Artes

Morad, la calle y su clase

El rapero español es la voz que conecta como nadie antes con los jóvenes de los barrios periféricos.

El rapero español Morad, durante su concierto en el Estadio Olímpico de Barcelona, el 4 septiembre de 2021. XAVIER JUBIERRE

Ayoud, nacido y criado en Albacete, España, hace 21 años, lleva una bandera de Marruecos en la espalda anudada al cuello como si fuera una capa y espera en la cola. Ha hecho cuadrar su primera visita a Barcelona con el concierto de Morad, el rapero de 22 años que el pasado sábado 4 de septiembre, en el marco de su gira española y del Share Festival, llevó su rap o trap, según se mire, de las calles y altavoces de los parques de las barriadas al Estadio Olímpico de la ciudad, como las grandes estrellas, aunque con aforo limitado a 2.000 personas por la pandemia.

Un día antes, Ayoud se pasó por el barrio del cantante, La Florida, en L'Hospitalet de Llobregat, para hacerse una foto con su ídolo que enseña con orgullo. Casi cada tarde, el cantante del barrio más denso de Europa y uno de los más pobres del área metropolitana de Barcelona echa el rato con sus amigos de toda la vida y accede a hacerse fotos con decenas de fans que han convertido La Florida en un punto turístico. La expresión popularizada por Morad, MDLR, Mec de la rue, “chico de la calle en francés”, ha conectado a miles de españoles a su música, y también entre ellos. Más de 3 millones de oyentes mensuales en Spotify y más de 30 millones de reproducciones de sus temas más exitosos, ‘Normal’ y ‘Motorola’, dan fe de ello.

“A mí también me gusta, pero es que es un pesado, todo el día pone sus canciones, ya me las sé mejor que él”, expresa sobre Morad con humor Cristina, la novia de Ayoud, que le acompaña en esta visita a Barcelona. ¿Por qué esa obsesión? Porque Morad, dice Ayoud, que trabaja como relaciones públicas de una discoteca, “representa a la clase obrera” y porque “se nota que canta las canciones con sentimiento, no como otros que escriben las letras que te marcan las discográficas o el mercado”.

Ayoud y Cristina, con la bandera de Marruecos, antes del concierto de Morad en Barcelona, el 4 de septiembre. XAVIER JUBIERRE

Morad ha dicho en alguna ocasión que el barrio es su “musa” y ha hecho de la militancia de su vecindario y de las historias de supervivencia —en la ley o fuera—, de racismo y de acoso policial, su identidad. Y la fórmula, que no es fórmula porque es “esencia”, defiende el cantante, le ha valido además del éxito masivo el interés de artistas internacionales como Ozuna, con el que ha colaborado en el remix de ‘Aquí’, o del rapero francés Rim'k, con el que recientemente grabó una canción y videoclip.

Detengámonos en ese vídeo con Rim'k. En algunas de las escenas, grabadas con un móvil, los raperos aparecen acompañados de chavales del barrio encapuchados que hacen rugir sus quads en la calle. Una reunión de decenas de personas haciendo ruido en plena pandemia y la irrupción de la policía municipal, a la que incluso se ve como uno de los jóvenes lanza un objeto. Días antes de ese videoclip, el nombre de Morad había aparecido en los medios de comunicación por haber pasado la noche en comisaría después de denuncias de los vecinos por hacer ruido y de, según fuentes policiales, haberse encarado con los agentes. Morad justo venía de grabar una sus últimas canciones, en la que se repetía “Fuck Mossos d'Esquadra”, en referencia a la policía catalana. No ha sido el único encontronazo del rapero con la ley: está acusado de intentar robar en un piso de Barcelona en 2018 junto a un amigo suyo.

Videoclip de la canción 'Papel', de Rim'K con Morad. YOUTUBE

Más allá del juicio moral que ya se encargan de hacer aquellos que creen que esta música blanquea o exalta actitudes violentas —algo que sucede desde los inicios del rap en Estados Unidos—, las escasas apariciones de Morad en los medios de comunicación tradicionales, sus letras y sus videoclips resumen un mensaje muy claro: las historias del barrio las cuentan sus propios habitantes, desde dentro, y no la prensa, que con su mirada externa de las periferias nunca acaba de conectar con ellos.

“¿Qué es lo que no nos gusta? ¡Los chivatos!”, gritaba Morad desde el escenario del Estadio Olímpico de Barcelona, apuntando esta idea: los que se chivan de delitos cometidos para sobrevivir son cómplices del enemigo principal de los chicos de calle, la policía. Y ahí, sin duda, están los medios de comunicación. Si los chivatos y la policía son los malos de las películas de barrio de Morad (como en Les Miseràbles, la película de Lad Ly de 2019 que retrata la tensión en las banlieus francesas), los buenos son los fieles, los de siempre del barrio y, sobre todo, “la mama”.

Aunque algunos hayan visto en Morad una apología a la violencia que otros artistas, sobre todo del drill (género en que el rapero no acaba de entrar), ­sí que defienden de manera mucho más explícita, la fuerza del artista ha sido sobre todo la exaltación de la lealtad al barrio contra toda posibilidad de traición y el comprarle un piso a tu madre como culminación total del éxito, aunque también de la angustia, la ansiedad y los miedos de una vida incierta.

Videoclip de la canción 'Seguimos', de Morad. YOUTUBE

La lucha contra el racismo —“tu padre facha me llamaría mena”, canta Morad en ‘Seguimos’— es otra de las constantes en sus aventuras de barrio. Hijo de migrantes marroquíes, Morad es también quien representa a jóvenes africanos o latinos de las periferias que casi no tienen altavoces en España. Con él, lo han encontrado. Aunque se sienten despreciados y criminalizados por la derecha que siempre defiende a la policía y les apunta con el dedo, jóvenes como Morad tampoco se sienten interpelados o cuidados por la izquierda, a diferencia de los primeros raperos españoles, que aunque nunca se acercaron a ningún partido sí que coqueteaban en general con los postulados antimonárquicos y antisistema de la extrema izquierda. Morad siempre habla de la “clase obrera”, pero no de las izquierdas.

“Yo no soy de política, no me interesa”, decía Morad después de que el partido ultraderechista Vox pidiera que se cancelara uno de sus conciertos, “no voy a atacar a aquel partido porque tampoco tengo a otro a quien defender”. Su voz resume el fracaso de la clase política para ofrecer salidas reales a una periferia que ha preferido en sus versiones raperas optar por la ideología tan estadounidense y liberal de buscarse la vida para poder pagar grandes gastos “a tocateja”, como dice una de sus canciones.

Cuando Morad carga contra el desprecio de los profesores (el rapero dice ser bueno en las matemáticas de la calle) o la vida en centros de menores, pide mejoras sociales en las periferias y una mirada que entienda las realidades migrantes, pero no desde una ideología concreta, y consigue hacer vibrar a centenares de jóvenes inadaptados o con problemas en casa mucho más que cualquier promesa electoral que nadie se cree.

El de sociales me decía Morad tú no vales / acabarás preso, muerto o si no acabarás en los tribunales. / Y yo le decía: la primera puede, puede / la segunda no y la tercera vale. / Pero recuerda cómo se está preso, / mañana también se coge y se sale. Un saludo a los profesores, educadores / Y a la gente que me estaba mirando con desprecio / A los que algún día quisieron abusar / Y les salió caro el precio / A palabras necias, oídos sordos.

Los versos son de la canción 'Profesores', seguramente la más profunda en cuanto a crítica del sistema de Morad. Y más allá del admirable trabajo que hacen la gran mayoría de profesores en los centros públicos en España, el mensaje de Morad es claro: me despreciasteis, pero tengo talento, así que me busqué la vida por mí mismo y ahora estoy bastante mejor que vosotros.

Videoclip de la canción 'Profesores', de Morad. YOUTUBE

Y así, tema a tema, hit a hit, siempre grabando en el barrio con la estética de bloques retratada por Iván Salvador, el director de sus videoclips, y aprendiendo también de raperos de su barrio que no llegaron tan lejos, como Rosa Rosario o Masacre Crew y Yoger, Morad ha conseguido no solo cantarle a los MDLR que ponen su música en los altavoces por bluetooth de todos los parques mientras el ocio nocturno sigue cerrado por la pandemia, sino, también, seguir siendo ellos. Morad no canta para los niños del barrio, Morad sigue siendo los niños del barrio.

“Es nuestra voz”. Así lo resumía antes del concierto barcelonés de Morad Ilias, un joven de 15 años de Canovellas que se sigue sintiendo marroquí pese a haber nacido en España. “Es muy importante para mí, canta lo que he vivido, en los centros y luego en la calle”, remataba su amigo Ahmed, de 19, que llegó a Barcelona con 15 como menor no acompañado y que ahora hace “algo”, forma de resumir cómo se puede llegar a ganar la vida alguien expulsado a los márgenes.

El mejor guiño simbólico de Morad hacia esa forma de mezclarse con los suyos se vio en los alrededor de una decena de niños y niñas de unos 10 años que se pasaron todo el concierto en el Estadio Olímpico de Barcelona con él en el escenario. O en Isma, el pequeño al que el rapero cogió de la mano para cantar ‘Cómo están’. Delante, un público entregado pero que respetaba las medidas de seguridad marcadas por la pandemia que le impedían, como deseaban, ponerse a botar con los beats nerviosos de unas canciones que, además de historias de la calle, tienen carisma, punch y ritmo para mover a las masas.

Cuando el público se iba a soltar, Morad interrumpió la canción: “No, no, que si no me echan a mí, hacedlo por los niños”. Y todo el mundo volvió a su sitio. Los MDLR se ven en Morad y Morad se ve en los MDLR. Nada lo resume mejor que el hecho de que el mismo Isma sea el protagonista del videoclip de la canción, un pequeño de 10 años interpretando a una estrella del trap. “Oye, hazme un favor, que estoy en Madrid y tienen que grabar un videoclip, ¿Puedes hacer de mí?”, le pide en el preludio del clip.

Videoclip de la canción '¿Cómo están?', de Morad. YOUTUBE

Morad ha concedido muy pocas entrevistas y no está contento con el trato que le dispensan los medios. Ha hablado con El Periódico porque confía en el periodista Ignasi Fortuny, que le ha seguido desde el inicio, y porque, dice, es un diario que reparten en las cárceles (‘El coleta’ es una canción que dedica a un colega preso). Y en su día charló con El Mundo, pero no quedó contento con un titular que buscaba la polémica política. Alguna aparición en Televisión Española en los inicios, y poco más.

Más allá del locutor Ibai Llanos, en casa de quien Morad dio un concierto, hay otros privilegiados de menos relumbrón que lo han entrevistado en un par de ocasiones con pocos meses de diferencia. Son los youtubers de AC Radio, una emisora que retransmite desde un pequeño estudio del barrio de La Florida que, cómo no, está decorado con un grafiti del rostro de Morad. Allí, algunos jóvenes aprenden a grabar y editar vídeos y otros presentan un modesto programa por el que han pasado diversos artistas famosos y emergentes.

Una vez más, incluso los interlocutores del Morad forman parte del mensaje: él habla por, para y con el barrio. “Cuando tienes esencia, le gustas a las personas”, decía el rapero en la última entrevista a AC Radio, en la que se definía como “un niño de 22 años que se está haciendo mayor” y pedía a la policía que le dejara en paz. “¿Al final qué hago? Yo canto, pago mis impuestos y no hago daño a nadie”, se lamentaba.

En dicha entrevista, Morad citaba como “maestro” al Dellafuente, con el que ya ha colaborado. La autenticidad de Morad conecta directamente con la de este artista de Granada, el primer trapero flamenco, seguramente el músico urbano más revolucionario de España junto con el propio Morad y el grupo Pxxr Gvng desde la época de pioneros como CPV, La Mala Rodríguez, Arianna Puello, Mucho Muchacho, Violadores del Verso, Frank T o SFDK. Ninguno de ellos, en cualquier caso, ha llegado a personas tan ajenas de entrada a la música como Morad, agitador de los invisibles. 

Videoclip de la canción 'Siempre que amanece', de Maka con Dellafuente y Morad. YOUTUBE

Morad es el puntal de la calle y Dellafuente, también hermético con los medios, quien abrió el camino (después de que La Mala lo hiciera con el rap) a que el trap español dialogue con el folklore y lo latino sin perder la identidad. Sus rostros son el resumen de una generación de veinteañeros creativos y espabilados que se están ganando la vida creando y contando historias de las calles como nunca se había hecho antes en España.

El alcance y la importancia histórica que vive la música urbana o de la calle en España (y que tantas veces enamora a las audiencias de Latinoamérica, sobre todo en los casos de Rosalía y Rels B, versiones más aburguesadas de lo urbano español) todavía no ha recibido la atención y el reconocimiento como fenómeno que merece en su propio país, más allá de las dos o tres estrellas más digeribles para los medios. RVFV, Omar Montes, El Bobe, Guetto Boy, Blokecon, El Patrón 970, El Jincho o Beny Jr, el amigo de Morad que graba drill con El Guincho, son solo algunos ejemplos de esta tendencia. Con voces y matices diferentes, todos cuentan historias de sus barrios que­ conectan con el resto y, muchas veces, también con personas de realidades más acomodadas. “Hoy todos quieren ser calle”, dicen los críticos.

Pero MDLR solo hay uno, se llama Morad, y sus gestos tensos y sentidos al cantar y sus chándals Lacoste supuran la clase de la calle y la fe en el éxito desde muy abajo.  

Periodista. Ha sido corresponsal freelance en Brasil para medios como El Mundo, La Tercera y Revista 5W. Actualmente colabora con Eldiario.es y Ara.