La mujer que difunde el arte latinoamericano en el Guggenheim

La curadora peruana Geaninne Gutiérrez-Guimarães analiza la proyección de Sudamérica en los museos de Estados Unidos.

Enrique Planas

Nueva York
Geaninne Gutiérrez-Guimarães, curadora de arte latinoamericano en el museo Guggenheim de Nueva York. SCOTT RUDD
Geaninne Gutiérrez-Guimarães, curadora de arte latinoamericano en el museo Guggenheim de Nueva York. SCOTT RUDD

Su infancia transcurrió en el barrio de Chacra Ríos, al lado del coliseo Amauta, en plena crisis. Era 1988 y recuerda a su mamá haciendo maletas. Viajarían a reunirse con su padre, que había llegado meses atrás a Nueva York, buscando el futuro que la hiperinflación les negaba. Ella tenía 8 años y no sabía inglés. Han pasado 35 años, y frente al Central Park, en uno de los pasillos circulares del emblemático edificio que acoge al museo Guggenheim de Nueva York, su curadora de arte latinoamericano, la peruana Geaninne Gutiérrez-Guimarães, recuerda y se conmueve.

“Al llegar, fue todo muy difícil, como sucede con cualquier inmigrante: tienes que aprender el idioma y la cultura para asimilarte. Mis padres trabajaban todo el tiempo para que no falte la comida”, dice. Geaninne fue la primera en la familia que pudo ir a la universidad. En sus aulas se interesó por la historia del arte, y el despegue de su carrera se basó en saber aprovechar becas y pasantías, primero en el MoMA, luego en el Museo Metropolitano. A los 27 años, entró como asistenta curatorial en el Museo de Arte Moderno y fue allí que redescubrió el arte latinoamericano. Trabajar con un curador como Luis Pérez Oramas, reconocido historiador de arte venezolano, le permitió recuperar una memoria que la distancia y las urgencias del migrante generalmente diluye. Con el apoyo de la fundación Patricia Phelps de Cisneros, ambos pudieron adquirir piezas para el museo y exponer memorables retrospectivas de las brasileñas Lygia Clark y Mira Schendel, del argentino León Ferrari o del uruguayo Joaquín Torres García. A los 33 años fue convocada por el Guggenheim en Nueva York, desde donde diseña las exposiciones tanto para este museo como para su popular sede en Bilbao, España.

Recorremos los mismos pasadizos circulares que Will Smith atravesaba persiguiendo a un escurridizo extraterrestre en la primera entrega del filme Hombres de negro. A fines de marzo, Gutiérrez-Guimarães inauguró Midiendo el infinito, gran retrospectiva de la artista germano-venezolana Gertrud Goldschmidt, conocida como Gego, figura de la abstracción geométrica del país llanero. La muestra ocupa los cinco pisos circulares del museo diseñado por Frank Lloyd Wright en 1959. La pasión con la que habla de la artista deja en claro cuánto sintoniza con su carácter migrante.

“Viviendo en Nueva York, siendo peruana americana, resulta importantísima la representación de nuestra cultura en nuestros museos. Por años, la historia del arte ha estado concentrada en sus representantes europeos y norteamericanos, y aún nos cuesta incluir la producción de Sudamérica, Centroamérica y el Caribe. Es una pelea que nosotros, como curadores, tenemos que llevar adelante”, reconoce Gutiérrez-Guimarães.

- Eres una protagonista de la difusión del arte latinoamericano en Estados Unidos. ¿Desde tu perspectiva, cómo ves la proyección del arte peruano a nivel internacional?

- Cada país tiene su escena artística. El Perú tiene una historia muy rica, y una modernidad que se conoce y se aprecia en nuestros museos. A pesar de estos momentos difíciles, el arte contemporáneo peruano está combinando cultura, economía y política. La tarea está en cómo difundir esa historia a nivel internacional. Los países de Sudamérica tienen el doble reto de promover a los artistas dentro de su país y difundirlos a nivel internacional. En este museo, en 1966, entonces bajo la dirección de Thomas Messer, tuvimos nuestra primera muestra de pintores latinoamericanos, y ahí se incluyó al artista peruano más conocido en ese momento, Fernando de Szyszlo. Ahora se trata de descubrir a los artistas que están trabajando ahora, pienso en Sandra Gamarra o en José Carlos Martinat, por ejemplo. Reconozco que uno de los huecos más importantes en nuestra colección contemporánea tiene que ver con la creación de Perú, de Chile, de Colombia, de Guatemala. Una de mis metas es ampliar esa representación.

- ¿Y de qué depende de que la colección del Guggenheim crezca? ¿Que las instituciones oficiales de cada país hagan lobby para promover a sus artistas?

- No depende del país. Buena parte de esa tarea recae en el personal de cada museo, en la misión de cada institución. Cada vez más estamos entendiendo mejor el concepto de diversidad en los museos, a través de sus programas expositivos, de nuestras adquisiciones, de nuestras metas. Cuando yo estaba en la universidad, décadas atrás, no había cursos de arte latinoamericano. Había un curso que juntaba todo, con Asia y África. Ahora eso ha cambiado totalmente. Nosotros en el museo tenemos un comité dedicado a adquisiciones de artistas latinoamericanos, pero dependemos de las donaciones o los fondos de coleccionistas que las financian. ¡Y solo podemos comprar de dos a cuatro obras de artistas latinoamericanos por año! Es algo que queremos cambiar. Cada año se amplía la visión, la diversidad, la representación. En Estados Unidos tenemos que representar a todos. Y para eso tenemos que tener una estrategia.

- La identidad del museo Guggenheim está basada en su edificio, también una obra de arte arquitectónico. ¿Cómo se adaptan las obras que expone a un espacio curvo, que evita las paredes rectangulares?

- La historia del arquitecto Frank Lloyd Wright está muy presente en la historia del museo, y las maneras en que las muestras se adaptan al espacio es muy variada. Definitivamente es un reto, porque debemos mantener la arquitectura. No mucha gente sabe que hay arte en ella. El edificio es una escultura.

¿Cómo se organiza una exposición sin tocar los muros, sin clavar un clavo en la pared?

- Cada museo es diferente. El MoMA no tiene ese reto, por ejemplo. Su edificio no está registrado por la UNESCO como patrimonio mundial, como es nuestro caso. Nuestros equipos de educación, diseño y arquitectura se unen cada vez que proyectamos cada muestra. Nos obliga a pensar ideas más allá de lo tradicional. En ese sentido, el museo Guggenheim es muy diferente a los otros. ¡Nosotros no tenemos paredes rectangulares!

- Suele decirse que los edificios de los museos más recientes terminan siendo un millonario capricho arquitectónico, como sucedió con la polémica alrededor del Guggenheim de Bilbao. ¿Cómo el museo enfrenta este tipo de polémicas?

- Un museo no está compuesto solo por su director y su personal. Tiene una responsabilidad con su ciudad, con su comunidad. Una ciudad como Bilbao es muy diferente a Nueva York. El edificio de Frank Gehry revitalizó la ciudad de Bilbao. Su museo es hoy el lugar donde todo el mundo va, con 1.2 millones de visitantes al año. Y nosotros tenemos que programar su calendario con una gran variedad de muestras, pensadas para audiencias locales, nacionales e internacionales. Nueva York es muy diferente. Aquí tienes una gran cantidad de museos que compiten permanentemente. Tienes el Whitney, el MoMA, el Metropolitano y el Guggenheim como los cuatro más grandes. Y luego están los museos más pequeños. Cada uno de ellos no solo tiene que crear su propia identidad, sino que debe definir su responsabilidad para con su comunidad. No veo a Frank Lloyd Wright como un “starchitect”, pues su museo es una escultura que, a la misma vez, brinda espacio para mostrar la creación de otros artistas. Te permite una actitud muy contemplativa e interactuar con el arte a través del espacio.


Este artículo se publicó en El Dominical de El Comercio de Perú el 18.05.23

Enrique Planas

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