Cristhian Briceño y los poetas de Alaska

El escritor peruano, uno de los más sólidos de su generación, publica una falsa antología poética en la que despliega todo su talento.

Marco Gonzales Peralta

Lima
El escritor peruano Cristhian Briceño. EL COMERCIO
El escritor peruano Cristhian Briceño. EL COMERCIO

En La única cosa que es probable que rompas es todo (Aletheya, 2022), el escritor Cristhian Briceño Ángeles ha edificado una catedral. El subtítulo del libro reza “Antología de poesía joven en Alaska”; eso es exactamente lo que se ofrece, con el detalle de que se trata de una falsa antología.

El libro es una muestra de la obra de cinco escritores ficticios nacidos en Alaska en las décadas de 1980 y 1990; tal muestra está precedida de una nota introductoria que da cuenta de las peripecias que llevaron al autor junto con la ficticia traductora Claire R. a gestar el proyecto, y cuenta con unos apuntes finales de una crítica literaria, también inexistente.

Estamos frente a un libro que constituye una gran mentira, una gran broma; pero los poemas son asunto serio. El autor ha creado cinco voces poéticas distintas, las ha dotado de rasgos biográficos particulares y le ha dado a la obra de cada uno características diferentes. Así, existe una cuidada coherencia temática y estilística entre los poemas de un mismo autor, los cuales incluso tienen como referencia las obras de poetas que sí habitaron nuestro plano existencial.

Tanto en la introducción como en los apuntes finales, el autor hace explícitas algunas de las señas literarias de cada uno de los poetas que conforman la antología, con lo cual crea un corsé teórico que constriñe su pluma al momento de plasmar los poemas. Con ello, Briceño funge de demiurgo de un universo poético con leyes y tragedias propias.

El resultado final impresiona por la destreza con la que ha sido ejecutado. Uno de los poemas inicia con el siguiente verso: “Gracias por la palabra que es necesaria / Y aún no ha sido escrita”. El autor ha tenido a bien imaginar qué palabras necesarias no fueron escritas en los gélidos parajes de Alaska, a fin de plasmarlas en este libro.

Con aquel loco arrebato de los arquitectos del medioevo que idearon catedrales imposibles, Briceño ha versado un breve y glacial territorio poético de adoración a la palabra: “Sentí frío. Pero seguí creciendo, quietecito, / Creo que hacia arriba”.


Este artículo se publicó en El Dominical de El Comercio de Perú el 21.12.22

Marco Gonzales Peralta

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