Los misterios sin fin de Elena Fortún

De maletas con manuscritos inéditos a novelas sáficas olvidadas: la leyenda de la creadora de la saga ‘Celia’ no deja de agrandarse.

La escritora española Elena Fortún. ELENA CANTÓN
La escritora española Elena Fortún. ELENA CANTÓN

Es posible que Anne Marie Hugh no fuese consciente del valor real que tenían los papeles que su suegra fallecida había dejado en su casa de Nueva York. Aunque sabía que la madre de su marido había sido una escritora de literatura infantil reconocida, se los dio a la investigadora Marisol Dorao sin pedir nada a cambio. No habían tenido una buena relación: que aquella maleta que los contenía no hubiese terminado en la basura fue un milagro. Tiempo después los reclamó, pero esta historia de misterio había avanzado demasiado como para que pudiese hacer algo con ellos. Aquellos textos ya pertenecían a otras personas: los y las lectoras de Elena Fortún, la famosa creadora de la saga de novelas de Celia.

La investigación sobre la vida de Encarnación Aragoneses Urquijo, alias Elena Fortún, podría llegar a ser un libro de género detectivesco. ¿Acaso no es fascinante que una profesora de universidad casi jubilada viaje por el mundo siguiendo el rastro de una escritora? ¿Y no es emocionante imaginar la cara de póker que pondría ante la nuera para no desvelar la importancia de los manuscritos? Por no hablar de la sorpresa que se tuvo que llevar al descubrir de qué iba todo ese material inédito que guardó a buen recaudo.

Nuria Capdevila-Argüelles es, junto a María Jesús Fraga, una de las directoras de la colección Biblioteca Elena Fortún de la editorial sevillana Renacimiento. En entrevista telefónica con COOLT, comenta que Dorao podría haber sido “cronológicamente” una hija de Fortún: “Era una profesora en la Universidad de Cádiz especializada en literatura infantil de habla inglesa y por amor a Fortún, como también me pasó a mí, decidió investigar sobre ella”. Lo hizo en su tiempo libre y sin ningún tipo de beca para desplazarse a los sitios que fuese necesario para encontrar hilos de los que tirar: Madrid, Nueva York, Argentina o las Islas Canarias.

Entre los documentos que Dorao consiguió se encontraba la ya célebre novela Celia en la revolución. Elena Fortún se exilió a Buenos Aires en 1939 junto a su marido Eusebio de Gorbea y se creía que el primer libro que escribió en Argentina había sido Celia institutriz en América (1944), pero resultó que no. Después de Celia madrecita (1939), Fortún había terminado en 1943 este otro que nunca se había llegado a publicar y que vio la luz por primera vez en 1987. Pero la investigadora había rescatado otras dos novelas que permanecieron en la oscuridad hasta que ahora las ha recuperado Renacimiento.

Dichos títulos son Oculto sendero, un texto autobiográfico en el que la autora desvela su atracción por las mujeres, y El pensionado de Santa Casilda, firmado también por la grafóloga Matilde Ras, amante de Fortún, y que trata cuestiones como la identidad de género o el lesbianismo. Ambos libros estaban en manos de Inés Field y Manuela Mur, amigas de la escritora en Buenos Aires, que tenían la misión de destruirlos tras su muerte. No lo hicieron y la segunda se los dio a Dorao.

Capdevila-Argüelles explica que la temática de esos textos sobrepasó a Dorao: “Ella tenía la sensación de que no había llegado el momento de esos libros, que a mí me parece muy acertada. Llegó en este milenio, cuando empezamos a crear un contexto para el estudio de esta autora”.

Portadas de los libros 'El pensionado de Santa Casilda' y 'Oculto sendero', de Elena Fortún. RENACIMIENTO

El pensionado de Santa Casilda se ubica en Madrid, aunque tiene muchos detalles que evocan a Buenos Aires: los uniformes de piqué blanco de las internas o la cafetería donde se reúnen a merendar, en referencia al bonaerense café Bambi, “donde se hacen unos pasteles riquísimos”, como le dijo Fortún a Matilde Ras en una de sus cartas. En sus personajes también se reconoce a alguna de sus amigas. Por ejemplo, la andrógina Trudi (que se desespera cuando le viene la regla por primera vez y dice que “no quiere ser como las mujeres”) podría ser la escenógrafa Victorina Durán o la traductora Trudy Graa.

Antes del exilio, Fortún había frecuentado el Lyceum Club de Madrid, epicentro cultural femenino a principios del siglo XX por donde también pararon Zenobia Camprubí, Victoria Kent, Margarita Nelken, Clara Campoamor o María de la O Lejárraga, entre otras. Muchas de ellas acabaron en Argentina tras la guerra civil española y siguieron siendo amigas, lo que permitió a la escritora construir a sus personajes inspirándose en ellas desde la cercanía. ‘Las modernas’ daban mucho juego.

“Es un libro muy curioso. Muestra un paisaje de identidades sáficas de gran interés para investigadores, historiadores y para todos aquellos que estén interesados en la figura de Fortún y en el mundo de las mujeres de la Edad de Plata”, explica Capdevila-Argüelles, autora del prólogo introductorio. “No es un texto contemporáneo, pero, cuidado, porque tiene temas de gran modernidad y de gran interés. No eran mujeres simples, eran visionarias, inteligentísimas y se preguntaban sobre su identidad muchísimo. Sabían que no eran mujeres al uso”.

Una red de múltiples investigadoras

La editorial Aguilar publicó la primera edición de Celia en la revolución en 1987 con ilustraciones de Asun Balzola. Se convirtió en un libro de culto que llegó a alcanzar los 300 euros en el mercado de libros de segunda mano. Lo mismo que ocurrió con Los mil sueños de Elena Fortún de Marisol Dorao, cuya edición original de 1999 cuesta más de 100 euros, aunque la familia de la investigadora lo facilita al público por otras vías, como explica la periodista Begoña Gómez Urzáiz.

Desde su aparición en los años treinta del siglo pasado, los libros de Celia se han ido reeditando periódicamente, pero la obra de su creadora es mucho más extensa. Christina Linares, de Renacimiento, explica que su padre, Abelardo Linares, editor y librero de libro antiguo, estaba muy interesado en recuperar los textos de los escritores españoles exiliados que siguieron escribiendo al otro lado del Atlántico. “Con algunos hemos arrancado publicando obras poco conocidas, pero de gran valor literario. Así que con Fortún no empezamos con Celia, sino con El arte de contar cuentos a los niños”.

El editor se puso en contacto con María Jesús Fraga, que había escrito Elena Fortún, periodista, y ella les presentó también a Nuria Capdevila-Argüelles: “Las nombró a ambas directoras de la colección Biblioteca de Elena Fortún y empezaron a seguir el legado de Marisol Dorao recopilando poco a poco la obra de la escritora en una colección propia que ya tiene 20 títulos”, dice Christina. En 2016 lanzaron la reedición de Celia en la revolución con prólogo de Andrés Trapiello, toda una alegría para los lectores que hasta el momento solo habían tenido acceso a los ejemplares disponibles en bibliotecas públicas o al tráfico de fotocopias.

En esta labor de recuperación han entrado en juego muchos nombres. Además de las tres mencionadas investigadoras, también hay que tener en cuenta el trabajo de la filóloga y estudiosa de la literatura infantil española Carmen Bravo Villasante, la escritora Carmen Martín Gaite y las contemporáneas María Folguera, Puri Mascarell o Inmaculada Carretero. “Realmente formamos una red de investigadoras expertas y especializadas en la figura de Elena”, dice Linares, quien también recorre el mundo en busca de información. “Hace poco estuve en Argentina y tuve el placer de conocer a Alicia Field, la sobrina de Inés, que me estuvo enseñando unas cartas y me contó cómo conoció a Elena Fortún cuando tenía ocho años”.

Como se decía al principio del artículo, tiempo después de entregar los documentos, Anne Marie Hugh los reclamó de vuelta. Marisol Dorao tenía parte de ellos, así como el cineasta José Luis Borau, que también había tratado con la nuera de Fortún para sacar adelante la serie televisiva Celia en 1993. No se sabe a ciencia cierta qué recuperó la norteamericana. La investigadora hizo fotocopias de todo lo que tenía y le devolvió parte, pero no los manuscritos de las novelas. Tras su muerte todo el material se donó a la Biblioteca Regional de Madrid y, por su parte, Borau cedió lo que tenía a la RAE.

En noviembre de 2021, tuvo lugar un acontecimiento teñido del misterio propio de la investigación ‘fortuniana’. Un donante anónimo envió por correo a la Biblioteca Regional de Madrid el manuscrito de Celia en la revolución con una nota que decía: “Es deseo de quien lo entrega que pase a formar parte del fondo de la Biblioteca Joaquín Leguina a título de donación anónima”. La dirección del remitente era falsa y no se sabe quién ha podido tenerlo en su casa desde 1987, cuando circuló por la editorial Aguilar para su primera edición. Un cabo que, por el momento, sigue suelto.

Ilustración de Gori Muñoz para el libro 'Celia y sus amigos', de Elena Fortún. RENACIMIENTO
Ilustración de Gori Muñoz para el libro 'Celia y sus amigos', de Elena Fortún. RENACIMIENTO

Otros mundos posibles

Hay otro título de ‘el armario’ de Elena que aún no se ha editado. Se trata de una obra de teatro breve llamada Calistenia, en la que una madre le explica a su hijo que las señoras también pueden invertirse, y las mamás pueden ser otra cosa. “Nos demuestra que Elena Fortún pensaba en lo que hoy llamaríamos la tensa relación sexo-género. Ella no usa la palabra género, pero sí sabe que hay algo ahí que le interesa y que está tratando de explorar a través de la única herramienta que tiene, la escritura”, explica Capdevilla-Argüelles.

Si la sociedad en la que tuvo que vivir Elena Fortún hubiese sido diferente, Celia no se habría casado ni habría tenido hijos, sino que hubiese pasado sus días entre libros y sin las cadenas de la convención. Fortún llegó a escribir el primer capítulo de lo que habría sido Celia bibliotecaria, ocho páginas en las que la protagonista llega a Barcelona después de la guerra civil y la confunden con un estudiante. Sin embargo, escribió Celia se casa “y se calla”, añade Capdevilla-Argüelles, a petición de la editorial Aguilar. “Ella misma habría puesto sobre la mesa que Celia en algún momento habría querido ser chico, andrógina, ambigua, libre, que no va a casarse, una Celia que desmorona el armario, feliz, un icono de luz en una España tenebrosa”.

Los misterios aún no se han agotado y Christina Linares adelanta que van a salir unas entrevistas como las de Lo que cuentan los niños, pero a los animales de la casa de fieras, editadas por María Jesús Fraga. “Como también escribió artículos periodísticos para adultos, queremos, sin menospreciar su labor como autora de infantil, recordar también esa faceta”. Ojalá más maletas llenas de papeles, envíos anónimos de manuscritos, cartas escondidas o cualquier otro material que permita continuar esta saga detectivesca protagonizada por la red de investigadoras de Elena Fortún. A Celia le habría encantado leerla.

Periodista. Especializada en información cultural, colabora en medios como elDiario.es, El Periódico de España y SModa.

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