Artes

La naturaleza que somos

El KBr de la Fundación Mapfre presenta una retrospectiva sobre la vida y obra del fotógrafo estadounidense Edward Weston.

Surf, Bodega, 1937. Una de las obras presentes en la exposición 'La materia de las formas' en el KBr Fundación Mapfre, donde Edward Weston eleva lo cotidiano a arte. CEDIDA

¿Qué tienen en común un pimiento, una persona desnuda y las azoteas de un barrio periférico de Ciudad de México? La respuesta es mucho más sencilla de lo que parece: capturar la cotidianidad, lo que somos y lo que nos configura. Buscar puntos comunes y disonancias con la naturaleza que nos rodea y nuestras propias formas.

Desde el inicio de los tiempos, los seres humanos nos hemos obsesionado con cómo capturar recuerdos, cómo conservar para la eternidad un pedacito de nuestra cotidianeidad. Es casi innato a la naturaleza humana querer dejar para la posteridad algo de nuestras raíces y nuestro presente.

Ya desde épocas inmemoriales, con las pinturas rupestres o los distintos grabados, dejar huella ha sido una necesidad. Una necesidad que, a medida que se intensifican los acontecimientos históricos, cobra más importancia.

De esta curiosidad innata parte el fotógrafo y artista estadounidense Edward Weston (1886-1958), uno de los padres de la fotografía como disciplina artística autónoma. Siempre con la cámara en mano, logró capturar una época de grandes cambios, las primeras décadas del siglo XX, pero no desde un punto de vista meramente informativo, sino desde una perspectiva humana y cotidiana, buscando sinergias y respuestas a una de las grandes preguntas que configuran la humanidad: ¿de dónde venimos?

Janitzio, Mexico, 1926. EDWARD WESTON

Ahora, para honrar esta figura y responder a esa cuestión, el KBr de la Fundación Mapfre en Barcelona inaugura la exposición retrospectiva La materia de las formas, un recorrido por toda la vida y obra de Weston, que podrá visitarse hasta el 31 de agosto.

La exposición narra una historia que va más allá de las fotografías más reconocidas de Weston y que nos sumerge en un mundo lleno de grietas, de figuras sinuosas y de puntos en común entre naturaleza y humanidad.

La importancia de Weston no radica en una fotografía de índole política o que capture momentos históricos, sino en su capacidad para transformar lo trivial en extraordinario. Aunque eso no impide que haya contenido político o reivindicativo en sus instantáneas, especialmente durante la etapa de la Gran Depresión y los años cuarenta.

Clouds, Death Valley, 1939. EDWARD WESTON

Weston fue pionero del estilo fotográfico moderno, en un trabajo caracterizado por el uso de la cámara de gran formato y una gran nitidez en las imágenes en blanco y negro. Con un gran dominio técnico, en sus instantáneas nada es casual, cada milímetro capturado responde a su propósito: dejar huella.

Esto se observa desde sus primeras fotografías, que muestran escenas del día a día o rostros con grandes gestos y expresiones. Es lo que se conoce como la primera etapa pictorialista de Weston, una etapa mucho más continuista con las tendencias fotográficas del momento y muy vinculada a la pintura.

Dunes, Oceano, 1936. EDWARD WESTON

México, la nueva

En 1923, Weston realiza su primera visita a México. Allí encuentra no solo una forma de vida distinta, sino también una profunda fuente de inspiración que da lugar a una serie de fotografías que nos cuentan, sin decir nada, todo un mundo hoy desaparecido.

El México de finales de los años 20 es una época convulsa, eufórica y llena de vida. La mezcla perfecta para que Weston experimente con la cámara, juegue a encontrar ángulos, lugares, visiones y perspectivas. En México deja atrás los retratos y apuesta por fotografiar todo aquello que le sugiera algo: nubes, paisajes, gente en su día a día. Todo desde una premisa muy instintiva, como si la cámara fuese una extensión más de su cuerpo. De este modo, consigue capturar la verdadera esencia y cotidianidad de los elementos y evocar una nostalgia llena de vida que ha perdurado hasta nuestros días.

Y es que cualquier persona que visite la exposición se transporta a México y encuentra una gran familiaridad, como si fuera un universo ya conocido. Es probablemente en este punto donde reside la magia de Weston para perdurar como uno de los genios de la fotografía.

Dunes, Death Valley, 1938. EDWARD WESTON

El regreso a EEUU

El viaje a México cambia por completo la fotografía de Weston. Pasa del primer pictorialismo a la cotidianidad para volver a su país natal y apostar por una fotografía mucho más experimental y sugerente, que converge entre cuerpos desnudos y elementos de la naturaleza.

En un primer momento, las naturalezas muertas son el objetivo principal. Unas naturalezas que exhiben grandes formas y que contrastan perfectamente con la siguiente etapa del artista: las fotografías de cuerpos —normalmente femeninos— desnudos. Con estas dos apuestas, Weston nos recuerda de dónde venimos para entender hacia dónde vamos.

Floating Nude, 1939. EDWARD WESTON

En un momento en que la inestabilidad política es latente y Estados Unidos se encuentra sumido en la Gran Depresión, las fotografías son un recordatorio de que formamos parte de la naturaleza y convivimos con ella en cada momento.

De hecho, las fotografías de cuerpos desnudos no tienen ninguna connotación erótica o sensual, al contrario, se basan en el componente anatómico y fisiológico y evocan formas naturales como conchas marinas. Al mismo tiempo, esta ausencia de erotismo no cae en la frialdad fotográfica y genera en el espectador una sensación de calidez, rozando la nostalgia.

Es en este punto cuando Weston captura una de las fotografías que lo catapultarán como maestro del arte fotográfico: un pimiento. Sí, parece irónico alcanzar la fama con un alimento muchas veces amado y odiado por igual. Pero seguramente es ese punto transgresor, de encontrar algo brillante en un alimento cotidiano, lo que le permite ir más allá y consolidarse como el padre de la fotografía moderna.

Pepper nº30, 1930. EDWARD WESTON

En esta etapa, Weston se erige como un gran perfeccionista del arte fotográfico, al capturar estos elementos como metáfora de que todo lo que nos rodea es naturaleza. Buscar las formas, jugar con los espacios y los elementos, encontrar sinergias y diferencias es el objetivo de esta nueva etapa.

Cada elemento representa para Weston un lienzo en blanco en el que nada es casual y las posibilidades son infinitas. Todo, para dejarnos claro que, al final, naturaleza, animales y personas acabamos siendo lo mismo: materia y forma.

Nude, 1936. EDWARD WESTON

Los años 40

En la última etapa de Weston, su fotografía, a menudo sin componente político, comienza a posicionarse para expresar la situación de pobreza que se vivía en muchos lugares de Estados Unidos. Hombres y mujeres en situaciones precarias y casas devastadas conviven con imágenes de lugares idílicos como las playas de California. Un contrapunto para ser conscientes de la dualidad de aquel presente en el país y que nos obliga a reflexionar sobre el papel del arte como fórmula de reivindicación social.

Así termina el viaje retrospectivo por la vida y obra del gran Edward Weston, un viaje que va más allá de las fotografías y que nos adentra en una época de cambios históricos y artísticos, que nos deja entrever cómo será la fotografía del futuro.

Weston ha sido, es y será uno de los padres de la fotografía moderna, no solo por su técnica cuidada y su precisión milimétrica, sino por su capacidad de capturar el presente y convertirlo en legado para el futuro.

Charis, Lake Ediza, 1937. EDWARD WESTON

 

Periodista. Ha trabajado en medios como Núvol y El Nacional.