Artes

‘Fábulas fantásticas’, el arte mexicano del ultramundo

Casa de México en España celebra el rico imaginario telúrico y esotérico que ha obsesionado a varias generaciones de artistas.

Detalle de 'El mago', de Benjamín Domínguez (1997), una de las obras de la exposición 'Fábulas fantásticas', dedicada al arte mexicano del ultramundo. CORTESÍA FUNDACIÓN CASA DE MÉXICO EN ESPAÑA

La artista mexicana María Izquierdo (1902-1955) pintó Paisaje con piña en 1953. Es un cuadro de gran formato que muestra un par de hileras de árboles en perspectiva irregular, desnudos y erguidos en un escenario yermo pero vibrante, como si estuviera azotado por un viento implacable. En primera línea vemos un tronco; hacia el fondo, unas cabañas deshabitadas y un par de figuras de animales, tal vez caballos. En la esquina, encontramos una gran piña recostada en la árida tierra rojiza.

Paisaje con piña recibe al visitante de la exposición Fábulas fantásticas, que desde el 20 de octubre y hasta el 13 de febrero de 2022 ocupa parte de la sede de la Fundación Casa de México en España, en el centro de Madrid. El poder de ese cuadro funciona como un hechizo: la naturaleza que retrata se revela inquietante, trasladándonos a un escenario abandonado en el confín de los mundos que evoca la pintura metafísica y sensorial del italiano Giorgio di Chirico. No en vano, el lienzo ha sido recreado para la muestra en una instalación que permite entrar en la pintura y experimentar desde una perspectiva inédita todo lo que sugiere.

'Paisaje con piña', de María Izquierdo (1953), en la exposición 'Fábulas fantásticas'. CORTESÍA FUNDACIÓN CASA DE MÉXICO EN ESPAÑA

Izquierdo, la primera pintora mexicana en exponer el extranjero, en el Art Center de Nueva York en 1930, realizó ese cuadro en sus últimos años de vida. El poeta surrealista francés Antonin Artaud diría de ella que “está en comunicación con las verdaderas fuerzas del alma india”, pero la artista, pese a codearse con el círculo surrealista, murió sola y pobre tras un feo boicot en 1945 que la enfrentó a Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. Ellos expresaron su incredulidad ante el hecho de que una mujer pudiera hacerse cargo de un fresco para la escalera del Palacio de Gobierno del DF, un proyecto de gran envergadura para la época. Ella declararía a la prensa: “Es un delito ser mujer y tener talento”.

La celebración de lo fantástico en el arte mexicano, la revisión del trabajo “de artistas que tensan la categoría académica del realismo”, es uno de los objetivos de Fábulas fantásticas, pero también la reivindicación de algunas de sus más brillantes mujeres artistas cuya trayectoria abordó o lindó con el imaginario de lo telúrico y de lo esotérico. La exposición reúne 57 obras de 38 artistas —15 mujeres—, aunque el espectro que cubre es amplísimo, demostrando, una vez más, la fértil relación cultural del país americano con los misterios del ultramundo, que parece no acabarse nunca.

Del folclore oscuro al surrealismo

Dividida en tres ámbitos distribuidos a su vez en tres salas contiguas, la exposición, comisariada por el Museo de Arte Moderno de México, recoge de manera transversal obras con una fuerte raigambre en la cultura popular, como la impresionante pintura de Marysole Wörner Baz La limpia (1974), que retrata a una limpiadora de espíritus vista de espaldas, en un fondo marrón; así como piezas influidas por las culturas precolombinas, como la estatuilla de Luis Ortiz Monasterio La nube (1954). La selección es heterogénea, pero de una solidez rotunda, e incluye creaciones contemporáneas como el sugerente lienzo Unicornio atrapado y pisado por un borracho (1996), de Gilberto Aceves Navarro.

Una visitante de la exposición 'Fábulas fantásticas' contempla 'Sin título', de Lucía Maya (1990). CORTESÍA FUNDACIÓN CASA DE MÉXICO EN ESPAÑA

La primera sección de Fábulas fantásticas se titula ‘Lo inusual cotidiano’ y, en palabras de Diana Cuéllar Ledesma, coordinadora de exposiciones del centro, “se adentra en las prácticas cotidianas de México que André Breton y Artaud, sin embargo, cuando vinieron a México, pensaron que muy surrealistas, aunque más bien eran avant la lettre”. Aquí encontramos el cuadro desolado de María Izquierdo que sube el telón de la muestra, y que se expone al lado de Cabezas religiosas (1950), de Guillermo Meza, que, para el espectador europeo, ofrece no pocas similitudes con las pinturas de cabezas envueltas en sábanas características de Magritte.  

Otra pieza protagonizada por una cabeza cubierta por vendas llama asimismo la atención de esta primera sala. Es La manda (1942), de Carlos Orozco, que enseguida nos remite al imaginario de Magritte, ya que el lienzo es el retrato sobre un fondo neutro de una mujer sin rostro, envuelto en paño blanco, que sujeta contra su pecho una hoja de nopal, el típico cactus comestible del país que también cumple la función de cilicio. En realidad, el artista se inspiró en una fotografía de Enrique Díaz Reyna que formaba parte de un fotorreportaje en la feria de penitentes de San Juan de los Lagos para el número de febrero-marzo de 1940 de la revista Hoy. “Más que surrealista, ¡es casi una obra hiperrealista!”, comenta Cuéllar Ledesma.

'La manda', de Carlos Orozco (1942), en la exposición 'Fábulas fantásticas'. CORTESÍA FUNDACIÓN CASA DE MÉXICO EN ESPAÑA

De hecho, las obras de esta sección, que también incluyen fotografías de Manuel Álvarez Bravo, de Kati Horna y pinturas de Raúl Anguiano (Día de muertos) y Rufino Tamayo (Hombre y su sombra), plasman las diferentes dimensiones de lo cotidiano, entendidas desde lo siniestro, lo inaudito o lo extraño. Prácticas enraizadas en la cultura mexicana que toman un cariz particular. Otros dos ejemplos potentes alrededor de esta idea son la serie de fotografías Mues immobiles (1997), en las que Francisco Toledo enseña el sexo masculino camuflado o en simbiosis con tortugas y pieles de caimanes; o la enigmática instantánea Mujer ángel (1980), donde Graciela Iturbide retrata a una mujer de la comunidad indígena del desierto de Sonora ataviada con su vestimenta tradicional y portando una radio en la mano derecha mientras se dispone a cruzar ese paisaje solitario.

La plástica de lo oculto

La segunda sala acoge la sección ‘La magia de los hechizos’, centrada en las tradiciones mágicas precolombinas y su fusión con el misticismo europeo que llegó con los creadores exiliados del siglo XX. “La visión de lo metafísico en el arte mexicano moderno se desarrolla como una mirada plural”, explica Brenda J. Caro Cocotle en ‘Tensar lo real’, texto para el catálogo de la muestra.

En sección ‘La magia de los hechizos’ encontramos una selección de obras que de manera frontal moldean la plástica de lo oculto: un par de litografías de Leonora Carrington de 1974, The three Ratcomín y The Jurgers; la serie de tres estatuillas dedicadas a las divinidades Cuculati, originarias de la mitología celta, también de Carrington; o el cuadro Culto a Huichilobos (1947), de la serie de Los teules de José Clemente Orozco y una de las obras más valiosas del arte mexicano de vanguardia. En ese lienzo, el artista quería reflexionar sobre la conquista como un hecho inevitable y muestra un choque de culturas poderoso al retratar, en tonos morados y oscuros marrones, el ritual dedicado a Huitxchilopoztli, llamado Huicilobos por los españoles.

'Culto a Huichilobos', de José Clemente Orozco (1947) , en la exposición 'Fábulas fantásticas'. CORTESÍA FUNDACIÓN CASA DE MÉXICO EN ESPAÑA

En esta segunda sala, lo sagrado y lo profano comparten espacio a través de varios cuadros que se fascinan con los misterios que rodean la existencia del hombre y con la voluptuosidad de los ritos para honrar a los dioses o para deshacerse de malas compañías. Este espacio acoge el óleo de Wörner Baz La limpia (1974), que ya citamos antes; las estatuillas de Cisco Jiménez Demonios (2010); o el monumental lienzo El brujo (1972), de Ricardo Martínez.

Tres obras sobresalen por distintos motivos. Rafael Coronel presenta Retrato del cristiano (el teporocho), un retrato enigmático de quien podría parecer un sacerdote: tumbado de perfil, de la mitad de su cuerpo aparece un rostro que nos mira desencajado alzando su brazo izquierdo con un pequeño vaso en las manos. Aunque la escena podría aludir a las personalidades quebradas de Francis Bacon, ese óleo no es más que el retrato de un borracho de mala vida, vestido como un eclesiástico.

En El mago (1997), Benjamín Domínguez funde el trazo pictórico de renacentistas como Piero della Francesca con el imaginario del carnaval. Sobre un fondo negro, tres figuras se miran: un bufón, de cuerpo tatuado y con una máscara dorada cubriéndole el rostro, es observado y filmado por una pareja. Carlos Orozco vuelve a aparecer con el lienzo El espectro (1961), una fantasía cubista en tonos marrones que da forma a uno o tal vez varios fantasmas.

'Retrato del cristiano', de Rafael Coronel, y las esculturas 'Demonios', de Cisco Jiménez, en la exposición 'Fábulas fantásticas'. CORTESÍA FUNDACIÓN CASA DE MÉXICO EN ESPAÑA

El extrañamiento contemporáneo

Si hay una obra que destaca por motivos propios en la tercera sala de la muestra, titulada ‘El sentimiento de lo fantástico’ y sobre la extrañeza en el arte contemporáneo, es la escultura Habitación materna casa liquidada (1983), de Rosario Guillermo, “una vagina dentada en toda regla”, sentencia Cuéllar Ledesma. 

Aparte de radiografiar el estado del fantástico en artistas más o menos actuales, las obras de esta última sala tienen como denominador común aquello que Julio Cortázar denominó “el sentimiento de lo fantástico”, una impresión “de que hay algo que no puede explicarse o que se está frente a un escenario desconocido pese a que tenga la misma forma y cuente con los elementos a los que estamos acostumbrados”, escribe Brenda J. Caro Cocotle.

Como la imagen de la vagina dentada. En pocas palabras, ese mito expresa el terror del hombre ante el coito y, a pesar de que ha hecho fortuna en las manifestaciones culturales europeas, incluso en el cine, por estar erróneamente asociado al psicoanálisis freudiano, existe una riquísima tradición de este motivo en las cosmovisiones mesoamericanas. La pieza escultórica de Guillermo, cubista y amenazante, reformula ese miedo desde nuestro presente.

'Habitación materna casa liquidada' (1983), de Rosario Guillermo, en la exposición 'Fábulas fantásticas'. CORTESÍA FUNDACIÓN CASA DE MÉXICO EN ESPAÑA

Tal vez en esta sala se encuentren las creaciones más perturbadoras y hermosas, por su ambigüedad en relación con el fantástico, por poner en suspenso cualquier tipo de lógica, del espacio, del tiempo. En el lienzo Ofelia sobreentendida (1961), la también poeta Alice Rahon muestra un difuminado paisaje de agua y nenúfares donde nos inquieta la ausencia de la figura de la protagonista. En la serie de cinco litografías ensambladas El gigante (1971), de José Luis Cuevas, parece que nos encontremos con un personaje creado siguiendo el método de los cadáveres exquisitos y por momentos nos recuerda a alguien recién aterrizado de los cómics de space-opera muy populares de la época. Con Pescador en la playa (1960), un sencillo retrato cubista de un pescador cogiendo un pez con sus manos, Carlos Orozco ofrece una estampa costumbrista y a la vez envuelta en misterio.

En la pared de salida de ‘El sentimiento de lo fantástico’ encontramos una de las instantáneas más relevantes del arte fotográfico surrealista y mexicano, firmada por Manuel Álvarez Bravo, uno de esos puntos de inflexión en la historia del arte. Se trata de la obra La buena fama durmiendo (1938), que muestra a una bella joven con la cadera y los tobillos vendados, pero con los pechos y el pubis al descubierto, estirada sobre un tapete con varios cactus al lado, durmiendo plácidamente una siesta.

'La buena fama durmiendo', de Manuel Álvarez Bravo (1939), en la exposición 'Fábulas fantásticas'. CORTESÍA FUNDACIÓN CASA DE MÉXICO EN ESPAÑA

Vale la pena recordar la historia de esa imagen. En 1938, Álvarez Bravo conoce al pintor surrealista André Breton en la casa de Diego Rivera. La química entre ellos fue tan buena que el francés le ofreció realizar una fotografía para el catálogo de la exposición de arte surrealista Mexique que iba a celebrarse en la Galería Renou et Colle de París. Por su contenido sexual explícito, la imagen fue censurada y sustituida por otra fotografía del mismo autor.

Esa obra que no pudo verse entonces en París se puede contemplar ahora en Madrid, en un bello diálogo, además con una fotografía de la pareja de Álvarez Bravo entre 1939 y 1945, la también artista Lola Álvarez Bravo. En El ensueño, una mujer cubierta con un camisón descansa sobre un amplio tronco, que parece elevarla tres metros sobre el suelo como si levitara. Una y otra, tan distintas y parecidas, pueden verse como encajes de un arquetipo femenino poderoso: la santa, la puta, la mística, la bruja.

Periodista y crítica cinematográfica. Doctora en Comunicación Social por la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona y profesora asociada en la Universidad de Castilla-La Mancha, colabora en medios como SensaCine, Cinemanía, Diari Ara y Letra Global. Ha participado en los libros colectivos La paranoia contemporánea. El cine en la sociedad de control (2019) y Cuerpos representados. Objetos de ciencia artísticos en España, siglos XVIII-XX (2020).