La insoportable inmortalidad de Medea

Vieja, aislada, condenada a vivir eternamente. Así dibuja a la hechicera de la mitología griega el historietista español Fermín Solís.

Medea, dibujada por Fermín Solís. RESERVOIR BOOKS
Medea, dibujada por Fermín Solís. RESERVOIR BOOKS

Al viajero en tierras extrañas que fue Gulliver sus pasos le llevan a Luggnagg en la parte tercera del libro que narra sus aventuras. Allí da cuenta de una rara estirpe, los struldbruggs, criaturas que llegan y superan hasta el infinito los 80, los 90 años... Son viejos eternos a quienes se da por legalmente muertos, repudiados por sus familias y despreciados por la sociedad, que quedan condenados al limbo de la inmortalidad.

La Medea que imagina en su última obra el historietista e ilustrador Fermín Solís (Madroñera, España, 1972) bien podría ser uno de aquellos seres. Uno orgulloso y con la lucidez y el arrojo de hablar de tú a tú y reprocharle al mismísimo Dios/Zeus desde una de sus viñetas: “Ya que me has hecho inmortal, bien podrías haberme conservado joven y con fuerzas”.

En Medea a la deriva, el cómic que acaba de publicar Reservoir Books, la vieja hechicera aparece tumbada sobre el hielo. Solís la dibuja errante, sola, contando los pasos de un bloque helado que no para de menguar y anhelando la muerte que no puede procurarse por más que lo intente. Y, sin embargo, no es de Gulliver ni de Jonathan Swift de quien habla Solís cuando recuerda posibles referencias, sino de otro gigante y otro monstruo de la literatura: Frankenstein, de Mary Shelley, huyendo del científico que lo creó a través de los paisajes helados del Ártico.

Viñeta de 'Medea a la deriva', de Fermín Solís. RESERVOIR BOOKS
Viñeta de 'Medea a la deriva', de Fermín Solís. RESERVOIR BOOKS

Medea, el siglo XXI y la reivindicación feminista

Hay muchas Medeas en cada Medea que viene al mundo y esta no iba a ser una excepción. Las de Eurípides y Séneca pueden ser las más conocidas, pero a partir de ellas se ha construido un ingente mundo de versiones que cubren un sinfín de representaciones artísticas: teatro, por supuesto, pero también escultura, pintura, poesía, adaptaciones musicales, ballet, ópera, cine…

Pero ¿qué tiene Medea que nunca se agota? “La actualidad, sin duda”, explica Solís. “Su reivindicación siempre lo es, pero ahora resulta más evidente. Es la reivindicación del feminismo y también la visibilización de una mujer madura que ha vivido mucho y se encuentra al final de su trayecto. Expresamente quería que fuera una mujer mayor, de 60 ó 70 años que no se ven tanto en el cine, por ejemplo. Quería una especie de Corto Maltés con muchas aventuras, muchas vivencias, en el caso de Medea, que no han salido como esperabas y se han torcido, pero de las que tampoco tienes por qué arrepentirte o encuentras absurdo hacerlo”.

A Solís la figura de Medea le fascinaba desde pequeño, pero se embarcó en esta historia en modo un tanto kamikaze y repitiendo el esquema de lo que ocurrió con su exitosa obra (y posterior adaptación cinematográfica) Buñuel en el laberinto de las tortugas: “Me lancé siendo un poco inconsciente de dónde me metía, sin haber leído todo lo publicado hasta el momento porque, si llego a haber investigado, no me hubiera decidido, no me meto con esos temas”. 

El dibujante de cómics español Fermín Solís. ARCHIVO
El dibujante de cómics español Fermín Solís. ARCHIVO

El resultado de esa supuesta temeridad inicial es una versión muy personal y muy libre de abordar el mito de la mujer bárbara, la que traiciona al padre, descuartiza al hermano por seguir a su amado, la fogosa, la archihechicera, la asesina de sus propios hijos, la extraña y la extranjera, la diosa, la odiosa… Esa es Medea: ella es la que es, la misma respuesta que Dios da a Moisés cuando este le interroga por su nombre. Ella es la primera de una estirpe de mujeres que no es —ni quiere ser— la hija de, ni la hermana de, ni la madre de. “¿Por qué la mujer no puede ser algo por sí misma?”, exclama. En su Diccionario de mitos, Carlos García Gual escribe: “Bárbara de fogoso carácter, resulta sin embargo una lúcida portavoz de las quejas de todo el género femenino contra una cultura machista”

Amar y matar

Además de ser la que es, Medea es la que ama, la que solo quiere amar y se pierde al hacerlo. Cuando se ve impedida o traicionada no dudará —en muchas versiones sí duda— en desatar toda su furia y sus artes para castigar y vengar la traición y su amor no correspondido. Medea da miedo e infunde respeto y vértigo porque en sus palabras se reconcentran los discursos reprimidos de millones de mujeres a lo largo de los siglos. Ella dice lo que no se puede decir y hace lo que no se puede hacer. Así, grita y se reafirma en la versión de Solís: “¡Yo soy Medea, princesa descendiente de los mismísimos dioses! Sobre mis hombros pesan los asesinatos de mi hermano Absirto, de mis dos hijos y de otras personas que se interpusieron en mi camino o en el de mi amado Jason… Pelías, Glauce, Creonte… Todos ellos pagaron con su vida haberse cruzado en mi camino”.

Ahora es la que paga sus culpas, la alucinada, la suicida que vuelve y se arrastra por la vida como quien arrastra una condena. Ella es Sísifo empujando montaña arriba la enorme roca de su propia vida y lo recuerda desde una de las viñetas: “Durante un tiempo pensé que, al igual que a Sísifo o a Ticio, a mi también se me había impuesto este castigo eterno: vagar por el mar en un bloque de hielo si pasar hambre ni frío y morir una y otra vez de tedio y desesperación”.

Medea a la deriva Fermin Solis

Del papel a las tablas

El monótono trascurrir de sus días Medea lo vence a través de sus palabras casi siempre, aunque, en ocasiones pasa algo que devuelve al tiempo el pulso de la vida: llega un albatros, oye voces, hay una tormenta, aparece un árbol misterioso, tiene pesadillas… Esos son los pequeños grandes acontecimientos de una vida que se arrastra hacia un final eternamente aplazado. Todos ellos cargan de significado todavía más al mito de Medea. Uno de ellos ha resultado ser, a la postre premonitorio; en uno de los pasajes, Medea se interna por el tronco del misterioso árbol, trepa a la inversa —o sea, desciende a sus infiernos— y cambia de escenario: nunca mejor dicho porque su internada la coloca bajo los focos, frente a los espectadores que aguardan inquisitivos. Premonitorio, porque ya está en marcha la puesta en escena de una nueva Medea en versión teatral basada en la obra de Solís y que correrá a cargo de la compañía Maltravieso. Pandemias mediante, se estrenará a finales de año.

Así lo explica Isidro Timón, responsable —junto con Amelia David— de la compañía: “La idea surgió del propio Fermín Solís. Hace un par de años (el libro se iba a editar en mayo de 2020 en un principio) nos dijo que le gustaría que esta nueva novela gráfica tuviese un recorrido teatral, y nos pasó el trabajo. A nosotros nos entusiasmó la idea. Somos una compañía que gusta de nuevos retos. Por otra parte, Eurípides ya lo hemos trabajado. En 2018 estrenamos en el Festival de Teatro Clásico de Mérida un Hipólito que nos ha dado muchas alegrías, premios y que ha tenido un amplio recorrido. Todo ello influye. De este modo se da la paradoja de un cómic que nace de un texto teatral clásico y eterno, mil veces versionado y representado... y que ahora vuelve al teatro, pero desde ese lugar en el que nos lo entrega Solís. La versión vivirá una ampliación en el texto, que irá desde Eurípides hasta la lectura contemporánea del texto clásico. Por supuesto, se proyectarán imágenes, y el autor estará implicado en esa parte de la creación”. 

Páginas de 'Medea a la deriva', de Fermín Solís. RESERVOIR BOOKS
Páginas de 'Medea a la deriva', de Fermín Solís. RESERVOIR BOOKS

Volviendo al libro, a la Medea que cuentan sus viñetas y a su factura, se trata de una obra intimista resuelta con un monólogo. Solís usa en esta ocasión una paleta reducidísima de colores: “Venía de trabajar durante años en ilustración infantil, con muchísimos colores y estaba un poco harto. Quería cambiar y, además, la acción se desarrolla sobre un bloque de hielo en el océano, tampoco era necesaria una gran variedad”.

El libro tenía que haber salido el año pasado, pero como tantas otras cosas quedó paralizado, en ese limbo donde curiosamente parece habitar su protagonista. Cuando se retomó la publicación, Solís quiso variar la portada por completo, que no representaba el interior, pidió huir del formato tradicional del cómic 27 x 24 cm y hacer algo más pequeño, asimilado en la forma a una novela.

Elige tu propia Medea

Sobre las múltiples interpretaciones de su Medea, Solís no da pistas ni privilegia una sobre las demás. Le gusta que cada lector haga suya su propia Medea, sus propias teorías.

“Me han hablado de cosas en las que no había pensado, como del cambio climático, por la representación de un bloque de hielo cada vez más pequeño. Eso me gusta; dejar mucho espacio a la imaginación del lector y que sea este quien lo acabe, quien termine de completar la historia”.

Pues allá va otra interpretación o referencia posible porque en su monólogo, en su espera del fin del mundo, en su limbo helado y junto a un árbol tétrico —el autor lo recupera de la versión cinematográfica de Lars von Trier— quizá no fuera descabellado imaginar a Medea compadreando en las tablas con esos otros dos personajes de Beckett que esperaban a un Godot que no terminaba de llegar. Vladimir y Estragón, Gulliver, Frankenstein y, por supuesto, todas las airadas hermanas Medea circulan alrededor de esta otra que surgió en la cabeza y llegó de la mano de Fermín Solís. 

Al fin y al cabo, como escribe Irene Vallejo en El infinito en un junco, “los clásicos no son libros aislados sino mapas y constelaciones”.  

Viñetas de 'Medea a la deriva', de Fermín Solís. RESERVOIR BOOKS
Viñetas de 'Medea a la deriva', de Fermín Solís. RESERVOIR BOOKS

Periodista cultural. Colaboradora de medios como La Maleta de Portbou, El Salto y La Marea o de las revistas Diseño Interior y La Aventura de la Historia, con temas que van desde la filosofía y la poesía hasta la arquitectura y el diseño. Es autora de la novela La otra vida de Egon (2010) y los libros de relatos Siete paradas en el país de las sombras (2005) y La carretera de los perros atropellados (2012). 

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