‘Muyeres’: el misterio de las voces asturianas

La cineasta Marta Lallana y el músico Raül Refree unen fuerzas para inmortalizar una tradición oral que está a punto de desaparecer.

Fotograma de la película 'Muyeres', de Marta Lallana. CORTE Y CONFECCIÓN DE PELÍCULAS
Fotograma de la película 'Muyeres', de Marta Lallana. CORTE Y CONFECCIÓN DE PELÍCULAS

Ningún sitio mejor que el Festival de Gijón para presentar el proyecto de la realizadora Marta Lallana (Zaragoza, 1994) y el músico Raül Refree (Barcelona, 1976), que ahora llega a las salas más cinéfilas de la cartelera española. Muyeres es el poético registro, filmado en blanco y negro y en 16 mm, de los últimos cantares auténticos de Asturias, una tradición oral que se remonta, al menos, a 500 años atrás. En ese sentido, me recordó un momento de los años ochenta, en el que me sorprendí a mí mismo comprando el disco El misterio de las voces búlgaras sólo porque había aparecido en la cubeta con el sello 4AD, que en aquel momento publicaba a Cocteau Twins y Dead Can Dance. La comparación, que puede parecer completamente gratuita, tiene su miga, porque, si en la película vemos al músico llegando, cual jinete pálido de western (aunque en coche), a las recónditas aldeas asturianas en busca de grabaciones ignotas y de las últimas voces vivas, al final será una cuidadora rumana —que no búlgara— la que salvaguardará la tradición oral que trajo consigo romances como el de Blancaflor y Filomena.

No es la primera vez que los caminos de Lallana y Refree se cruzan. El músico —popularmente conocido por haber publicado el álbum Granada (2014) con Silvia Pérez Cruz, o Los ángeles (2017), con Rosalía— grabó la banda sonora de Entre dos aguas (2018), obra maestra de nuestro querido Isaki Lacuesta, y la joven cineasta fue a buscarlo para que le pusiera música a la encantadora Ojos negros, su primera película, que codirigió con Ivet Salcedo en 2019 y que protagonizó su propia hermana, Juliet Lallana, en el pueblo de Teruel en el que ambas pasaron los veranos de sus infancias. Aunque Lallana vive en Barcelona y no es asturiana, el paralelismo con Muyeres es evidente en ese retorno a las raíces más arraigadas en lo rural, lejos de la ciudad, un rasgo quizás no por casualidad bastante común entre la primera gran generación de cineastas españolas. Sin embargo, este viaje, como todos los viajes, es distinto. Tiene incluso un momento de folk horror sin horror, y nos lleva hasta lo más profundo de Asturias, alrededor de Cangas de Narcea —a casi tres horas de Gijón— donde la tradición oral está a punto de extinguirse. Hablamos con la directora sobre este viaje por parajes y cantos ignotos.

- ¿Cómo has vivido la presentación en Gijón de la película?

- Lo de Gijón ha sido celebración pura. Estaba muy contenta. Vinieron ellas, las Muyeres de la película, y fue muy emotivo, porque ninguna había querido ver nada  antes. Vino Carmina, que es la que vive en la zona de Salas Tineo, que está más cerca de Gijón. Y también vinieron Nadia, la cuidadora, y Elena. Pero faltó Irene, que es la hermana de Elena, porque es más mayor, le saca 20 años. Pero la verá cuando la pongamos en Candas de Narcea, que es la zona donde filmamos. Eso es algo que se hará más adelante, aunque ya se está gestionando.

- ¿Cómo os acogieron estas mujeres?

- Nos acogieron muy bien dentro de sus vidas, porque éramos un equipo muy pequeño, menos de 10 personas, quizás un poco más en la escena de la mascarada, y ya habíamos creado muy buena relación con ellas durante muchísimos meses.

Fotograma de la película Muyeres, de Marta Lallana. CORTE Y CONFECCIÓN DE PELÍCULAS
'Muyeres' muestra a las últimas voces de la tradición de los cantos asturianos. CYCP

- ¿Cuánto duró el rodaje?

- Pues se tuvo que suspender en un momento. Una de las protagonistas de la primera versión del guion se puso enferma, y tuvimos que parar, después de mes y medio. Era una mujer muy importante que se llamaba Gelita del Cabanón. Al principio parecía que iba a mejorar, pero luego ya no pudimos grabar con ella, aunque sigue estando muy presente en la banda sonora. Fue la primera mujer que conocí y era muy esencial de la peli, muy germen.

- Entiendo que ha fallecido. Al fin y al cabo, es de lo que habla la película, de la desaparición.

- Sí, falleció. Nos pasó un poco lo que pasa en la película. Desde el primer momento, cuando fuimos en busca de las últimas mujeres que quería entrevistar, para conocerlas y hacer el casting, mucha gente me decía que llegaba tarde, que debería haber ido 10 años antes. Pero todo eso acabó formando parte de ese proceso de búsqueda de algo que estaba desapareciendo.

- ¿Cuántas Muyeres deben de quedar?

- Cuando decimos que son las últimas es que realmente son las últimas, no es una frase publicitaria. Durante el casting conocí a cinco o seis, y ahora serán cuatro o cinco.

- ¿Por qué crees que se ha cortado la transmisión?

- Los hijos de estas mujeres pertenecen a una generación que sería la de mis padres, que vivió la apertura del posfranquismo, y creo que entre ellos se instaló como una vergüenza de todo lo que es el pueblo y lo rural. Eso era algo que notamos cuando fuimos a grabar, que había como un rechazo al conocimiento que no viene de lo académico, sino de la tierra.

La cineasta española Marta Lallana. CORTESÍA
Marta Lallana, directora de 'Muyeres'. CORTESÍA

- ¿Cuánto duró el rodaje en total?

- Pues hubo ese mes y medio al principio, una pausa de siete meses, y otros 10 días. O sea no llegó a dos meses, aunque previamente habíamos estado viviendo un tiempo de allí, para el casting y las localizaciones, y fue bastante intensivo.

- En la película parece que transcurra más tiempo, aparece la nieve…

- Sí, es que en el guion estaba la tormenta de nieve. Era algo que buscábamos. Fue un rodaje muy orgánico y de estar muy alerta, tener siempre un plan B. Si se ponía a nevar, había que activar la parte del guion de la tormenta. Si no, pues seguíamos con nuestro plan A.

- Podrías haber rodado un documental, ¿por qué mezclar realidad y ficción?

- Cuando me llegó, a través de Raül Refree, que existía una tradición oral que se está extinguiendo, empecé a investigar y a partir de ahí empecé a escribir el guion en el que, al final, quedaron estas dos mujeres. Yo me identifico mucho con Nadia, la cuidadora, por el hecho de que yo misma, que tampoco soy de ahí, de alguna manera también he prolongado la vida de esta tradición con la película. Ahí entra el tema de la aceptación: al principio Nadia no es aceptada, porque no es familia y no es de ahí. Pero yo sabía, desde el principio, que iba a ser ella, la migrante rumana, quien iba a salvaguardar, contra todo pronóstico, la tradición oral de los cantares.

-  ¿Y realmente lo va a hacer? ¿Nadia va a perpetuar la tradición?

- Sí, ella tiene muchísimo interés por todo el tema de la canción popular. Fue muy bonito encontrarlas y ver esa conexión a través de la música. Fue una manera de ir metiendo la realidad dentro de la ficción. Al principio, además de querer conocer a estas Muyeres, empecé a escribir el guion a partir de temas como el traspaso de la memoria o la inmensidad del paisaje.

Fotograma de la película Muyeres, de Marta Lallana. CORTE Y CONFECCIÓN DE PELÍCULAS
El paisaje de Asturias, en el blanco y negro de 'Muyeres'. CYCP

- ¿Y cómo fue eso de sacrificar el verdor de Asturias, que es tan impactante, por ese blanco y negro más poético y atemporal, que evoca incluso el cine primigenio?

- Fue una decisión bastante intuitiva y emocional. Desde el primer momento que empecé a imaginarme la película, junto a mi director de fotografía Toni Vidal, que me ha acompañado en el proceso desde el minuto cero, siempre fue en blanco y negro. Todo viene de ese primer viaje, ya íbamos con una  [cámara] Bolex, con la que captamos texturas y recuerdos. Desde entonces, quizás porque vivimos ese momento tan melancólico en el que vimos que era una película que ya no se podía hacer, nos decantamos por el blanco y negro. Y también está esa realidad un poco hostil, como que no dejas de ser un extranjero cuando llegas ahí. Aunque, al final, la película tiene un tono esperanzador, porque hemos llegado justo en este momento, justo a tiempo.

- Si en Ojos negros fuiste tú la que recurriste a Refree, esta vez ha sido él quien ha recurrido a ti. Se podría decir eso, ¿no crees?

- Es una forma de verlo, pero sí, para Ojos negros fui yo quien le busqué, porque me gustaban mucho un par de discos suyos, concretamente Jai Alai y La otra mitad, que es el que luego editó para la banda sonora de Entre dos aguas.

- Es preciosa esa peli.

- Sí que lo es. Pues recuerdo que, en esa época, escuchaba mucho ese disco, y entonces me acerqué, le gustó mucho el proyecto y entró. Luego entablamos una relación de amistad en la que hay mucha admiración por mi parte a su música, y creo que también un poco por su parte a mi manera de mirar. Así que es verdad, fue él esta vez el que me dijo que podíamos hacer esta peli juntos.

- ¿Cómo empezó todo? ¿Con el hallazgo de las cintas, tal y como se ve en la película?

- No, eso es ficción. Él descubrió los cantares a través de Rodrigo Cuevas, que es un músico asturiano con el que hizo un disco. Fue él quien le fue enseñando todas estas casas.

- ¿Y va a salir algún disco con todas estas grabaciones?

- Creo que lo están mirando, pero de momento no hay nada seguro.

El músico Raül Refree, en la película Muyeres, de Marta Lallana. CORTE Y CONFECCIÓN DE PELÍCULAS
El músico Raül Refree, en una escena de 'Muyeres'. CYCP

- ¿Y la idea de meterlo a él como protagonista silencioso, el clásico forastero de western?

- Es que esa zona es puro western. Es impresionante lo perdidas que están, y las aldeas que encuentras después de kilómetros y kilómetros en la nada. Pero, como la idea siempre fue que las protagonistas fuesen ellas, introducir a Refree como personaje era un reflejo de mi propio proceso o de cualquier espectador al que le resulte como extraño todo ese mundo. Necesitaba canalizar esa idea poética de hacer una película con una realidad que se te escurre entre los dedos. Y luego, que fuera él también me permitía llevar más lejos ese juego entre realidad y ficción.

- ¿Y ahora qué vas a hacer? Además de la promoción y girar por festivales.

- No tengo ningún proyecto en producción, pero me gustaría hacer algo más inmediato, como un corto, porque con Ojos negros fueron cuatro años, y con Muyeres, tres y medio —todo empezó en 2019—, además también he hecho lo de Terenci [Moix] por el medio.

–Es verdad, el documental Terenci: La fabulación infinita. A mí me gustó, me pareció muy estiloso, pero recuerdo que hubo quién se quejó en plan “estos jovenzuelos no se han leído los libros”. ¿Te llegó algo de eso?

- Para empezar, es mentira. Aparte de que el encargo consistía en hacer algo sobre el Terenci más mediático, y sobre él como su personaje, porque al final, si quieres leerlo, pues ahí están los libros. Luego su editora, que también era su cuñada, Rosa Sender, nos dijo: “Cómo es la gente. Llevan 20 años sin leerlo, y ahora sale el documental y se quejan de que no hablan de los libros”. Creo que tal y como está puede haber gente que se acerque a los libros, y también es posible que, si lo hubiésemos hecho más literario, a lo mejor no se acercarían a los libros.

Periodista cultural especializado en cine y literatura. Fue redactor de la revista Fotogramas durante 17 años. Ahora colabora regularmente con medios como La Vanguardia, El Mundo, Cinemanía o Sofilm, entre otros. Ha comisariado la exposición Suburbia en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.

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