El bilingüismo (político) de Puerto Rico

Los esfuerzos de Estados Unidos por imponer el inglés en Puerto Rico chocan con el predominio del español en la isla.

Las banderas de Estados Unidos y Puerto Rico. FLICKR/ARTURO DE LA BARRERA BAJO LICENCIA CC BY-SA 2.0
Las banderas de Estados Unidos y Puerto Rico. FLICKR/ARTURO DE LA BARRERA BAJO LICENCIA CC BY-SA 2.0

Las tropas estadounidenses invadieron la isla de Puerto Rico en julio de 1898 en plena guerra hispanoamericana. Semanas después de la incursión militar, España renunciaba a la soberanía sobre su antigua colonia y Estados Unidos se hacía con el control militar de la pequeña isla antillana.

Así pues, luego de poco más de 400 años de que Cristóbal Colón hubiera plantado la bandera española en las costas de Puerto Rico, otra nación hacía lo propio, arriando aquella bandera e izando, por primera vez, la de las barras y las estrellas. Ya no eran los conquistadores españoles en sus carabelas que se adueñaban del territorio de los indios taínos, sino los conquistadores norteamericanos en sus acorazados quienes imponían su dominio. 

Al inicio, los puertorriqueños recibieron con grandes expectativas la llegada de los soldados norteamericanos. Veían en Estados Unidos una nación poderosa y justa, paladín de la libertad y la democracia; por fin se librarían del yugo español y pronosticaban una bonanza económica y de progreso. El mismo general en jefe del ejército de Estados Unidos, Nelson Miles, dijo en su proclama al pueblo de Puerto Rico luego de su invasión armada:

“No hemos venido a hacer la guerra contra el pueblo de un país que ha estado durante algunos siglos oprimido, sino, por el contrario, a traeros protección, no solamente a vosotros sino también a vuestras propiedades, promoviendo vuestra prosperidad y derramando sobre vosotros las garantías y bendiciones de las instituciones liberales de nuestro Gobierno”.

El general estadounidense Nelson Miles, en Puerto Rico, en 1898. ARCHIVO
El general estadounidense Nelson Miles, en Puerto Rico, en 1898. STROHMEYER & WYMAN 

Así que, para los puertorriqueños, este cambio de soberanía no podía traer más que prosperidad. Sin embargo, el júbilo y la esperanza no tardaron en diluirse. 

Puerto Rico, que unos meses antes de la invasión estadounidense había logrado conformar un gobierno autonómico en la isla, ahora perdía esos poderes a manos de un gobierno militar de una nación que no hablaba su mismo idioma ni compartía su misma cultura. A principios del siglo XX, bajo una ley orgánica aprobada por el Congreso de los Estados Unidos, la isla pasó a ser una colonia sin poderes políticos y bajo unas estrictas normas económicas que priorizaban los grandes intereses norteamericanos en dretrimento del beneficio de la población local.

En los planes de Estados Unidos con su nueva colonia hispana estaba un proceso de ‘americanización’ de los puertorriqueños, en que se buscaba la ‘deshispanización’ de la isla mediante una campaña de ‘aculturación’. 

Era esencial que este nuevo territorio fuera un reflejo de las costumbres de Estados Unidos para alcanzar una integración completa de la colonia al imperio. Para lograr esa asimilación, era importante que los puertorriqueños hablaran el idioma de la metrópoli. Entre algunos de los primeros esfuerzos hacia este objetivo, se estableció la enseñanza obligatoria en inglés de todas las materias en las escuelas del país. 

Los estadounidenses pensaron que esto iba a ser un proceso fácil, como lo había sido anteriormente en los territorios que adquirieron a mitad del siglo XIX luego de la guerra contra México. Pero aquellas vastas tierras tenían una población mínima y dispersa y el proceso de asimilación fue relativamente sencillo. No sería así en la isla de Puerto Rico.

Desde el principio, los puertorriqueños mostraron un desinterés en aprender a hablar inglés y los esfuerzos por incorporar su enseñanza en las escuelas fueron inefectivos. Al principio, era muy difícil conseguir maestros que pudieran enseñar en otro idioma que no fuera el español. Y desde los centros educativos hubo poco entusiasmo a la hora de imponer el inglés en el plan de estudios y relegar el castellano a una simple asignatura. Como respuesta, las autoridades llegaron a amenazar a los maestros con retirarles sus licencias si no seguían las directrices establecidas por el gobierno federal.  La reacción del magisterio ante estas imposiciones y amenazas fue de total rebeldía, lo que complicaba la vital colaboración del sistema educativo para lograr los objetivos de asimilación que se perseguía. 

Más allá del intento de imposición del idioma, el gobierno de Washington intentó forzar en los puertorriqueños la historia y la cultura anglosajona y pretendía eliminar la celebración de los días festivos locales y disminuir el énfasis en la historia y las tradiciones puertorriqueñas. Por ejemplo, se intentó incorporar la celebración de la ‘blanca Navidad’, a pesar de que en Puerto Rico la gran mayoría de la población jamás había visto la nieve. Y vale la pena señalar el detalle del cambio de nombre que se le dio a la isla durante esas primeras décadas, de ‘Puerto Rico’ a ‘Porto Rico’. 

Con el paso de las décadas, durante la primera mitad del siglo XX, hubo nuevos intentos fallidos de lograr la incorporación del inglés como idioma oficial de enseñanza en todas las escuelas del país. La resistencia fue continua, basada en un arraigo muy profundo por parte de los puertorriqueños a su cultura, sus tradiciones y el que había sido su idioma en los últimos cuatro siglos. Ante esto, ya para finales de la década de los cuarenta, esas tentativas frustradas trajeron como consecuencia la eliminación del proyecto de ‘americanización’: la cultura puertorriqueña había ganado la batalla.

Clase de inglés en Puerto Rico, en 1968. FLICKR/KHEEL CENTER BAJO LICENCIA CC BY 2.0
Clase de inglés en Puerto Rico, en 1968. FLICKR/KHEEL CENTER BAJO LICENCIA CC BY 2.0

Aún hoy día, la mayor parte de la población puertorriqueña no habla, y apenas entiende, el inglés. Según datos del censo de 2000, la inmensa mayoría de los habitantes de la isla tiene un escaso dominio de esa lengua. Y un estudio realizado en 2006 por la Puerto Rico Community Survey estimó que el 95,2% de los puertorriqueños mayores de 5 años utilizan el español como idioma de conversación en sus casas y que, de estos, solo el 15,1% piensa que habla el inglés muy bien.  A pesar de que el inglés y el español son ambos, hoy día, idiomas oficiales en Puerto Rico, la realidad en la calle es que las personas se siguen expresando en su idioma materno: el castellano. 

Ahora, gracias a los canales de televisión provenientes de Estados Unidos, la internet, las redes sociales y las series de plataformas digitales como Netflix y Amazon Prime, la juventud se ve más expuesta al inglés y hay un terreno más fértil para el dominio de ese idioma. Sin embargo, vemos cómo la mezcla del uso de términos en español y el inglés al hablar, conocido como el espánglish, es cada vez más común.  Es típico escuchar, por ejemplo, oraciones como estas: “Págame cash (en efectivo) para ir al beauty (salón de belleza) del mall (centro comercial)”. 

Para los puristas del idioma, esto puede representar una deformidad del lenguaje, mientras que para los más flexibles esto es, en esencia, una evolución natural del idioma.  La realidad es que este fenómeno no es único de Puerto Rico, ni se explica exclusivamente por la relación política entre Estados Unidos y la isla, puesto que el inglés, al ser el idioma universal de los negocios, el turismo y la tecnología, ha tenido una influencia enorme en otros países y lenguajes alrededor del mundo. 

Puerto Rico ha estado en una lucha eterna por preservar su identidad lingüística y cultural. En 1991, por ejemplo, el gobierno de aquel entonces, bajo el mando de un gobernador hispanista, aprobó una ley que establecía el español como el único idioma oficial de la isla; este esfuerzo le mereció al país el premio Príncipe de Asturias “por su defensa del español”.  Dos años más tarde, en el mismo día de la toma de posesión de un nuevo gobernador que defendía la incorporación de Puerto Rico como estado número 51 de Estados Unidos, derogó la ley y devolvió el inglés como uno de los idiomas oficiales de la isla.

El tema del idioma ha sido, y seguirá siendo, una pieza importante en el tablero ideológico de Puerto Rico.  Lo que sí está claro es que el pueblo puertorriqueño tiene sus raíces hispanas muy arraigadas a su cultura e identidad y, si después de más de 120 años de coloniaje con los Estados Unidos no ha logrado evolucionar hacia el bilingüismo o, incluso, hacia el uso exclusivo del inglés, será improbable que ocurra un cambio significativo en los años venideros. 

El escritor Miguel de Unamuno decía que la lengua es la sangre del espíritu. La historia parece dar la razón a los que consideran que por las venas y el espíritu de los puertorriqueños fluye con fuerza la identidad del español.

Doctor en Historia Latinoamericana, del Caribe y de Puerto Rico. Director de la Escuela de Comunicación Ferré Rangel de la Universidad del Sagrado Corazón de San Juan de Puerto Rico. Fundador del movimiento En Buen Español, dedicado a promover el uso correcto de la lengua. Autor de los libros Habla y redacta en buen español (2011) y En buen español (2020).

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