Fundación Juan March, cultura a la carta

La institución española aprovecha los cambios provocados por la pandemia para acelerar su reconversión digital y expansión en Latinoamérica.

Exposición de Ad Reinhardt en la sede de la Fundación Juan March en Madrid. ALFREDO CASASOLA/FUNDACIÓN JUAN MARCH
Exposición de Ad Reinhardt en la sede de la Fundación Juan March en Madrid. ALFREDO CASASOLA/FUNDACIÓN JUAN MARCH

Se acaba de inaugurar en la sede madrileña de la Fundación Juan March la primera retrospectiva en España del artista Ad Reinhardt (1913-1967), uno de los grandes expresionistas abstractos, de los más puros, de los mejores. Permanecerá abierta hasta enero del año que viene. El arte, decía Reinhardt —y recoge una de las publicaciones en YouTube de la Fundación— no es que tenga ningún significado místico o filosófico, tiene su propia justificación en sí mismo, y cualquier otra clase de significado degrada el sentido estético o artístico de la obra. Es famoso su axioma: “El arte es el arte y todo lo demás es todo lo demás”. Con estas definiciones tautológicas protegía su propia práctica artística, pero eso no quiere decir que se mantuviera al margen del mundo, pues lo que mantenía al margen del mundo era la pintura, su pintura, pero por lo demás era un cotizado y comprometido ilustrador, diseñador, profesor y viñetista, entre otras actividades públicas a las que se entregó y que también quedan recogidas en la exposición, de manera que puede decirse propiamente que ésta no es una, sino dos exposiciones.

Al hablar de uno de los óleos más impactantes de Reinhardt, una de las comisarias de la muestra, Lynn Zelavansky, dijo: “Esta pintura está hecha para ser imposible de fotografiar. Lo que Reinhardt quería era crear una pintura que sólo pudiera ser vista cuando estés delante de ella, y tiene que llegar a ti”. Es cierto, ese rectángulo gris de gran tamaño pierde todo su impacto reproducido en una página o en una pantalla.

Lo cual es doblemente interesante porque contradice, como excepción, la formidable tarea de divulgación digital de las actividades —conferencias, exposiciones, conciertos— que, aprovechando el alto impuesto por la plaga de covid-19 a las actividades culturales con público “presencial” ha desarrollado aceleradamente la Fundación March durante este año y medio. Ya antes de la plaga era posible y muy interesante consultar online algunos de los materiales archivados y a disposición del internauta, pero ahora es una formidable catarata de contenidos culturales a disposición del público la que se puede consultar y disfrutar gratuitamente.

Vídeo de 'Habanera', de Ernesto Halffter, interpretado por Albert Guinovart en la Fundación Juan March. YOUTUBE

Porque, de hecho, la Fundación ya empezó en el año 1975 —veinte años después de su creación— a grabar todas sus conferencias y conciertos. Esta institución familiar y patrimonial creada por el financiero español Juan March Ordinas fue, durante esas primeros dos décadas, una fundación de becas. Actualmente, además de los programas musicales, expositivos y didácticos mencionados, la institución cuenta con una extraordinaria biblioteca especializada en teatro y música española contemporáneas, es titular del prestigioso Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca y del Museo Fundacion Juan March de Palma de Mallorca y promueve la investigación científica a través del Instituto Carlos III / Juan March de Ciencias Sociales de la Universidad Carlos II de Madrid.

El proceso de archivo y preservación de sus numerosas actividades comenzó de una manera un tanto casual, cuando, durante el primer ciclo de conferencias, en el año 1975, Juan March preguntó a uno de sus directivos: “Oye, la conferencia de ayer, ¿me la podéis pasar, está grabada?”. No lo estaba. Para que no volviese a suceder se compró un magnetofón, y desde entonces todas las actividades quedaron debidamente registradas, almacenadas en cintas, guardadas en armarios. A partir del año 2000, el director de la Fundación, el filósofo Javier Gomá, impulsa la digitalización de todo ese fondo y se hace un esfuerzo ingente para pasar esas conferencias que estaban en cintas magnetofónicas a formato digital. Estamos hablando de conferencias de novelistas como Miguel Delibes y actores y cineastas como Fernando Fernán Gómez, por mencionar solo dos entre los centenares de figuras señeras de la cultura española contemporánea; de pintores como Roy Lichtenstein o David Hockney, de políticos como Ronald Reagan o de pensadoras como Betty Friedman que, en 1976, dictó en la March una conferencia sobre la mujer en la sociedad del futuro. Ese capital, verdadera historia de la transición cultural en España, es un tesoro intelectual. En esos archivos hay de todo, y todo está registrado.

Cuando la March tuvo que cerrar por la covid-19, sus directivos fueron conscientes de que se encontraban en una posición muy aventajada respecto a otras instituciones culturales. Porque el registro, archivo y lo que ahora se llama digitalización —crear la infraestructura digital para dar acceso al público al material, y tener contenidos digitalmente disponibles— ya lo llevaban haciendo desde hacía muchísimo tiempo.  El siguiente paso era hacer lo preciso para que todo ese fondo registrado y almacenado se pueda presentar como “experiencia digital” para que resulte de fácil acceso y disfrute en todos los formatos posibles.

Con este propósito, en primer lugar se reformó la web para que fuera un espacio menos de archivo y más de descubrimiento: un proceso complejo que estaba previsto culminar dentro de cinco años, pero que gracias al parón de actividades públicas presenciales ha podido acelerarse y realizarse en solo un año. En segundo lugar, se creó el denominado Canal March, una especie de Netflix cultural donde se presentan todos los contenidos audiovisuales. Y en tercero, han potenciado la creación de contenidos audiovisuales propios fuera de la programación: la creación de series, documentales y pódcast.

La oferta del Canal March incluye pódcast. ARCHIVO FUNDACIÓN JUAN MARCH
La oferta del Canal March incluye pódcast. ARCHIVO FUNDACIÓN JUAN MARCH

Como decíamos al principio de estos párrafos, lo más complicado para una institución así era organizar exposiciones sin público. Esta necesidad les obligó a pensar en qué es, qué puede ser una exposición digital. La respuesta, hasta la fecha, han sido cuatro muestras: la primera, bastante novedosa en España, donde nadie había hecho algo parecido, El caso Mondrian, aprovechando la gran exposición del Reina Sofía sobre este influyente artista holandés y su tiempo, y rescatando el fondo sonoro de la primera exposición que se le dedicó en España, que fue precisamente en la March, en 1982, en la que participaron los mayores especialistas. La segunda: Típicos retratos. Una historia del rostro en quince representaciones —desde un anónimo del paleolítico a un fotógrafo contemporáneo, pasando por una de las “musas dormidas” de Brancusi—, con intervención de actores y de especialistas en arte haciendo vídeos. La tercera, Mondrian y la música, o sea, un recorrido por la música que Mondrian inspiró y la que escuchaba. Y la cuarta, ya presencial, es esta actual maravilla sobre Reinhardt…

Consecuencia inesperada de las constricciones —que a menudo resultan creativas— impuestas por la pandemia, ahora la March piensa en las exposiciones en su expansión digital, con visita virtual, documental con especialistas reflexionando e informando, pódcast e investigación en nuevos formatos, e incorpora sus contenidos a plataformas como Spotify o Filmin, y trata de adaptar la programación pensando no ya, como hasta hace muy poco, a un público ciudadano, madrileño o básicamente español, sino internacional y especialmente latinoamericano, pues es en América donde encuentra su más nutrido público. Así la Fundación se ha convertido en uno de los mayores portales audiovisuales de cultura en español, con más de 1.600 vídeos y 3.200 audios de exposiciones, conferencias y conciertos, procurando que funcionen en web, en tableta, en móviles. Donde más se nota la increíble expansión generada gracias a esta nueva mentalidad es en el canal de YouTube, que antes de la pandemia tenía unos 60.000 subscriptores y ahora se ha quintuplicado hasta casi 300.000.

De manera que el coronavirus ha puesto a la Fundación March a pensar “en grande”, y a esto se ha dedicado durante este año. Hay que decir también que la ventaja que tiene respecto a otras instituciones es su independencia respecto a los ingresos de sus actividades en taquilla: todo es gratis y depende solamente de lo saludable que esté la inversión en el patrimonio del que depende la Fundación, que es su fuente de ingresos. Es una de las pocas fundaciones en España creadas con ese modelo de financiación, basado en el patrimonio que la familia March va aportando, lo cual proporciona la estabilidad que le permite invertir en una renovación tan absoluta

Escritor y periodista. Colaborador de medios como El País, Tiempo y Letras Libres. Autor de las novelas No se lo digas a nadie (1987), La libertad (1995), Turistas del ideal (2005) y Pronto seremos felices (2014), entre otras.

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