Andrés Neuman busca la poética de la paternidad

El autor hispanoargentino escribe en ‘Umbilical’ sobre el nacimiento de su hijo. “Un bebé es un maestro involuntario”.

El escritor Andrés Neuman, que explora el tema de la paternidad en 'Umbilical'. RAFA MARTÍN
El escritor Andrés Neuman, que explora el tema de la paternidad en 'Umbilical'. RAFA MARTÍN

¿Recuerdas haber leído una escena con un protagonista masculino cambiando pañales? ¿Y al protagonista atento al presente, dialogando con un bebé? El escritor hispanoargentino Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977) nos demuestra de nuevo que no se ha escrito sobre todo, mucho menos sobre la relación de los hombres con los bebés, y lo hace a la sombra del cariño del padre primerizo y la introspección de las nuevas masculinidades.

Umbilical (Alfaguara, 2022) se podría decir que es un relato preñado que da a luz constantemente: la duda del bebé hasta la emergencia del padre, el cuerpo en el que dos se convierten en tres y, finalmente, una voz propia. El texto está estructurado en tres partes, el antes y el después del parto seguidos de un monólogo interior. La cita inicial de Anne Walman (“que los hombres detengan su alboroto frente a la maravilla del bebé”) expresa a la perfección la embriaguez de este reputado autor que se convierte aquí en “gorila de amor” clamando poesías sobre el carpe ventrem.

A través de las cortas observaciones que componen el libro, asistimos a las dudas de traer una vida en pandemia, al diálogo que aprende a atender nuevas voces, a la preparación material y a la emocional, también a los efectos de la risa y el llanto. En definitiva, puede hablarse del ejercicio original de tratar de construir una poética del bebé con narradores masculinos.

Andrés Neuman fue finalista del Premio Herralde en 1999 con su primera novela, Bariloche, a la que le siguieron La vida en las ventanas, Una vez Argentina, El viajero del siglo (Premio Alfaguara y Premio de la Crítica), Hablar solos y Fractura. El autor también ha publicado libros de cuentos como Alumbramiento o Hacerse el muerto y poemarios como El tobogán, Patio de locos o Vivir de oído.

Nos llamamos para charlar sobre una novela que se presenta como una nota personalísima de su trayectoria y la conversación poco a poco nos enreda con sus mecanismos.

- Umbilical me ha impactado mucho pese a no ser padre. Al inicio pensé que la experiencia de la paternidad, al ser central en el texto, podía ser una barrera... 

- Yo he estado en tu club, el de las personas sin hijos, hasta hace nada. He pasado toda la vida en ese club y he sido muy feliz. No creo nada en la superioridad moral de los que tienen hijos ni en la de los que no los tienen. Soy un padre tardío, así que sería extraño que tomara ahora la pose del que ha visto la luz.

Con este libro, me conmueve la posibilidad de dialogar con gente que no tiene hijos pero los tendrá y gente que no, o gente que imagina que quizás pero que no se lo plantea. No soy partidarios de divisiones entre tener o no hijos, porque las fronteras entre esos modos de vivir son permeables. Nuestra experiencia no es solo lo que te pasa, también lo que rechazas, temes o imaginas.

- Otros libros que tratan esos temas generan un fuerte posicionamiento. Cuando salió el ensayo antinatalista de Thomas Ligotti La conspiración contra la especie humana (2010), en las reseñas podía percibirse quién era padre o no. Me gusta lo que comentas, porque a lo mejor puede hablarse de la paternidad en términos de permeabilidad o porosidad…

- Exacto. Esa especie de inversión maniquea de la realidad tiene como mínimo dos causas. Una tiene que ver con nuestra condición existencial: la incertidumbre es tan dolorosa y difícil de gestionar que a menudo nuestras posturas y opiniones, incluso nuestro compromiso para dignificar, no son más que reacciones defensivas. Es tentador no tener hijos y convertirlo en teoría política: pienso en una mujer muy inteligente como Lina Meruane en Contra los hijos (2014), que tiene un valor contracultural extra cuando lo escribe una mujer, ya que tiene que ver con desobedecer un mandato histórico cultural. Entiendo su postura política, pero, más allá de su caso particular, siento que hay una tentación muy humana en justificar tus circunstancias y revestirlas de una dignidad política.

La segunda causa es que parece que tuviéramos instalada una app de redes sociales. Entonces la estructura de nuestro análisis parece que tiene que imitar el me gusta o no me gusta, ya no podemos participar de la realidad si no es en forma de sondeo. Me parece empobrecedor el creernos en la obligación de posicionarnos antes de un análisis desprejuiciado a favor o en contra.

Portada del libro 'Umbilical', de Andrés Neuman. ALFAGUARA

- El libro va de la prosa poética al aforismo, seguido de una tercera parte más literaria en la que se trata de dar voz al otro. Me preguntaba si el formato viene impuesto por tu trayectoria poética, por el tema en sí o por  motivos musicales o emocionales.

- Creo que es una combinación de factores. Por un lado, era literariamente inevitable que, si llevo toda la vida trabajando en diferentes géneros, tratase de usar las herramientas de todos ellos a la hora de afrontar la experiencia de la paternidad. Una amiga dijo que era una novela hecha de capítulos que se leen como microrrelatos escritos con prosa poética que ponía sobre la mesa debates propios del ensayo. Hubiera sido contradictorio replantearme las nuevas masculinidades resultado del aprendizaje de la revolución feminista y responder a todo ello con un libro ortodoxo. Debía haber intimidad entre forma y fondo.

Además, la naturaleza de miniatura interna tiene que ver con otra correspondencia entre ética y estética: parecía hermoso tratar de pensar en mi bebé a escala y algo contranatura el hacer un Guerra y paz de algo tan microscópico. Un bebé es una máquina de presente. Tiene una relación fragmentaria con la realidad. En busca de un lenguaje con el que comunicarse con el bebé, parecía adecuado lo breve.

Pero es que además solo puedes escribir un ensayo o novela largos sobre tu bebé si no te ocupas de él. Eso las mujeres los saben perfectamente, las madres están hartas. Si me ocupo del bebé, se produce la paradoja de verme inmerso en la importancia de lo cotidiano y el detalle doméstico y no tener tiempo para escribir sobre ello. Sabía que debía ser de algún modo escritura del fragmento, porque así las madres han entendido la escritura de la maternidad.

Le cortaba las uñas y pensaba: ¡joder! ¿es que no se me puede ocurrir ninguna escena en la que un hombre corte las uñas a un bebé? La tragedia es que seguro que hay billones de hombres que lo han hecho, pero no recuerdo ninguna escena.

- Las feministas han reivindicado textos escondidos del pasado. Me preguntaba si la nueva masculinidad puede recuperar algún texto de la relación con los bebés…  Hablando de la escena de cortar las uñas, es muy probable que Karl Ove Knausgård escribiera sobre ello. También Kenzaburo Oé ha escrito sobre su hijo, pero me da la sensación de que es una escritura desde el yo.

- Hay ejemplos torturados, ansiosos y quejumbrosos, sobre la renuncia al cetro y el sacrificio. No creo que se trate de si se habla del autor o no, sino de qué emociones se analizan. Es distinto hablar de ti o no si dejas entrar la emoción y la identidad ajena. Me interesan las tres cosas: cómo se siente la madre, cómo se siente el bebé y cómo se siente la paternidad. La cuestión es el punto de vista, si dejas entrar a todo lo otro que empieza a pasar, que se empieza a remover, a los aprendizajes brutales que haces con el bebé, porque es un maestro involuntario.

Periodista, traductor y guionista. Autor del ensayo Panero y la antipsiquiatría (2017) y de las novelas Samskara (2019) y Díptico Espiritista (2022).

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