien común a todos, tan de Perogrullo en la Antigüedad, es progresivamente percibida como una amenaza contra el goce de la libertad y la felicidad individuales”. Como si fuera un pastel finito, acabable, en el que cuanto más grande sea la porción del vecino más pequeña será la mía. A la felicidad bien puede aplicarse lo que Mijaíl Bakunin (filósofo y sociólogo ruso del XIX) afirmaba de la libertad y que Magdalena Reyes recuerda en Así está bien: “La libertad ajena amplía mi libertad al infinito”.

'Cicerón denuncia a Catilina', Cesare Maccari (1888). ARCHIVO

“¡Tú puedes!”. Pues, mira, no siempre se puede

Reyes denuncia con contundencia la peligrosa cultura del  “tú puedes” que califica como mentirosa y peligrosa. En un contexto meritocrático en el que el éxito y la felicidad dependen supuestamente de cada uno se acalla cualquier crítica a un sistema que abandona, desprecia y culpabiliza a quienes no aprovechan sus oportunidades, por decirlo con el mismo idioma. “Superada la esclavitud (al menos en su sentido más literal), la meritocracia, el individualismo y el consumismo exacerbados han dado a luz una nueva clase social: la de los perdedores, débiles y fracasados”. Porque no, no siempre se puede y no, no todo es achacable al individuo fracasado, resentido e inadaptado. “No, no siempre podemos. Y —como muy oportunamente recuerda Magdalena Reyes— cuando sí podemos, no es exclusivamente por mérito propio, sino también por la cooperación de otros que colaboran (a través del amor, la contención, el cuidado y la educación en la adquisición de herramientas que necesitamos para forjarnos una vida más exitosa y significativa”.

Periodista cultural. Colaboradora de medios como La Maleta de Portbou, El Salto y La Marea o de las revistas Diseño Interior y La Aventura de la Historia, con temas que van desde la filosofía y la poesía hasta la arquitectura y el diseño. Es autora de la novela La otra vida de Egon (2010) y los libros de relatos Siete paradas en el país de las sombras (2005) y La carretera de los perros atropellados (2012).