El libro total de Vicente Luis Mora

El autor español captura las calles de Madrid a Nueva York en ‘Circular 22’, un artefacto literario “escrito durante 25 años”.

El escritor Vicente Luis Mora, autor del libro 'Circular 22'. VIRGINIA AGUILAR
El escritor Vicente Luis Mora, autor del libro 'Circular 22'. VIRGINIA AGUILAR

¿Cuántos mundos físicos y particulares caben en una novela hasta que deja de ser novela? Sabemos por James Joyce que puede capturarse una ciudad, también la lucha por la gran novela americana demostró que puede atraparse un continente, así que en la actual aldea global el reto es ya capturar el mundo. Vicente Luis Mora partió hace un cuarto de siglo en una loca misión literaria que le ha permitido presentar con solvencia en Circular 22 (Galaxia Gutenberg, 2022) la respuesta a dicho reto en forma del uso de las calles como mínimo común denominador de las culturas del presente.

Mora (Córdoba, 1970) es un reputado novelista y crítico cultural español, doctor en Filosofía y actualmente profesor de la Universidad de Sevilla. Ha sido director de numerosas revistas de crítica literaria y de dos Institutos Cervantes. Se ha mantenido puntero como ensayista e investigador tratando con la evolución de los modelos de lectura. Quienes sigan la pista de sus textos (todavía estoy en trance por la bibliomaquia que hizo de César Aira) saben que es la encarnación del autor omnívoro. Cuentan para demostrarlo que falsificó entero el número 322 de la revista Quimera imitando plumas tan distintas como las de Agustín Fernández Mayo o Germán Sierra.

El escritor explica que el proyecto que empezó capturando Madrid fue creciendo siguiendo la estela residencial de su autor hacia Nueva York, multiplicándose de tal forma que en Circular 22 aparece todo un mundo a través de sus calles. Aparecieron versiones anteriores de la obra en 2003 y 2007, pero en esta ocasión se presenta editado como un libro-urbe o libro-mundo. En ocasiones, el mundo incluye elementos complejos como la voz que crece en la ausencia y el narrador se ve obligado a hacer que su artefacto hable por sí solo. El objetivo es circular en un sentido dinámico y el destino, las paradas intermedias.

Destella la pantalla para conectarme con Vicente Luis Mora.

- La edición de Circular 22 es de Monika Sobolewska, que, como aclara en el prólogo, ha decidido incluir más material del que hubieras puesto tú, según ella por su carácter de libro-mundo. Quería saber más sobre esa discrepancia.

- Como el proyecto es bastante extenso me pareció interesante incluir otra voz. Uno no siempre tiene clara la percepción en una obra tan larga y compleja de lo que debe estar dentro y fuera; pensé que una mirada externa podía ir bien y así ha sido.

Hay versiones anteriores. La de 2003, que es la almendra de todo el proyecto, se centra únicamente en Madrid. La de 2007 tomaba la mitad de la versión de 2003 y la desarrollaba, que es la primera parte del libro que tú has leído. Varias de esas piezas ya no están, porque uno con tanto tiempo va cambiando de criterio y gusto. Llega un momento en que se produce miedo, no a perder el control, pero sí a saber si se están tomando decisiones adecuadas respecto a la permanencia o eliminación. Tengo discrepancias respecto a los textos de 2007 y 2003, lo contrario sería preocupante. Monika pensaba que no tenía mucho sentido dejar material fuera en una obra de carácter inclusivo y yo pensaba en cierto equilibrio. Finalmente, no se trata solo de la voluntad de uno, porque los textos se hacen para ser leídos.

- Javier Calvo, en su novela sobre Michael Moorcock, plantea una teoría sobre los autores de fantasía que escriben obras breves y luego, en una fase más avanzada de su vida, entran en una fase imperial de obras largas. No sé si siente que va por ahí, o si cuadra más con autores como William T. Vollmann, que son siempre extensos.

- La extensión es una casualidad que trae su origen en la propia idea de un proyecto circular y de todo el tiempo en el que se ha desarrollado. No es un libro que haya tardado 25 años en escribir, sino que es un libro escrito durante 25 años, algo completamente distinto. La poética de la acumulación es parte del proyecto desde el inicio.

Pero no cuadra con dicha teoría que la parte de 2007 sea más breve que la de 2003. No estoy muy seguro de eso de la fase imperial. Ahora estoy con una novela de 120 páginas, la novela más breve que haya escrito. Entiendo lo que quieres decir, esa idea de esa fase de plenitud en que el autor es más dueño de sus recursos, se convierte en virtuoso respaldado por el sistema literario, me parece una idea interesante, pero creo que no se ajusta a lo que yo hago. Cada uno tiene su propia métrica.

Portada del libro 'Circular 22' de Vicente Luis Mora. GALAXIA GUTENBERG

- Su proyecto me parece hasta cierto punto psicogeográfico: se entreve una relación entre el carácter de las calles y la narración.

- Hay algún apartado explícitamente psicogeográfico, por ejemplo, en una pieza que parece un relato pero que es en realidad una crítica literaria. Luego hay una pieza hacia el final del todo donde el propio libro toma la palabra. Es una bibliomaquia llamada la Calle Circular, que es un poema compuesto con frases de otras personas, canciones o publicidad. Aquí el libro toma el lenguaje como si fuera una inteligencia artificial, entonces empieza a hablar a partir de calles. Más que psicogeografia, se vuelve psicolectualidad. Hay un intento de pensar en la calle como algo más que un espacio. Hay una de las más de cuatrocientas piezas en que habla el pavimento.

- Yo sabía de correlaciones entre países, estructuras urbanas y narraciones; de manera que en EE UU hay historias en las que la carretera es protagonista o en España, el bloque de pisos. Parece que al buscar ser mundial ha encontrado la calle como mínimo común denominador de todos los países.

- Efectivamente, todas las piezas de otros países están ubicadas en una calle o en una plaza, esos son los espacios en los que suceden cosas, sobre todo la relación entre personas. Los famosos no-lugares de Marc Augé sí que en realidad son lugares cargados de circulación. La calle sería así una especie de interfaz general del mundo que me sirve a mí para escribir. Se podría escribir otro libro similar a este que todo fueran orillas, ríos, etc. A diferencia de esos espacios aislados en los que el individuo se mira a sí mismo porque se compara con la naturaleza de forma solipsista, considero que la ciudad es básicamente social, recuerda al ser humano su naturaleza política. Salir a la calle es aceptar que puedes socializar. Salir a la calle es firmar un contrato social en el sentido psicológico.

- Empezó a escribir en 1998 con cuartillas e imagino que en 2007 ya utilizaría algún dispositivo conectado a la red. Me pregunto si un lector atento podría detectar cómo los distintos soportes con los que se ha escrito modificaban el texto.

- Este es un tema sobre el que soy archiconsciente, de hecho, le dedico un apartado de mi libro Las escrituras a la intemperie (Universidad de León, 2021). Allí hablo de cómo ha cambiado física y mentalmente el acto de escribir y defino 23 diferencias entre el modelo antiguo de cualquier escritor decimonónico y el de hoy.

Hay fragmentos que no sé si los escribí a mano o con el ordenador. A veces puedo buscar un poco la electricidad que da escribir con el teclado, que es una escritura más directa, que tiende menos a la digresión. No sé si el lector externo puede notarlo, ya que el libro está muy corregido: yo corrijo una vez, y otra vez, y otra vez… El proceso original está muy alterado, puede que piezas que escribiera en ordenador las escribiera luego a mano y viceversa.

- Sólo por curiosidad, ¿al final se sacó la oposición de la que habla en el inicio?

- [Risas] No la saqué, pero todo enriquece. Las oposiciones jurídicas tienen una cosa buena, salvo para quien aprueba, que es el descubrimiento de la capacidad de disciplina mental que está dentro de nosotros y que quizás, sin el empuje de las oposiciones, no llegaríamos a descubrir en todo su sentir. La disciplina de trabajo y la capacidad de estudio que me dio a mi es un beneficio impagable. Desde entonces estoy formateado para aprender, estudiar como sigo haciendo, y sobre todo para no tener pereza todos los días para ponerme a trabajar a las siete de la mañana con un café. Para un lector que es crítico literario, eso es un tesoro. Suspendí, pero en realidad gané un premio para toda la vida.

- Hay escritores que llegan al final de sus libros agotados, con metáforas relativas al parto. No sé si le han pesado estos 25 años...

- El símil que utilizo es el de la habitación encendida. Consiste en que durante 25 años he tenido en la cabeza una habitación con la luz encendida en la que me metía tantos días todos los años. 25 años en esa región de la mente, luego tenía otras para las novelas Centroeuropa (2020) y Fred Cabeza de Vaca (2017), otras para la poesía...

Pocas de ellas han sido tan interesantes y cómodas como la de Circular. Ahora lo que tengo es un problema: ¿qué hago con esa habitación?, ¿la cierro? Cada entrevista que me hacéis la agradezco muchísimo porque es una oportunidad de echar un vistazo y volver por un rato.

Periodista, traductor y guionista. Autor del ensayo Panero y la antipsiquiatría (2017) y de las novelas Samskara (2019) y Díptico Espiritista (2022).

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