Una alianza por la conectividad

Hispasat insiste en la necesidad de facilitar el acceso a internet para impulsar el desarrollo y eliminar las desigualdades en América Latina.

Los satélites son una herramienta clave para mejorar la conectividad en América Latina. HISPASAT
Los satélites son una herramienta clave para mejorar la conectividad en América Latina. HISPASAT

El reloj marca algo más de las tres de la tarde. Varias decenas de grandes empresarios latinoamericanos están reunidos en una sala muy bien acondicionada para asistir a una mesa sobre el papel de las empresas para desarrollar sus países en todo el territorio. Prácticamente todos ellos llevan un celular en la mano y muchos aprovechan para ir gestionando la bandeja de entrada de su mail. Me dirijo a ellos con voz firme: ¿Se imaginan ustedes esta reunión sin wifi? ¿Sin acceso a internet? Inmediatamente, todos levantan la cabeza de su pantalla sorprendidos. Pues bien, añado, esta es la situación de tres de cada diez personas en América Latina.

Los datos son contundentes. De acuerdo con el último Latin American Economic Outlook elaborado por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), en las zonas urbanas, un 67% de los hogares tiene conexión, pero, en zonas rurales, este número cae al 23%. Una de cada cuatro escuelas de la región carece de acceso a la red y aquellos estudiantes de hogares más pobres tienen seis veces menos probabilidades de tener internet en casa.

Es importante tener en cuenta que no se trata de un problema circunscrito en exclusiva a los países latinoamericanos. En España, este año, por primera vez, Cáritas ha incluido la falta de acceso a internet como un elemento indicativo de pobreza. Desde el inicio de este siglo, todos los estudios de la OCDE vinculan el desarrollo de los pueblos a una conexión rápida a internet. Está demostrado que las poblaciones que tienen acceso la red se convierten en polos de desarrollo económico.

Internet no es solo una fuente de creación de riqueza porque permite vender productos locales a todo el mundo. También es una herramienta para el desarrollo personal y una oportunidad para avanzar más deprisa en eliminar desigualdades.

Por ejemplo, para conseguir que los alumnos de las escuelas en lugares remotos tengan acceso al mundo del conocimiento y que sus maestros cuenten con los mismos recursos que tiene un maestro en Nueva York, Barcelona o París.

Por ejemplo, para que los ciudadanos de un pueblo remoto tengan acceso al diagnóstico de un médico en un gran hospital mediante una videollamada. Con una maleta equipada con unos dispositivos se puede resolver los problemas de la asistencia sanitaria, es lo que llamamos telemedicina. 

La solución tecnológica para resolver esta situación ya existe, y si existe, es exigible. Además, debo añadir que es rápida de implementar. Consiste en instalar una antena y a partir de ese momento, funciona la conexión. Quiero decir que se puede prestar servicio sanitario de forma inmediata sin necesidad de esperar a construir un dispensario médico y dotarlo de médicos y enfermeras.

Con esto trato de explicarles que no solo es un factor de desarrollo sino una oportunidad inmediata para resolver problemas tan graves como la asistencia sanitaria o la educación.

Alumnos con tabletas de un proyecto de digitalización de Hispasat en la Escuela Plan de Chorcha, en Panamá. EFE/CARLOS LEMOS
Alumnos con tabletas de un proyecto de digitalización de Hispasat en la Escuela Plan de Chorcha, en Panamá. EFE/CARLOS LEMOS

Este es el estado de las cosas, ahora bien, detectado el problema, ¿una empresa puede resolverlo o prestar soluciones en solitario? La respuesta es: no. Resulta voluntarista. La pandemia nos ha enseñado la importancia de la colaboración. Para resolver los problemas tenemos que atajarlos juntos. Las empresas tienen que unir sus fuerzas con los poderes públicos para implementar las soluciones. Es lo que definimos como colaboración público-privada.

El objetivo principal de las empresas es obtener beneficios, ganar dinero, para después repartir esta riqueza entre sus accionistas, sus empleados y la sociedad. Las empresas pueden y deben colaborar con los poderes públicos y con otras empresas para atender las demandas de su comunidad, para resolver los problemas que detecta y ayudar a resolverlos.

Hispasat es una empresa que nació de una iniciativa pública hace 30 años y está preparada para atender los cambios que se han producido en la sociedad en el uso de las telecomunicaciones. Pero fruto de esa vocación pública está promoviendo una alianza por la conectividad, para conseguir que se elimine la brecha digital, para que todos los ciudadanos puedan acceder a internet. Y esto significa que tengan acceso a la educación, a la medicina, al desarrollo digital. Para que nadie se queda atrás en la transformación que se está produciendo en nuestra sociedad.

Somos la cuarta empresa europea de satélites y la octava del mundo. Formamos parte del Grupo Redeia, participado por el Estado español. Gestionamos tres posiciones orbitales (61º Oeste, 55,5ºO y 74ºO) a través de una flota de nueve satélites y somos el primer operador de televisión y radio de Latinoamérica, con la gestión de 1.300 canales.

Tenemos ya tres proyectos piloto instalados en Honduras, Ecuador y Panamá para demostrar la eficacia de la conexión satelital. La conectividad satelital permite el acceso a la red de poblaciones remotas o dispersas a alta velocidad, que completa con servicios digitales que ayudan a cerrar la brecha digital y reducir la desigualdad.

Se trata de una cuestión relevante, porque una buena conectividad es la garantía para que la llamada “última milla” en las telecomunicaciones no sea “el árbol más alto del pueblo” para poder seguir las clases. Desde Hispasat sabemos de esto, porque hemos enviado 15 equipos para dar servicio a las escuelas de Honduras, donde cerca de 300.000 niños han dejado de ir a clase.

Pero, además, las aplicaciones que estamos desarrollando nos permiten prestar servicios de telemedicina y asistir a las personas con enfermedades en lugares remotos. Así lo hemos experimentado en un proyecto piloto en el Río Napo (Perú).  

Según datos de la OCDE, en promedio, en Iberoamérica las habilidades digitales se han desarrollado en apenas 4 de cada 100 empresas. La pandemia ha acelerado los cambios y cada minuto que pasa las diferencias son mayores.

La distancia es ya abismal con los países del Sudeste Asiático y China, que están avanzando muy rápido en Inteligencia Artificial, lo que se traduce en mayor productividad y más riqueza. Como indica la CEPAL en su informe 2020, Iberoamérica necesita un cambio estructural para superar las limitaciones impuestas por su actual modelo de desarrollo y aumentar el crecimiento de la productividad.

No caben muchas dudas al respecto: la estructura productiva debe avanzar hacia sectores más intensivos en tecnología con mayores niveles de demanda y empleo cualificado. Esto debe lograrse preservando los recursos naturales, la biodiversidad y el medioambiente.

Pero debemos interpretar este déficit de infraestructuras que tiene Iberoamérica en positivo. Lejos de ser un reto, se trata de una oportunidad, porque abre la posibilidad de implementarlas con los estándares y las herramientas del siglo XXI, con las herramientas digitales que proporciona una conexión rápida a internet.

Dado que los mercados no pueden impulsar por sí solos una transformación así, se requiere una actuación conjunta de políticas tecnológicas, industriales, fiscales, financieras, medioambientales, sociales y regulatorias.

Este es el motivo por el que promuevo una alianza por la conectividad. La suma del esfuerzo de todos, empresas y gobiernos, para resolver el acceso a internet como acelerador de soluciones para eliminar desigualdades.

Tenemos ante nosotros una oportunidad que no podemos perder.

Presidente de Hispasat. Alcalde de Barcelona entre 2006 y 2011.

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