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De la autoayuda a la ‘socioayuda’: el manual de Belén Gopegui

La escritora hace una llamada a la acción colectiva en ‘El murmullo’, donde analiza los libros de realización personal como ficciones narrativas.

La escritora española Belén Gopegui. PENGUIN RANDOM HOUSE

En 1972, Carmen Martín Gaite presentó en la Universidad Central de Madrid su tesis doctoral Lenguaje y estilo amorosos en los textos del siglo XVIII español. Con ese trabajo, no solo consiguió un sobresaliente cum laude y el premio extraordinario de fin de carrera, sino que también logró convertir un texto académico en un libro de referencia más allá de los círculos universitarios. Publicado bajo el título Usos amorosos del dieciocho en España ese mismo año, se abre con una de las mejores dedicatorias impresas hasta ahora —“Para Rafael, que me enseñó a habitar la soledad y a no ser una señora”— y es un long seller siempre disponible en las librerías. Esta obra es una de esas excepciones que burlan las leyes del éxito editorial masivo por sus características, como también lo fue El infinito en un junco de Irene Vallejo y como puede serlo El murmullo. La autoayuda como novela, un caso de confabulación que Belén Gopegui (Madrid, 1963) acaba de publicar con la editorial Debate.

La escritora española, que precisamente luce una melena tan blanca como la de Martín Gaite, defendió la tesis en la que está basada este libro el 1 de marzo de 2019 —“en la universidad pública”, especifica en el texto—, cuando la palabra pandemia todavía no dominaba la actualidad. Por aquel entonces, tampoco había demasiado espacio para la salud mental en las conversaciones y no se señalaba que el acceso a tratamientos profesionales está marcado por la clase social: si una persona con problemas en este ámbito tiene dinero, acude a un psicólogo privado; si no, pide cita en la sanidad pública y entra en una lista de espera que puede durar meses.

Pero los que sí están al alcance de cualquiera son los libros de autoayuda, manuales para conseguir lo que se desea —ganar dinero, encontrar pareja, salir de cualquier pozo vital— con el lema de “si quieres, puedes, y si no lo consigues es que no te has esforzado lo suficiente”. Gopegui investigó sobre ese género desde un punto de vista literario, como si se tratase de una ficción, porque, al fin y al cabo, no están tan alejados de ese ámbito. “He indagado menos en lo que cuenta la autoayuda y más en lo que cuenta con lo que cuenta, qué angustias, autoengaños y necesidades muestra; también en si es posible intervenir en los propósitos del género”, explica la autora en la nota introductoria al libro. En ella también comenta que, desde que leyó su tesis ante el tribunal universitario, se han publicado otras obras que ha querido incluir esta edición y también ha modificado algunos de sus puntos de vista, por lo que el texto ha pasado de ser un trabajo académico a una “caleidoscópica historia de una indagación escrita por muchas manos”.

Como si fuese un anticipo, en 2020, Gopegui coló en el mercado editorial un libro que parece de autoayuda pero que en realidad llama a la ‘socioayuda’. Titulado Desesperación silenciosa de la vida diaria. Manual de uso (Debolsillo) y firmado por la Agrupación Un pie en el estribo, aquel texto se incluye también en este nuevo volumen. En su globalidad, El murmullo es una llamada a la lucha colectiva contra las causas de ese sentimiento que está llevando a una parte muy grande de la sociedad al límite. Como canta Nacho Vegas: “Y en la calle se hace un gran silencio/ Pero si escuchas bien oirás un crac/ En toda España solo suena un crac/ En Occidente solo se oye un crac”.

- ¿Cómo se lee un libro de autoayuda como si fuese una novela? ¿Qué conclusiones se pueden sacar de ese ejercicio?

- La literatura y la novela hacen pensar de una manera diferente a como lo hace el ensayo. Del mismo modo, en una conversación no reaccionamos igual ante las opiniones de alguien sobre cualquier asunto o ante el hecho de que nos cuente una historia. Al buscar quién cuenta la autoayuda, a quién se dirige y qué cuenta con lo que cuenta, se advierten algunas regularidades en los libros que a veces no se ven si no se hacen esas preguntas, tal vez porque la ficción construye distancias.

- En su nota introductoria menciona que en estos años ha modificado algunos puntos de vista ¿Cuáles han sido y por qué?

- Los cambios están entreverados en el texto, no son puntos concretos. El tiempo nos modifica y desde que terminé la tesis he seguido leyendo textos muy buenos que han aparecido, tanto sobre literatura como sobre autoayuda, además de observar, pensar y reaccionar ante sucesos y ver también reacciones ajenas y observarlas. Todo eso permite distinguir colores, perspectivas, reflejos, que antes no estaban, junto con otros que no se veían del mismo modo.

- Habla de subvertir el género para contar algo diferente. Pasar de la autoayuda a la ‘socioayuda’ ¿Es algo que se puede lograr en el sistema en el que vivimos?

- El sistema es una expresión muy amplia. Si la descomponemos en partes, y si algunas de esas partes, de esos mecanismos de funcionamiento, se alteran, se modifican, es posible que poco a poco algo suceda. Dada la situación ecológica, económica, política, social en que nos hallamos, no es probable que las vidas vayan a poder seguir discurriendo durante las próximas décadas del mismo modo. Para afrontar los cambios y para intervenir en ellos, eso que de manera muy imprecisa cabe llamar ‘socioayuda’ sería, a mi modo de ver, más útil, necesario y menos engañoso que muchas de las características de la autoayuda.

- ¿Por qué el coro narrador de Desesperación silenciosa de la vida diaria. Manual de uso está compuesto por personas ancianas? ¿La sabiduría se consigue con el tiempo?

- El coro dice: “Nuestra edad no nos convierte en un dechado de sabiduría. Con los años se conoce más pero también se olvida. Estamos aquí porque nuestro rencor, las injusticias que experimentamos, lo intolerable que padecimos y que, pese a todo, debimos tolerar, ya nunca serán reparados. No nos asedia el peligro de la falsa esperanza, ni el de la esperanza como cobardía”.

Desde mi punto de vista, si el coro puede distinguir bien entre la esperanza y la confianza, y si puede percibir mejor las esperanzas engañosas, es porque el ego no les ciega; alguien podría decir que es a eso a lo que llamamos sabiduría. Ahora bien, que el ego no les ciegue no significa que nada les importe, al contrario.

- En su Manual de uso defiende la sanidad pública a través de las reivindicaciones de personajes que trabajan en la sanidad privada. Las protestas de estos profesionales se han hecho más visibles en este último año, pero en 2020 no lo eran tanto ¿Premonición? ¿Cómo decidió este hilo argumental?

- Más que premonición, observación; hace ya muchos años que está en marcha el proceso de destrucción de la sanidad pública, también hay muchas personas que llevan años enfrentándose contra los causantes de esa destrucción. Ahora por fin en Madrid nos hemos unido, empezamos a darnos cuenta de que perder la atención primaria es algo gravísimo, que nos destruye. La atención primaria es el cimiento de un sistema sanitario público, universal, gratuito y de calidad; si eso fallara, todo caería detrás y nos convertiríamos en eso que quienes lo destruyen buscan que seamos, agresores en potencia y tal vez en acto.

No queremos más fuegos de artificio ni promesas incumplidas, ni desvío de fondos públicos al beneficio privado. Queremos que se reconozca la importancia del primer escalón de la atención sanitaria, la médica o el médico de familia que conoce tu historia, que por eso mismo puede participar mejor que nadie en la prevención y el acompañamiento. Cada año disminuye su número en la Comunidad de Madrid; en unos años, con las previsiones de jubilación, faltarán aún muchos más. Con los impuestos que recibe, la Comunidad de Madrid podría mantener una atención primaria magnífica, con turnos razonables, con tiempos razonables de atención y de trabajo. Lo contrario es un expolio y un maltrato a la ciudadanía. Llevan meses intentando desprestigiar a trabajadoras y trabajadores que no luchan solo por su trabajo, luchan por todas nosotras, y no lo han conseguido. Las manifestaciones son cada vez más amplias. Ya no habrá vuelta atrás.

- “Habrá entonces quienes digan que ustedes no necesitan terapia ni un manual, que lo que necesitan es un sindicato. Tienen razón y, al mismo tiempo, no tendrán razón”, escribe en su libro ¿Qué significa esa última frase? 

- Las luchas colectivas son buenas por que van a la raíz de las causas y porque el propio proceso de lucha transforma. Al mismo tiempo, son lentas, contradictorias, y, en las actuales condiciones de vida, exigen un esfuerzo que no siempre todas las personas pueden hacer. La desesperación silenciosa leve, sin mencionar siquiera la no silenciosa ni la grave, hunde sus raíces en los sueños, la cuenta corriente, las relaciones personales y familiares, el paro o el trabajo, el desayuno, la pesadumbre que se va y la que no se va y el propio corazón; a veces esas raíces tocan incluso la manera de estar en los espacios colectivos que deberían contribuir a aminorarla. Por lo tanto, son necesarias estrategias y acciones diferentes y, seguramente, más de una.

- Para unirse y llevar a cabo acciones se necesita tiempo y ganas, pero también atrevimiento. Me refiero a un caso como el del personaje de Elda, que decide entrar en la asociación de vecinos del barrio: para muchas personas no es fácil dar ese paso por vergüenza, timidez o por sentir que son ambientes endogámicos ¿Cómo se podría ayudar a romper esa barrera ‘mental’?

- Es verdad que no es fácil, y que es más fácil cuando esos espacios existen que cuando hay que crearlos. Películas como En los márgenes, por citar una reciente, ayudan a imaginar, pero a veces tampoco es fácil llegar a esas películas. Lo verdaderamente endogámico, en cualquier caso, es una vida aislada, donde solamente tú, con un tú que a veces incluye a “tus” familiares y a “tu” entorno laboral, formas parte de tu visión del mundo. Entrecomillo el “tu” porque esas relaciones de pertenencia se construyen a menudo por la vía de la exclusión, y porque muchas veces muestran su inconsistencia: tu empresa prescindirá de ti cuando no te necesite, las familias se rompen por las herencias, para crear otras o por los embates de la desprotección social. En cambio, abrir los círculos, darse cuenta de que somos las demás y que los demás son nosotres, ¿cómo va a ser eso endogámico?

- ¿Pensar que el futuro se presenta catastrófico lleva a la parálisis o, sin más, es ser realista? Las previsiones no son muy positivas.

- En cuanto al futuro colectivo, todo parece indicar que habrá muchas pequeñas catástrofes más que una sola, y muchas formas de enfrentarlas. Como sucede con las biografías, es útil preguntarse qué recordaríamos y de qué nos enorgulleceríamos. Y, a partir de nuestras respuestas, decidir si la parálisis tiene o no sentido.

Periodista. Especializada en información cultural, colabora en medios como elDiario.es, El Periódico de España y SModa.