Libros

Menena Cottin, libros para disparar la imaginación

La autora venezolana combina escritura, ilustración y diseño para crear obras conceptuales que “no tienen edad”.

La escritora, diseñadora e ilustradora venezolana Menena Cottin. DIETO TORRES PANTIN

Menena Cottin (Caracas, 1950) se relaciona con las palabras, pero no es sólo escritora. Es selectiva con la composición visual, pero no es únicamente diseñadora. Dibuja y colorea imágenes, pero es más que una ilustradora. Ella se define como una autora de libros conceptuales.

Sobrina de Tomás Sanabria —uno de los arquitectos más importantes de Venezuela— y formada en el Instituto de Diseño de la Fundación Newman de Carcas y en la Parsons School of Design de Nueva York, en sus publicaciones combina ingenio y minimalismo para sumergir al lector en una experiencia plástica en la que participan colores potentes, escasos detalles, frases planeadas con cuidado y una correcta distribución de los elementos visuales. Temas como la soledad, la identidad, la discriminación o la imaginación son abordados desde la sencillez y la lucidez. Menena no narra historias: crea una narrativa con miras hacia la comprensión de fenómenos complejos. Y pese a la claridad de su discurso, siempre deja espacio a la interpretación individual.

Su libro más vendido es El libro negro de los colores, publicado en 2006 por la editorial mexicana Tecolote, donde Menena ha publicado gran parte de su obra. Ilustrado por Rosana Faria, este título traducido a 18 idiomas destaca por su enfoque sensible sobre el tema de la ceguera y ha recibido una decena de galardones, entre ellos el New Horizons del Bologna-Ragazzi Award, el Best Illustrated Children's Books del New York Times Book Review y el Prix Littéraire de la Citoyenitté. Un hito para una autora que, con su hijo Alfredo, también es artífice del proyecto And Then Story Designers, dedicado a la publicación de libros digitales.

Menena nos recibe en su apartamento en Caracas, un espacio en el que libros, adornos y obras de arte conviven en armonía. La conversación con ella es fluida y ágil. Procura responder lo necesario con un entusiasmo juvenil.

- ¿La síntesis es obligatoria para el medio en el que te desarrollas?

- Mi esencia es el diseño gráfico, eso ha dictado buena parte de mi vida. El espacio donde vivo, la luz, la armonía, el equilibrio, los blancos, los colores, todo eso forma parte de mí desde mi infancia. El diseño es una forma de vivir: yo diseño hasta cuando pongo la mesa. Trabajé en diseño desde que me gradué, pero me cansé de la rigidez de las imprentas y de los clientes. Necesitaba hacer algo más libre, y por eso quise hacer ilustración. Pero resultó que no: es un medio muy estricto, tiene limitaciones de censura, de diseño, de tipografía; te tienes que regir por varias normas. Esa expresión cada vez se te vuelve menos libre. Yo quería expresar cuestionamientos que me hacía, eso me llevó a hacer libros conceptuales. Quería hablar de un concepto, más que de un cuento para niños. Si tengo una idea, tengo que abordarla, y al llegar a su esencia, se vuelve sencilla, sin importar cuán complicada sea. El concepto tengo que sintetizarlo, limpiarlo, quitarle todo lo agregado o superfluo, para quedarme solamente con lo indispensable. Eso es un principio de síntesis que yo venía trabajando gráficamente desde mis inicios, sobre todo en la creación de logotipos.

- ¿Cómo haces para desarrollar el equilibrio entre la ilustración y el texto?

- Aquí lo qué pasó es que también me interesaba la escritura, y comencé a aplicar el mismo principio de síntesis. Pensé que, si quería decir algo que conmueva al lector, necesitaba la forma más directa posible, para no distraerlo. Una prosa muy florida es válida, pero para lo que yo buscaba era necesario ir al grano, a la frase a la que no le sobrara ni le faltara ni una coma. Eso requería una ilustración. Siempre pensé en un mensaje que tuviera ambas facetas: ilustración y texto. Y ambas tenían que ser sintetizadas y complementarias. No se podía ilustrar lo que decía el texto, la imagen tenía que complementar. Y eso también se traducía en un diseño acorde a lo que trataba de lograr. Yo tengo que trabajar esos conceptos en un espacio donde el lector tenga la posibilidad de leer la frase, asimilarla, entenderla, disfrutarla, cuestionarla; y para eso tengo que trabajar en un espacio cómodo, donde la mente pueda moverse, con una estética que haga agradable la lectura. Todo eso se va fusionando en un solo elemento que se convierte en un libro.

Ilustración de Rosana Faria para 'El libro negro de los colores', de Menena Cottin. TECOLOTE

- ¿Alguna vez has sentido que la imagen y el texto entran en conflicto?

- Puede ser que el texto defina al libro, o puede ser que lo haga la ilustración. Todo lo que sobra hay que quitarlo, pero a veces hace falta un apoyo más, sea del texto o de las ilustraciones. Igualito con los colores. Los niños no necesitan un libro donde estén todos los colores. Cada libro exige algo, algunos necesitan un solo color. Pero no te estoy hablando de fórmulas, sino de mi proceso; cada quien tendrá el suyo y todos serán válidos.

- Se te ha catalogado como una autora para niños, ¿te sientes cómoda con esa etiqueta?

- Soy una persona que tiene mucho de niña. De chiquita, mi mejor amiga era la imaginación. Y todavía es así. Aunque tenía amigas, cuando estaba sola no me fastidiaba porque estaba dibujando, jugando o imaginando. No es que no me interese la escritura para niños, yo empecé por allí. Incluso El libro negro de los colores, que comenzó como una reflexión personal. Al mostrárselo a la editora Mónica Bergna, me dijo que hiciéramos el proyecto, y entonces empezamos a conversar. Este libro salió con mucho estudio, fue muy trabajado intelectualmente: ella propuso que se hiciera en color negro, que se usara el braille, y, además, me dijo que yo no lo ilustrara. El libro no pudo salir en Venezuela porque no encontramos dónde imprimir con la técnica necesaria para el relieve de las ilustraciones y el braille, entonces lo propusimos a la editorial mexicana Telecote, una editorial infantil. Los editores me preguntaron qué más hacía y me pidieron mis otros proyectos. Los vieron como libros para niños por su sencillez. A mí nada me molesta más que una etiqueta. Mis libros no tienen edad, ni siquiera los que yo llamo infantiles. A los adultos nos gustan las cosas de los niños porque todos fuimos niños. Todos reconocemos la alegría de lo lúdico. Yo considero que el niño es un lector muy exigente. La gente cree que los libros para niños tienen que ser gafos. Al niño lo pueden subestimar. “Libros conceptuales infantiles” fue un nombre y un apellido que les pusimos a mis libros porque no había una etiqueta. Entraban a una librería y el personal no sabía en qué estantería ponerlos.

Ilustración del libro 'Al revés', de Menena Cottin. TECOLOTE

-Tus libros suelen exigir un esfuerzo imaginativo al lector. ¿Por qué?

- Busco que mis libros te cuestionen, te disparen la imaginación. El lector tiene que ser quien complete esa acción. El libro es una herramienta de comunicación. No existe si no se lee. Es libro cuando alguien lo lee, si no, es un objeto, algo muerto. Yo quiero que no se acabe al terminar de leer, sino que se quede en la cabeza. El libro Al revés es para para que te imagines que el techo es el piso, así jamás te vas a aburrir. Es abrirte la mente, abrirte la imaginación. Es salirte de la línea. ¿Por qué mandas a los niños a dibujar dentro de la línea? Hay que imaginar, descubrir lo que tienes alrededor, todo está a tu alcance, solamente hay que descubrir lo no evidente. De eso se tratan mis libros. He visto reacciones muy variadas de parte del público adulto.

- ¿Tu experiencia es transcultural?                                    

- No he visto una respuesta diferente según la cultura o generación. Mi libro que más se ha movido, y por mucho, es El libro negro de los colores, cuya intención era sensibilizar al lector vidente al mundo de la ceguera, y creo que se ha logrado en los idiomas en los ha sido traducido.  A mí me llegan mensajes de todo el mundo, de maestras, de libreros, de lectores… y todos son iguales. Me dicen que abre la mente para percibir con los cinco sentidos, que crea empatía. Como autora siento que ese libro tiene la misma lectura y la misma recepción en cualquiera de los idiomas. Y es permanente. El otro día me llegó un mensaje de Mongolia, escrito en inglés, y era una persona que quería que se tradujera al mongol; tuve que decirle que se ponga en contacto con la editorial. 

Ilustración del libro 'Doble Doble', de Menena Cottin. TECOLOTE

- Cuéntanos de tu proyecto de editorial, And Then Story Designers.

- Esa editorial la formé con mi hijo Alfredo porque queríamos probar cómo funcionan los libros en digital. Creamos cuatro obras digitales. El libro Doble Doble ganó Mención Especial en la Feria del libro Bologna-Ragazzi, 2013. También está Ana con A, Otto con O, una historia comiquísima sobre Ana, una niña que habla solamente con la vocal a, y de Otto, un niño que solamente usa la vocal o, y Pepe, que solo usa la vocal e. Aunque el papel es mi medio preferido y ha sido mi amigo desde niña, en el digital hay una dinámica distinta, también para el lector. Es un medio que aún no sabemos manejar, y tampoco sabemos cómo publicitar los libros. Es difícil darlos a conocer. Es una inversión muy grande y hay que estar actualizándonos constantemente, y eso cuesta mucho. No pudimos seguir. Fue un experimento, una experiencia valiosa.

- ¿Y qué tienes que decir sobre tus libros impresos no publicados?

- Los libros de colección me encantan, porque no tienes que cumplirle a nadie sus requerimientos, allí te puedes explayar, hacer lo que de verdad te gusta, lo que pasa es que necesitamos presupuesto, y comercializarlos es difícil. Pero, aunque hiciera cinco ejemplares, me parece que vale la pena. Es un placer, un disfrute. Ese libro va a alguien que lo va a disfrutar tanto como tú, porque si es un coleccionista, es una persona que de verdad se emociona, que va a cuidar de tu libro. También están los libros familiares. Mi esposo y yo tenemos cinco nietos; el mayor tiene 19 años y el menor, ocho. En cada cumpleaños, siempre regalo un libro e imprimo dos ejemplares: uno para mí y uno para el cumpleañero.

Periodista y fotógrafo. Colaborador de medios como Prodavinci.