Artes

Adrián Silvestre y la búsqueda universal de la identidad

Después de la multipremiada ‘Sedimentos’, el cineasta español presenta ‘Mi vacío y yo’, relato íntimo de la joven trans Raphäelle Pérez.

Raphäelle Pérez, en una escena de la película 'Mi vacío y yo', dirigida por Adrián Silvestre. MANIFIESTO

La cuestión de la representación de las identidades de género y sexuales está en boca de todos, pero no es habitual encontrar en el audiovisual contemporáneo retratos cotidianos, complejos y honestos que hablen desde la primera persona, ya sea la del plural o la del singular, el nosotros y el yo. Adrián Silvestre (Valencia, 1981) parece haber asumido este difícil reto y se ha lanzado a dar espacio a tal abanico de voces y sensibilidades con dos películas aparentemente opuestas que se complementan y dialogan entre sí: Sedimentos, estrenada en España en 2021, y Mi vacío y yo, presentada mundialmente en la última edición del Festival de Róterdam, donde competía en su sección Big Screen, y que ahora llega a la sección oficial del Festival de Málaga.

Las dos obras nacen de una propuesta de trabajo con el colectivo de mujeres trans de i-Vaginarium, en Barcelona, pero si Sedimentos es un documental coral, sobre seis mujeres trans de diferentes edades y backgrounds que charlan sobre sus anhelos personales durante un fin de semana en un pueblo de León, Mi vacío y yo juega con los mimbres de la autoficción para seguir el viaje de transformación de chico cis a chica trans de Raphäelle Pérez. El público catalán aficionado a las tablas reconocerá a la protagonista, ya que la obra de teatro Raphaëlle, de la compañía La Conquesta del Pol Sud, también habla de ella y cerró en 2021 una trilogía sobre la identidad femenina.

Mi vacío y yo, claro, no se despega de Raphaëlle, Rafi, pero no solo para contarnos la metamorfosis de género que emprenderá a lo largo de la película, sino para mostrar un trayecto iniciático hacia el mundo adulto en el que no cuesta reconocerse. Como le sucede a casi todo el mundo, Rafi aspira a encontrar un lugar en el que encajar, a que alguien la vea como la persona más importante del universo. El camino para alcanzar alguna de esas felices metas, lo sabemos, no suele ser fácil. Desde luego, no lo ha sido para Raphäelle, aunque la historia sobre sus experiencias quizá pueda darnos algunas claves sobre aceptarnos y querernos tal y como somos. Sin ánimo, no obstante, de aleccionarnos sobre la vida, hablamos por Zoom con Adrián Silvestre, entusiasmado por debutar en el prestigioso certamen neerlandés, uno de los principales trampolines del joven talento cinematográfico global.

Tráiler de la película 'Mi vacío y yo', de Adrián Silvestre. YOUTUBE

- Cuéntanos el origen y desarrollo de Mi vacío y yo, que ha ido en paralelo con la obra de teatro de La Conquesta del Pol Sud. ¿Cómo ha sido la gestión de ambos proyectos sobre la vida de Raphaëlle?

- No solo ha ido en paralelo con la obra de teatro, sino también con la producción de Sedimentos. Todo empezó hace ya cinco años, cuando le propuse al grupo de mujeres trans de i-Vaginarium crear un grupo de cine. Estuvimos varios años haciendo unos talleres donde debatíamos sobre películas desde una perspectiva de género. Al poco, empecé con unos talleres de acting, para conocerlas mejor y observar cómo representaban sus propias vivencias. Nos reuníamos los sábados en un centro cívico y, a partir de este material, empezamos a escenificar situaciones. Un día vino a una de estas escenificaciones Carlos Fernández de la Coca, de La Conquesta del Pol Sud, que estaba trabajando en una trilogía sobre la identidad femenina. No estaba haciendo un casting como tal, pero buscaba a una mujer trans de Barcelona con la que poder desarrollar su próximo proyecto. En una de las improvisaciones conoció a Rafi y se quedó fascinado. Cuando supo que estábamos preparando una película, vio claro que él también quería hacer una obra con ella. Así que no quedaba otra, o lo hacíamos juntos o no había manera de hacerlo.

- ¿Cómo decidisteis qué tipo de narración ibais a plantear cada uno de vosotros con el mismo material, la biografía de Raphaëlle Pérez?

- Esa era una de las cuestiones principales, pero no costó decidir el lenguaje que iba a tener cada uno de los de los proyectos, ni cómo se iba a abordar la vida de Raphaëlle en ellos. Nos apoyamos mucho. Es cierto que hubo una sensación un poco agridulce en relación con los tiempos, porque la obra de teatro vio la luz mucho más pronto. La película ha tenido que esperar hasta ahora, pero creo que, al final, ha sido algo positivo porque los proyectos no han colapsado y se complementan. Rafi lo ha vivido a tope. Sentía que tenía que contar todo eso tanto en la obra de teatro como en la película. También como autora.

- Es muy poco habitual y muy enriquecedor, imagino, un proyecto tan colaborativo y amplio, en el que cada uno de los elementos el viaje personal de Rafi, la obra de teatro y la película encajan.

- Sobre todo, la muestra de generosidad y de gratitud que la compañía tuvo con nosotros. Nosotros empezamos antes la producción y ellos nos apoyaron desde el principio, nos animaron a que la lleváramos hasta donde pudiéramos. También han participado en su desarollo, ya que la obra de teatro es uno de los elementos más importantes de la historia No la podríamos haber puesto en escena con otros actores como tampoco haber creado otra obra solo para poder realizar nuestra película.

Rafi (derecha), en uno de los talleres que inspiraron la película de Adrián Silvestre. MANIFIESTO

- ¿Cómo conociste a Rafi? ¿Su llegada al grupo del centro cívico fue como se ve en Mi vacío y yo

- Como te contaba, me incorporé a este grupo de i-Vaginarium en el que participan las chicas de Sedimentos, mi anterior película. Mi primer día fue también el primer día de Rafi, casualmente. Estábamos los dos un poco como de perfil bajo: muy calladitas, preguntando discretamente. De repente, nos miramos, se me acercó, y me dijo que quería estar en mis talleres. Me explicó que escribía pequeños relatos, cosas que creía que no podían tener mucho alcance, pero que eran sobre su vida de transición, sus experiencias con los hombres que había conocido en aplicaciones de contactos… En fin, para ella escribir era una cuestión creativa, pero también terapéutica. En cuanto leí ese material, decidí que íbamos a trabajarlo en el taller de acting. Cuando vimos la manera en que ella llevaba esas situaciones a escena, cómo las sentía, cómo las estaba interpretando, su capacidad para recrear y recordar esas vivencias, esas sensaciones... Me pareció algo mágico.

- Si interpretar a otra persona ya es difícil, interpretarse a uno mismo me parece complicadísimo.

- Me fascina que alguien consiga creerse algo, que me hagan creer a mí que también está ocurriendo y que, a su vez, yo se lo haga creer al público. En el caso de Rafi, es muy bonito conseguir esa catarsis. Y también demuestra muchísima valentía. Yo, desde luego, no sería capaz.

Mi vacío y yo y Sedimentos son dos proyectos paralelos, con un mismo punto de partida. Aparte de que la primera es una ficción y la segunda es un documental, ¿con qué diferencias te has encontrado a la hora de trabajar ambas películas al mismo tiempo? 

- La ficción está sometida a corsés. Y no me refiero solo a procesos presupuestarios, que también, sino de lenguaje, de narrativas, de planificación, donde tú no le puedes decir a un equipo grande, que está invirtiendo un capital, “ya veremos lo que hago”. Hubo que escribir el guion completo con Rafi y con el director y guionista Carlos Marques-Marcet, que no conocía ni a Rafi ni a ninguno de los otros personajes. La intervención de alguien ajeno fue importante, por aquello de mirar la historia con otros ojos. Así que todo estuvo mucho más planificado que con Sedimentos, que, más bien, es un documental que produje por libre, para que las demás chicas del grupo también tuvieran su momento para contar su historia. Luego, me permití ser muy punki, improvisar, incluir a intérpretes no profesionales, cambiar cosas y, en fin, buscar un poco esa chispa y esa realidad.

En 'Mi vacío y yo', Rafi se interpreta a sí misma. MANIFIESTO

- ¿Sentiste en algún momento que una película te servía como fuga de la otra y la inversa?

- Las dos películas están conectadas. Evidentemente, parten de una necesidad de explorar un trabajo con una comunidad. Desde esa posición, considero que las metodologías, los puntos de vista y los ángulos desde los que se aborda son distintos, porque yo lo he sentido de esa manera. Una junto a la otra completan la visión de lo que ha sido mi aprendizaje junto a ellas. Al final estamos hablando de cinco años juntos. Al ver la proximidad de las dos películas, la gente puede creer que la ‘Academia Silvestre de cine’ es capaz de hacer una película por año, pero en verdad es que hemos logrado hacer dos en cinco años y con muchas dificultades. La coyuntura se ha dado así y, al final, ha sido positivo lanzarlas seguidas.

- Tanto Sedimentos como Mi vacío y yo tienen algo de pedagógicas: hay muchos encuentros y diálogos sobre temas tan poco tratados en profundidad como las situaciones personales e íntimas de las personas trans. ¿Cómo mediste la cuestión de lo didáctico?

- Hay que buscar el equilibrio para que las películas no tengan ese barniz pedagógico que a veces puede ser cargante. Al final, ni una ni otra cinta están pensadas exclusivamente para enseñar. Estamos hablando de arte y lograr la sutileza es tarea de uno. Es cierto que el feedback que tuvimos del primer corte de Mi vacío y yo señaló que quizás era excesivamente pedagógica, tal vez por ese miedo de contarle todo a un público que no sabe nada, de repente, estábamos contando de más. Ahí fui rápido, porque, en ocasiones, menos es más.

- Uno de los aspectos más llamativos de la personalidad de Raphaëlle es esa tensión entre querer encajar y tener una relación romántica, normativa, y su deseo artístico, que la hace ser más excéntrica que el resto de la gente. Me pareció una tensión muy transgresora, en el sentido de que va en contra de muchos prejuicios que tenemos sobre la comunidad trans.

- Rafi me parece una mujer de grandes contrastes, y eso es algo que me fascina. Aparentemente, uno de los conflictos de Rafi tiene que ver con ese vacío sobre su deseo de encajar y de pertenecer a la norma, ya sea por ese passing que está buscando durante gran parte de la película, con esa aspiración a tener una relación normativa, con un anhelo de amor romántico, pero que en realidad eso se desmonta en la medida en la que ella también lo va experimentando. Creo que hay algo de transgresora en ella, porque no deja de ser una persona artista con una serie de inquietudes que no son las de una persona normativa. Lo que le ocurre a Rafi es que se les juntan dos cosas: esa adolescencia tardía que aparece justo cuando está en tránsito hacía esa nueva identidad femenina, digamos, asumida por los demás, y que, de repente, se expone en un lugar nuevo y en un tiempo muy concreto. En ese proceso, obviamente, te haces preguntas, tienes aciertos, errores, te equivocas, quieres saber dónde encajas, dónde perteneces... Eso, en realidad, lo hemos vivido todos en algún momento. Es la búsqueda de tu propia identidad, el saber a dónde perteneces. Es algo universal.

El cineasta español Adrián Silvestre. CORTESÍA

- Ciertamente, el viaje de Mi vacío y yo es muy profundo.

- Y la Rafi de hoy es otra persona distinta a la de la película. El público que tenga la oportunidad de hablar con ella se dará cuenta que es alguien que ahora habla desde otro lugar. Me parece algo fascinante. No sé muy bien a dónde nos llevará todo esto, pero sí creo que la experiencia nos ha dado otra mirada. Sin duda, nuestra vida ha sido más estable que la de Rafi, porque ella en muy poco tiempo ha hecho un cambio absoluto.

- La voz de Rafi está muy presente en Mi vacío y yo. ¿Su viaje puede ser ejemplo para jóvenes que sientan esas inquietudes?  

- Volviendo al asunto de lo ejemplar y lo pedagógico, es una cuestión que hay que coger con pinzas. Mi compromiso ético es con las personas con las que estoy trabajando, y lo que trato es de hacer un retrato fidedigno de esas personas y de sus valores, incluso si no comulgo con ellos. No estoy seguro de que pueda hacer una película ejemplar. Al final, el material con el que trabajo tiene luces y sombras, virtudes y defectos. El factor humano que tengo que representar. Y, en ese sentido, el tono de la película intenta reflejar su mundo antes que decirle al mundo si lo que ella está haciendo es acertado o un error.

- En Mi vacío y yo tampoco evitas la crudeza. Por ejemplo, los mensajes de Tinder y algunas interacciones de Rafi con otros personajes.

- Los mensajes de Tinder de la película son literales, ¡copiados tal cual del móvil de Rafi! Sobre la crudeza, tristemente es el denominador común de la mayoría de las relaciones que tenemos los seres humanos. No siempre son relaciones para recordar. Un día descubres que no eres la única que ha vivido experiencias desagradables y también te das cuenta de que no tienes nada de lo que avergonzarte. Es importante desmitificar un poco esa idea de que las primeras relaciones sexuales son idílicas y que son lo mejor de tu vida. A menudo son una decepción y en la mayoría de los casos mejoran con la práctica y la experiencia.

Periodista y crítica cinematográfica. Doctora en Comunicación Social por la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona y profesora asociada en la Universidad de Castilla-La Mancha, colabora en medios como SensaCine, Cinemanía, Diari Ara y Letra Global. Ha participado en los libros colectivos La paranoia contemporánea. El cine en la sociedad de control (2019) y Cuerpos representados. Objetos de ciencia artísticos en España, siglos XVIII-XX (2020).