Elio Toffana y la dificultad de vivir entre dos mundos

El rapero y actor madrileño, con 20 años de carrera musical a sus espaldas, publica ‘Shock Wave’, un álbum de verdadera consagración.

El rapero español Elio Toffana. SOULONERYOUNGER
El rapero español Elio Toffana. SOULONERYOUNGER

Si me paro un segundo a pensarlo, puedo recordar el momento exacto en que comprendí el papel fundamental que desempeña Elio Toffana en la historia del rap en español. Aquella revelación sucedió cuando vi por primera vez el videoclip de su canción ‘Hijos bastardos’. La ropa con la que Elio ahí aparece, el modo de rapear, la actitud, lo que con la letra se trata de expresar, el ambiente… Cuando vi aquello, muchas cosas encajaron, por fin, en mi cabeza. El vídeo es de 2005, pero yo llegué por primera vez a él en 2016, cuando tenía 20 años y estaba empezando a indagar en ese relato tan sugerente, ecléctico, divertido, plagado de matices y perlas escondidas —y no tan escondidas— que conforma la escena hip-hop.

Pero el tiempo avanza deprisa y ahora no es 2005 ni 2016, sino que es un día de finales diciembre de 2022. Son las cinco de la tarde y estamos en Las Águilas, un barrio del sur de Madrid situado entre Aluche y Cuatro Vientos. Aquí se crio, y aún reside, Elio Toffana, con el que nos hemos citado para tomar un café y charlar sobre su nuevo disco, Shock Wave, publicado en el sello Mécèn Ent. En este álbum, Toffana ha conseguido juntar a algunos de los nombres más importantes del rap en español: desde figuras emergentes como Hoke o Las Ninyas del Coro hasta nombres veteranos como ToteKing o el venezolano Lil Supa. A pesar de la diferencia generacional, un hilo común mantiene unidos a quienes aparecen en el álbum: todos manifiestan admiración por Elio, un artista clave para comprender el desarrollo de la música urbana española durante la última década.

El cielo está oscuro y llueve con intensidad. Hace días que en Madrid no se ve sol. A menos de una semana de la Navidad, Elio Toffana se presenta puntual a la cita con COOLT y agradece que nos hayamos acercado hasta aquí, a apenas dos o tres manzanas de su casa. Mientras fuma, charlamos unos minutos junto a la puerta del bar en el que hemos quedado. Después pasamos adentro, pedimos dos cafés y nos sentamos en una mesa pequeña ubicada en la planta baja del local. En la sala estamos únicamente nosotros dos, tan solo acompañados por una televisión encendida a la que nadie presta atención.

Elio Sagües (apellido real de Toffana) nació en Madrid el 31 de octubre de 1985. Tiene 37 años, pero parece más joven. Con el rostro afeitado y unas grandes y oscuras ojeras que disimula gracias al empleo de una gorra bien calada de Polo Ralph Lauren, viste un abrigo de plumas de Lacoste color verde y unos pantalones grises Stone Island. Elio lleva más dos décadas haciendo rap. De hecho, según él mismo recuerda, su primer concierto lo dio cuando tenía 13 ó 14 años.

—Fue aquí al lado. Cerca del Parque de Aluche hay un centro cultural donde la radio del barrio y la sede del PCE [Partido Comunista de España] comparten local. Los fines de semana organizaban jams y la gente iba allí a pinchar, a cantar… Fue ahí donde hice mi primer concierto.

Si quisiéramos resumir la carrera musical de Elio Toffana diríamos más o menos esto: que empezó a escribir y rapear sus propias letras a finales de los noventa, cuando la etiqueta “música urbana” no existía y casi nadie en España entendía muy bien qué era eso de ser rapero. Que más tarde, a comienzos del nuevo siglo, Dano, Kael Toffana y el mismo Elio fundaron, cuando apenas eran unos adolescentes, el grupo Acqua Toffana, con el que publicaron una primera maqueta en 2004. Que después, en 2006, Elio presentó su primer trabajo editado, el EP Jóvenes bajo presión, un título de referencia en el underground madrileño. Que paralelo a la salida de ese EP se produjo el nacimiento de Ziontifik, un colectivo integrado por Elio, Dano, Kael y otros raperos, productores, DJs, fotógrafos y cineastas de Madrid que fue pionero en la escena de rap nacional (por su enfoque holístico, por tratar de trabajar del modo más profesional posible aun a pesar de la falta absoluta de recursos económicos). Diríamos también que en 2009, Acqua Toffana publicaron el disco El Veneno en Warner Music, que llegó a colocarse en el primer puesto de discos de hip-hop vendidos en la cadena de tiendas FNAC, todo un logro para la época. Y diríamos que en este punto Elio rozó el éxito, pero que luego vino un periodo de relativo silencio en el que tuvieron que transcurrir siete años hasta que vio la luz un nuevo disco en solitario, Espíritu de nuestro tiempo, que contó con colaboradores de la talla de C. Tangana. Para finalizar, diríamos que en 2021 llegó su tercer trabajo, Serie 5, y que tan solo un año y medio después, a finales de 2022, fue publicado Shock Wave, el álbum que motiva esta entrevista.

Videoclip de la canción 'Shock Wave', de Elio Toffana. YOUTUBE

Así es la historia a grandes rasgos, aunque si prestamos atención a los detalles observaremos muchos más matices. Por ejemplo: que desde la preparación de Serie 5 es posible apreciar un cambio en el modo de trabajar de Elio Toffana. Ese álbum mostró a un Elio más abierto, más maduro, más predispuesto a colaborar con otros artistas y a rapear sobre ritmos que, a priori, se alejaban de los habituales para él. Un viraje que se explica, según reconoce él mismo, por dos factores: el temor a quedarse estancado y unas ganas perennes de pasarlo bien haciendo música.

—Cuando empezamos con Ziontifik nuestras principales influencias fueron el rap de la costa este de Estados Unidos y el rap francés, y en ambos había mucho boom-bap [ritmos donde predominan los sonidos del bombo y la caja]. Pero con el paso del tiempo nos hemos impregnado de otro tipo de corrientes y formas que nos interesan. En Shock Wave hemos jugado con el trap, con el drill, hay toques de jungle, ritmos de Detroit… Sobre todo me ha interesado encontrar una versatilidad en el estilo, probar otras formas, otros sonidos, arriesgarme.

Elio menciona el rap francés como una de sus influencias fundamentales. El colectivo Ziontifik —del que aún forma parte— fue pionero en trasladar al contexto español los ritmos y estéticas del rap que se hacía en el país vecino. Elio cuenta que llegó al rap galo gracias a un intercambio que su instituto organizó con un colegio de allí. La historia resulta fácil de imaginar: un grupo de adolescentes franceses llega a Madrid para pasar una semana en la ciudad, y entre sus maletas y otros bártulos aquellos estudiantes traen una serie de discos de rap de su país que no dejan de escuchar una y otra vez. Los discos son, en concreto, L'École du Micro d'Argent, de IAM, y el álbum homónimo de Suprême NTM. Esos chavales le muestran a un joven Elio la música que los tiene enganchados, y este queda deslumbrado por lo que acaba de descubrir, casi como si le hubieran revelado un documento venido de Marte.

Pero además del influjo estético y musical del rap francés, la adolescencia de Elio Toffana estuvo marcada por el barrio donde creció. Aluche siempre fue un lugar con una relación muy estrecha con la cultura hip-hop, pues ya desde los años ochenta albergó una potente escuela de gente que bailaba break y hacía grafiti.

—Recuerdo que en 1997 o por ahí, un grupo de breakers que formaban parte de los Madrid Vandals ganaron un campeonato a nivel europeo que les permitió viajar a lugares como Japón o Las Vegas. Y, claro, después de esos viajes sus miembros regresaban a Madrid vistiendo con unas pintas que flipábamos. Con el grafiti pasó más o menos igual: estaba la gente de QSC, que habían viajado a Estados Unidos y traían de allí una estética superguapa. Para mí era flipante verlos, me influyeron mucho. Pero incluso los traficantes del Paseo de Extremadura me influyeron: era gente que, aunque venía del mundo de la delincuencia, también se relacionaba con el grafiti y el rap, y para mí era una pasada ver cómo se vestían.

Junto a su colectivo, Elio Toffana fue de los primeros raperos españoles en usar chándales de Lacoste, zapatillas Nike TN y prendas estrechas, un tipo de estética de inspiración francesa, pero mezclada con referencias estadounidenses y del sur de Madrid, similar a la que en la actualidad emplea el rapero Morad y toda su legión de jóvenes seguidores, conocidos popularmente como los MDLR. Esta forma de vestir se observa como algo normal en la cultura rap de la España actual, pero en el año, pongamos, 2007, aquello se consideraba una excentricidad fácil de criticar. De hecho, a Elio y a sus compañeros les acusaban de parecer canis, de vestirse como bakalas, de aspirar a lucir pijos. Casi 20 años después, el debate continúa abierto.

—Últimamente he escuchado a gente preguntarse si los MDLR de ahora son los nuevos canis. Bueno, esto indica que hay gente que todavía no se ha enterado de nada. Por supuesto que los MDLR son rap, ¿qué van a ser si no? ¿Canis? ¿En serio?

Videoclip de la canción 'Orgullosos', de Acqua Toffana. YOUTUBE

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Elio perdió a sus padres cuando era niño. Él mismo lo ha contado en canciones, vídeos y entrevistas. Su padre falleció cuando tenía 7 años y su madre, cuando tenía 14. Ambos eran toxicómanos y murieron como consecuencia del sida. En los años ochenta y noventa, la incursión de la heroína en barrios como Aluche provocó una verdadera catástrofe.

—Durante mi infancia, Aluche fue un barrio donde los parques estaban infestados de jeringuillas. La heroína golpeó muchísimo aquí. Si hablas con la gente de mi edad muchos te dirán que sus padres fallecieron a causa de la droga, y si te fijas verás que en el barrio hay una brecha generacional: falta mucha peña de 50 y 60 años.

Hablando sobre esto, el rapero cuenta que las fotografías para la portada del disco de El Veneno, publicado en 2009, las hicieron en un descampado de la zona. Próximo a ese descampado había un puente que en el barrio era conocido como “el puente de los yonquis”. “Aquello era una locura que veíamos como algo normal, aunque realmente no lo era”.

Por fortuna, toda aquella realidad ha ido desapareciendo con los años. Aluche es ahora un barrio obrero, pero no un barrio conflictivo. “No es un barrio como pueda ser Villaverde o Vallecas, donde sí se masca una tensión”, dice. “Aluche es un lugar tranquilo que con el paso del tiempo ha evolucionado a mejor”.

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Años atrás, Ziontifik fue un colectivo bastante hermético, un grupo de chavales amantes del rap, la fotografía, el cine y el diseño que acostumbraba a no juntarse demasiado con raperos y artistas que se salieran de su círculo más próximo. Cuenta Toffana que, como ellos no se identificaban demasiado con lo que estaba ocurriendo en la escena rap a nivel nacional, terminaron optando por diferenciarse y alejarse lo más posible de los grupos y nombres que en aquella época acumulaban casi todos los focos.

Pero desde la publicación de Serie 5 —ese disco que supuso un cambio en su modo de trabajar—, Elio Toffana ha tratado de acercarse a otros artistas (especialmente artistas jóvenes) que le interesan y hacia los que siente afinidad. En los últimos tiempos ha publicado canciones con músicos con mucha menos trayectoria que él, como por ejemplo Albany, Las Ninyas del Corro, Ergo Pro e Ill Pekeño, Hoke o Santa Salut.

—¿Por qué esta apertura? —pregunto.

—Porque creo que la escena ha adquirido una calidad y unos estándares bastante aceptables e interesantes, y porque considero que ahora muchos artistas tienen bastante más que ver con lo que nosotros [Ziontifik] siempre hemos propuesto. Además, creo que me he atrevido a colaborar con gente porque mi personalidad como artista ya está definida.

Elio recalca durante la charla que se acerca a los artistas jóvenes porque se identifica con ellos, porque los siente más próximos que muchos de los raperos y raperas de su edad. Entonces le sugiero una idea: tal vez siente cercana a esta generación de jóvenes porque muchos y muchas han crecido fijándose en él, estableciéndolo a él como un referente, como una imagen a la que asemejarse.

—Bueno, puede ser, pero tampoco le quiero quitar valor a lo que hicieron los que vinieron antes que nosotros, porque suficiente hicieron. No era fácil. No había internet y tampoco había mucha inmigración en España, algo que es fundamental en el desarrollo del hip-hop —responde con modestia.

El rapero español Elio Toffana. SOULONERYOUNGER
Elio Toffana, en una imagen promocional de su disco 'Shock Wave'. SOULONERYOUNGER

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Además de rapero, Elio Toffana es actor. Llegó al mundo de la interpretación por pura casualidad. En el año 2007 le hablaron de un casting en el que estaban buscando chicos jóvenes “de barrio” para una película y decidió probar, por si había suerte. Le escogieron. La película era El truco del manco, un filme que en el año 2008 se llevó tres Premios Goya, incluido uno para su director, Santiago Zannou, como mejor realizador novel. El dinero que ganó con esa película Elio lo invirtió en formación: se matriculó en el Estudio Corazza, una prestigiosa escuela para actores y actrices dirigida por el argentino Juan Carlos Corazza.

Sin los recursos económicos obtenidos gracias al éxito de El truco del manco, probablemente Elio nunca habría podido acceder a una escuela como la de Corazza. Los precios son elevados, y por tanto estudiar allí resulta prácticamente inaccesible para gente que viene de ciertos lugares de la sociedad. Precisamente, esta es una de las cuestiones que el rapero siempre intenta reivindicar cuando en las entrevistas le preguntan por su faceta como actor. Según él, los discursos artísticos, y en concreto el teatro, son demasiado elitistas, es decir, están demasiado alejados de la gente de clase trabajadora.

—Mi objetivo es crear obras que las pueda entender todo el mundo, aunque es cierto que lograrlo es complicado, principalmente porque el público está muy diferenciado. La gente, por desgracia, es muy clasista, y cuando alguien tiene cierto nivel cultural le cuesta mucho llegar a empatizar con gente que viene de lugares alejados a él. Y por el otro extremo sucede lo mismo: cuando vienes de una clase trabajadora y te acercas a ciertos discursos te llaman cultureta y te dicen que estás traicionando a tu clase.

La industria cultural española está ocupada, en su mayoría, por personas que vienen de entornos con posibilidades económicas, lo que provoca que los discursos que desde allí se generan partan, ya desde el inicio, con un cierto sesgo, con una mirada concreta y marcada.

—En España cada vez hay menos comunicación entre los grupos sociales, es muy difícil pasar de un estrato al otro. Gracias a mi trabajo, gracias a la música y la interpretación, yo lo consigo, pero en general es complicado. Tengo la suerte de que en mi día a día me junto con todo tipo de personas, pero sí que noto los recelos de la gente cuando entras en su mundo: siento que te miran como si realmente no pertenecieras a ese sitio.

No es habitual que en las películas y las series españolas aparezcan actores y actrices racializados (negros, árabes, eslavos) o que vienen de entornos empobrecidos. Y cuando aparecen, normalmente lo hacen para representar siempre los mismos personajes: el pobre, la prostituta, el delincuente, la drogodependiente. “Este es un problema que ocurre muchísimo y que además es muy grave, porque la industria del cine, haciendo esto, va perpetuando ciertos estereotipos y prejuicios. Todas estas producciones acaban creando una conciencia en el público de que ciertas personas solo ocupan espacios muy concretos en la sociedad”, dice Toffana.

—Y en tu caso particular, ¿has tenido miedo de que se te encasille así también, siempre con un tipo de personaje relacionado con la delincuencia y la pobreza? — le pregunto.

—Sí, lo tengo, y de hecho creo que me sucede. Por una parte, es normal empezar interpretando papeles que tienen que ver con lo que tú tienes más cerca, pero a la vez hay un punto en el que corres el riesgo de acabar encasillándote. Pero diría que esto ocurre porque los productores no se atreven… ¡Son muy clasistas, tío! Ellos creen que los pijos pueden hacer de barrio pero que la gente de barrio no puede hacer de pijos, ¡realmente lo creen!

La conversación finaliza. Salimos de la cafetería y hablamos un rato más junto a la puerta, mientras Elio fuma un último cigarro. Llueve a mares, pero nos resguarda un pequeño techo. Hablamos, breve, sobre las vacaciones de Navidad, sobre qué hará cada uno durante las fiestas. Luego andamos unos metros en la misma dirección hasta tomar caminos diferentes: él corriendo hacia su casa porque no lleva paraguas; yo andando a la estación de tren protegido por uno.

Periodista. Ha escrito para medios como Colofón Revista Literaria, Perfiles o Viajar, entre otros.

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